¿Hay salida para el laberinto catalán tras las elecciones del 14-F?

Pere Aragonés. / ERC
Pere Aragonés. / ERC
El resultado proporcionado por las urnas presenta importantes elementos de continuidad con la situación preexistente y ofrece, también, algunos cambios significativos.
¿Hay salida para el laberinto catalán tras las elecciones del 14-F?

Uno de los aspectos más destacados de los comicios al  Parlament de Cataluña del pasado día 14 fue la elevada cifra de abstención registrada (el mayor porcentaje de la serie histórica de este tipo de convocatorias: respecto a la anterior, celebrada en el mes de diciembre de 2017, dejaron de votar un millón y medio de personas).Por el momento no se conocen análisis que permitan diferenciar el peso  causal de la pandemia sanitaria vigente de aquellos otros factores asociados a los estados de opinión existentes en sectores de la sociedad  catalana después de varios años de conflicto y polarización sobre los sentimientos de identidad y pertenencia nacionales.

Era previsible que el miedo o la prevención ante hipotéticos contagios actuara como elemento desmovilizador a pesar de que la celebración de citas electorales recientes en coyunturas epidémicas no menos graves (USA, Portugal, Ecuador...) constituyera un ejemplo práctico neutralizador de semejantes temores. En cualquiera caso y pensando en el futuro, los poderes legislativos deberían acometer una actualización y mejora de las normas que rigen los procesos electorales, aprovechando -con todas las garantías debidas- las nuevas herramientas tecnológicas disponibles.

En la inevitable comparativa con la cita de 2017, el reparto del crecimiento de la abstención entre los dos grandes bloques (el constituido por los partidos que postulan la independencia y el que abarca a los que defienden otro tipo de alternativas) fue asimétrico (pérdida de 600.000 votos para el primero y de 900.000 para el segundo). Además del vector común de la singular coyuntura sanitaria, se pueden formular algunas hipótesis explicativas (pendientes de una ratificación por los estudios postelectorales que se realicen) para cada sector.

En el caso de los votantes independentistas puede existir una frustración por el incumplimiento de las expectativas generadas en aquel otoño de 2017, por los enfrentamientos continuados entre los socios del govern (JxC y ERC) y por las deficiencias constatadas en la gestión de los efectos del coronavirus.

En la otra parte del escenario, los desastrosos resultados obtenidos por Ciudadanos y por el PP pueden estar motivados por la nefasta administración del éxito alcanzado hace tres años por Rivera y Arrimadas y por la desaparición del efecto movilizador provocado por la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) aprobada, en aquel momento, por la mayoría independentista en el Parlament.

El independentismo consolida su hegemonía

La foto salida de las urnas del 14- F presenta importantes elementos de continuidad con la situación preexistente y ofrece, también, algunos cambios significativos. El conjunto del independentismo consolida su hegemonía (incrementando el número de escaños y el porcentaje de votos recibidos), confirmando el grave error de apreciación del gobierno de Mariano Rajoy y de muchos analistas que, en su día, catalogaron de “suflé” el ascenso de la influencia social de ese movimiento. Los principales cambios se concretan en una doble circunstancia: por primera vez, en una consulta de estas características, ERC supera a la formación heredera de la Convergencia de Pujol y el PSC aparece, de manera destacada, como la fuerza más votada en el ámbito del campo no independentista.

Si a esto añadimos la desaparición del gobierno estatal encabezado por Rajoy y el relevo por un ejecutivo de coalición entre PSOE y UP, cabe pensar que el futuro inmediato estará presidido por mayores dosis de diálogo y negociación de las que se presenciaron en el pasado. Los diagnósticos acerca de lo que sucede en el cuerpo social catalán y, sobre todo, las propuestas de solución que se formulan siguen siendo muy divergentes. Parece evidente que tanto la independencia de Cataluña como la continuidad del actual marco jurídico constitucional no suscitan un nivel de consenso suficientemente amplio para asegurar un horizonte de estabilidad a medio plazo. Habrá que ver si los actuales protagonistas de la vida institucional que se desarrolla en Cataluña y en el Estado son capaces de encontrar y acordar fórmulas satisfactorias que permitan desbloquear la salida del laberinto. @mundiario

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