Sánchez acata lo que le manda Rufián para reunirse con Torra

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Rufián entrega un documento a Sánchez

Sánchez es un presidente cautivo, a la hora de la toma de decisiones, de lo que le autorice a hacer Esquerra Republicana y se somete mansamente a los dictados de quienes le permitieron seguir en la Moncloa, aunque sea con a tan humillante tutela.

Sánchez acata lo que le manda Rufián para reunirse con Torra

Resulta imposible hallar en la última edición (2014) del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española una palabra capaz de definir la conducta del doctor Pedro Sánchez, presidente de Gobierno, con respecto no ya a Cataluña, sino en la habitualidad de sus actos de gobernante en todos los sentidos. En realidad, no ha cambiado, sólo ha perfeccionado la perversidad en la incoherencia y la mudanza de lo que se tiene por decisiones tomadas, se supone, tras haberlas meditado.

Por el Gobierno hablan diversos portavoces y se contradicen; pero al final, tras el desarrollo de las secuencias sucesivas, el señor presidente se pliega mansamente al mandato imperativo de sus consocios de ERC, que le imponen que se atenga a los pactado, documentalmente, en cuanto que debe ponerse a disposición de Torra, dentro del plazo marcado tras su toma de posesión, plasmado en el acuerdo que lo llevó a la Moncloa.

En pocas horas de diferencia, la vicepresidenta Carmen Calvo y la Secretaria de Comunicación de la Moncloa, contaron a los españoles cosas distintas. La primera anunció al mediodía del jueves que Sánchez y Torra se verían en fecha inmediata; luego, desde la Moncloa se dijo que la reunión se aplazaba hasta después de los comicios catalanes. Pero Esquerra Republicana de Cataluña reaccionó con presteza y envió a Gabriel Rufián a la Moncloa a pedirle cuentas a Sánchez, refrescarle la memoria y traerlo al riego de lo pactado hace unas semanas.

Luego el Gabinete de la Moncloa dio marcha atrás en cuanto a aplazar, como parecía razonable, la convocatoria de la mesa de negociación, “entre iguales” del Gobierno y la Generalitat, para cuando se hubieran celebrado las elecciones en Cataluña. Pero que sí que se mantenía la reunión entre los dos presidentes. Los independentistas catalanes montaron el cólera ante la jugada de Sánchez y le advirtieron que no tragaban, que faltaba mucho para las elecciones y que “el conflicto político” tiene que estar desbloqueado para entonces. O sea, que no se puede esperar a un nuevo gobierno en Barcelona, que quieren que se cumpla lo pactado.

A las siete de la tarde del jueves, nueva rectificación de la Moncloa: Se anuncia que la mesa de negociación se pondrá en marcha cuanto antes, sin esperar a las elecciones. Y como hablarán entre iguales, la Moncloa hace suya la terminología de los independentistas, conflicto político y no conflicto social o “govern” en lugar de Generalitat. O sea, hablan entre dos gobiernos, no entre el Gobierno de España y una comunidad autónoma como institución.

O sea, que sigue la tónica: si en el asunto de Ábalos con Delcy Rodríguez nos ofrecieron cinco versiones oficiales, en el caso de las negociaciones con la Generalitat, la Moncloa nos ha ofrecido, en pocas horas, tres. Vamos mejorando.

Pero por encima de este triste espectáculo se evidencia que Sánchez es un presidente cautivo, a la hora de la toma de decisiones, de lo que le autorice a hacer Esquerra Republicana que tiene la sartén por el mango, y nunca mejor dicho. Los españoles asistimos atónitos al espectáculo de un presidente que se somete mansamente a los dictados de quienes le permitieron seguir en la Moncloa, aunque sea cautivo de tan humillante tutela.

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