¿Sería Núñez Feijóo un buen sustituto de Rajoy o de Cospedal?

Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario

Cada vez que se especula sobre posibles cambios en la cúpula del PP, suena el nombre del actual presidente de la Xunta de Galicia. ¿Se ven avalados estos rumores por los logros de Feijóo?

¿Sería Núñez Feijóo un buen sustituto de Rajoy o de Cospedal?

Cada vez que se especula sobre posibles cambios en la cúpula del PP, suena el nombre del actual presidente de la Xunta de Galicia. ¿Se ven avalados estos rumores por los logros de Feijóo?

Es política ficción, de esa que tanto gusta en tertulias televisivas. Si es cierto que cuando el río suena, agua lleva, tal vez fuese conveniente hacer una reflexión sobre la las cualidades demostradas por Núñez Feijóo durante sus 23 años de carrera política y contrastar si tales características serían adecuadas para ocupar los puestos de presidente del Gobierno español o secretario general del Partido Popular.

Repaso curricular

Alberto Núñez Feijóo entra en política a los 30 años y desde entonces desarrolla una larga carrera. Fue secretario xeral de la Consellería de Sanidade, vicepresidente del SERGAS, secretario general del Ministerio de Sanidad, presidente del INSALUD, director de Correos, conselleiro de Política Territorial de la Xunta, vicepresidente del Gobierno gallego y finalmente presidente, cargo que ostenta desde 2009. De su paso por las instancias anteriores, obtuvo fama de buen gestor entre sus partidarios, valoración que se pone en duda por parte de sus adversarios.

Como logro principal, Núñez Feijóo puede exhibir la presidencia de la Xunta lograda en un momento nada propicio. Debe recordarse no obstante que el triunfo del Partido Popular en aquellas elecciones de 2009 se fundamentó en una de las más feroces e injuriosas campañas que se hayan llevado a cabo en la España contemporánea, expandida por unos medios de comunicación casi siempre dispuestos a apoyar los planes conservadores del PP gallego. En 2012, Feijóo refrendó la mayoría absoluta en el Parlamento gallego, aumentando en 3 su número de escaños a pesar de haber perdido un 16% de los votos respecto a las elecciones de 2009. La campaña en esa ocasión discurrió en buena medida en torno a un supuesto acuerdo con la mexicana PEMEX para la construcción de diversos buques que colmarían de trabajo al depauperado sector naval gallego, promesas que pronto se vieron truncadas.

La política

La política inicial del gobierno Feijóo se dirigió al desmantelamiento de las estructuras creadas por el gobierno bipartito anterior: sometió a la lengua y a la cultura gallegas a un ataque furibundo dejándolas en estado de inanición; suspendió el concurso eólico que garantizaba importantes inversiones industriales; asfixió el sistema de innovación reduciéndolo a un papel prácticamente testimonial; en el medio rural, canceló el Banco de Terras, debilitó los programas de apoyo a las cooperativas, ignoró las mesas sectoriales y paralizó la aplicación de los criterios dictados para la ordenación del territorio; en suma, restituyó el statu quo de la Xunta de Fraga y en aspectos como la lengua propia, hizo retroceder el reloj autonómico hasta tiempos infaustos.

El ejecutivo de Núñez Feijóo prácticamente se ha mantenido inalterado durante ambas legislaturas, asumiendo únicamente mudanzas mínimas u obligadas. Los conselleiros mantienen un perfil bajo para mayor gloria de su presidente, las políticas aplicadas son de escasa repercusión, sin ánimo alguno de transformación, dirigidas aparentemente para conceder el premio al afín y sustraer hasta el agua al supuesto contrario. La estrategia parece ser la pura gestión de la continuidad, la aplicación de las viejas recetas en el propósito de que nada cambie, de que todo siga igual.

La gestión

¿Cuál ha sido el balance de estos años? Con seguridad serán las variables de empleo las que sinteticen de mejor manera el resultado de la actuación del gobierno Feijóo. Las decisiones en las distintas áreas tendrán una repercusión directa o indirecta en los puestos de trabajo. Una comparación justa exige enfrentar los datos de Galicia respecto al total español. Estas son las cifras:

Tomando los trabajadores afiliados a la Seguridad Social, observamos que al cierre de 2009 Galicia suponía el 5,74% del total español. En 2014 esa misma variable pasó a ser del 5,52%; durante el gobierno Feijóo, el peso de Galicia en el empleo disminuyó 0,22 puntos. Veamos ahora la evolución del paro: durante el gobierno bipartito PSOE-BNG, el diferencial de Galicia vs España pasó de ser desfavorable en 1,97 puntos a situarse 5,86 puntos por debajo de la media estatal. Por el contrario, durante el gobierno popular, ese diferencial se redujo hasta los 2,80 puntos.

Comprobemos la evolución del último año para ratificar o corregir la tendencia. Empecemos por el PIB 2014: por el lado de la demanda, el consumo privado crece un 2,4% en España por un 0,9% en Galicia; la inversión crece un 3,4% en España por un 2,0% en Galicia; las exportaciones aumentan un 4,2% en España y un 0,7% en Galicia; el gasto público, un 0,1% en España por un 1,5% negativo en Galicia. Viremos hacia la oferta: el valor añadido bruto (VAB) del sector agroganadero creció en España un 3,3% por un 0,4% en Galicia; el VAB de la industria aumentó un 1,5% en España mientras que en Galicia decreció un 1,6%; la construcción sin embargo incrementa su produción en Galicia un 0,5% mientras en España sigue reduciéndose, el año pasado un 1,2%; y finalmente el sector servicios presenta una evolución similar en ambos territorios. Así pues, la economía española creció más que el triple que la economía gallega, aquélla un 1,4% por el 0,4% de ésta. Las cifras de empleo tampoco dejan lugar a las dudas: en Galicia, los trabajadores ocupados cayeron un 0,3% (en España aumentaron un 2,5%), los activos un 1,6% (en España solamente un 0,2%) y la tasa de actividad, ya más baja que la española, se redujo en 0,5 puntos (por 0,1 en España).

Posible salto a Madrid

A la vista de la rotundidad de los datos anteriores, no semeja que Núñez Feijóo presente el mejor curriculum vitae como para optar a la presidencia del Gobierno español. Diríamos que no ha superado el período de pruebas: su política literalmente conservadora, sus nulas ambiciones de transformación y sus resultados manifiestos lo descalifican para cualquier puesto de carácter ejecutivo y liderazgo económico y social. Si a esto le unimos las amistades peligrosas que se granjeó en entornos poco recomendables, la conclusión se convierte en ineludible.

Ahora bien, Feijóo ha demostrado ser hábil en el manejo de los resortes del poder, en el uso de los recursos informativos, en las intervenciones adecuadas en el momento más oportuno. Sus mensajes, normalmente triviales, reciben un eco de complacencia que hace sospechar de una cierta capacidad de convencimiento. Quizás Núñez Feijóo podría ser el hombre vértice, el punto equidistante que el Partido Popular requiere para recomponer su figura sin despreciar a ninguna de las corrientes (familias, territorios) internas. Podría ser. La ubicuidad de María Dolores de Cospedal no parece endosable. Así pues, quedaría por buscar un sustituto para Feijóo.

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