La selección de nuestras élites determina lo que somos

Urna electoral.
Urna electoral.

El autor de este artículo destaca que la selección de las élites en política es uno de los factores que determinan y explican qué clase de país y de historia protagoniza una sociedad.

La selección de nuestras élites determina lo que somos

El autor de este artículo destaca que la selección de las élites en política es uno de los factores que determinan y explican qué clase de país y de historia protagoniza una sociedad.

Siempre es más fácil conseguir la fórmula que la esencia. Y la política no es una excepción. Cada vez que nos proponemos encontrar la clave para resolver algún problema derivado del poder y de los mecanismos de la democracia, solo buscamos soluciones cuantitativas que sean sustitutas de los procesos cualitativos que tanto los partidos como los ciudadanos debemos de protagonizar si queremos una democracia de calidad y unos políticos que además de honestos sean también competentes. 

Estamos llegando a un punto donde pretendemos tasar los años que puede estar un político en el cargo, la renta “aceptable” que debe tener cualquiera que piense dedicarse a la política, los años de militancia o no para ser un candidato apto sin ser calificado como “casta”.... y así sucesivamente. Nos hemos obsesionado tanto en describir al “candidato ideal” de nuestros sueños, que nos estamos olvidando de construir una alternativa coherente y sólida para derrotar a aquellos que convierten, con sus actuaciones, nuestras vidas en una pesadilla.

La selección de las élites en política es uno de los factores que determinan y explican qué clase de país y de historia protagoniza una sociedad. Muchas veces cuando nos acercamos a otros lugares de Europa o Estados Unidos, y observamos su funcionamiento, su sistema político, su manera de ver la vida, de ordenar sus calles o de tratar a sus ciudadanos, solemos preguntarnos el por qué España no puede llegar a ser como ellos, por qué no podemos disfrutar de instituciones y derechos que ellos sí disfrutan. Y la respuesta es sencilla: cada país se ha construido y se sigue realizando en función de las élites que los han dirigido y los dirigen ahora. Lo que nos lleva a la conclusión de que la responsabilidad, en democracia, de elegir a nuestros gobernantes es de todos y cada uno de nosotros, de una manera intransferible aunque haya una gran mayoría que prefiera denostar y perseguir a esos políticos que han llegado ahí gracias a los votos de los ciudadanos. 

Cuando articulamos este discurso que suena, posiblemente, a “elitista”, hay que tener precauciones porque esta pretensión, en democracia, socava y destruye directamente el principio de igualdad y de derechos. Si asumimos que existe una “élite” natural con más derechos que los demás a ejercer el poder, estaremos devaluando nuestro sistema político y nuestros derechos como ciudadanos. Ahora bien, todos los votantes somos responsables de elegir a qué candidato dar nuestro apoyo y el nivel de exigencia a la hora de darlo. Un votante que no sea crítico, que no exija, y se rija por prejuicios o sentimientos negativos en la orientación de su voto, es posible que no elija al candidato más capacitado porque no le preocupe su capacitación ni su programa, sino solamente las siglas bajo las que se presenta. 

Esto, que se aplica a la hora de juzgar el voto en las elecciones, también tiene su reflejo en la vida interna de los partidos, porque los partidos son, en primera y última instancia, los filtros para seleccionar a los candidatos más aptos y capacitados para el ejercicio público. Luego, como llevamos observando desde hace muchos años, se demuestra hasta qué punto el funcionamiento orgánico de los mismos cada vez consigue en menor medida este propósito, porque la idea de muchos no es crecer sino mantenerse, aunque seas la única casa incapaz de encender la luz a pesar de que todos tus vecinos han conseguido encenderla.

La diferencia de desarrollo entre países y de la calidad de sus democracias con la nuestra no es fruto del azar, sino de la exigencia de la ciudadanía y la selección de sus élites políticas. No os dejéis engañar con fórmulas cuantitativas y empíricas destinadas a regir algo tan personal y humano como es la política, la buena política. Huid de aquellos que os vendan códigos éticos y dietas anti corrupción milagrosas, en este país lo que necesitamos son políticos capaces y valientes de dar lo mejor de sus vidas justo en el peor momento que atravesamos como democracia y como sociedad. Olvidaros de algo tan etéreo como “los políticos profesionales”, porque los responsables de las malas políticas y las redes de corrupción que hemos sufrido son los políticos cobardes, mediocres y sinvergüenzas que han profanado y denostado nuestra democracia.

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