Rusia, China y las armas nucleares: los golpes de Trump antes de su ascenso

Donald Trump. / Twitter.
Donald Trump. / Twitter.

A poco menos de un mes para su nombramiento como presidente, el empresario ya ha dado varias pistas sobre los giros que dará Washington durante su Administración.

Rusia, China y las armas nucleares: los golpes de Trump antes de su ascenso

La tradición diplomática de Estados Unidos sufrirá serios giros una vez que Donald Trump llegue a la Casa Blanca. El presidente electo se ha valido de sus plataformas sociales para insinuar qué rumbo tomarán asuntos de extrema fragilidad para Washington, tales como las relaciones con China y Rusia, la doctrina nuclear o el libre comercio, la política antiterrorista o sus relaciones con sus socios de Europa Occidental o México. Y lo cierto es que cuando se dice rumbo, se entiende explícitamente cambios. Cambios respecto a lo hecho por el actual jefe de Estado Barack Obama y a otros tantos presidentes que, como el magnate neoyorquino, llegaron por medio del Partido Republicano.

Aunque vale también decir que con Trump nunca se sabe. Su palabra es incierta y relativa y hace falta ver hasta qué grado sus promesas de campaña, reiteradas tras las elecciones del 8 de noviembre, pasarán de la retórica a la realidad. El rubicundo personaje llegará a la Casa Blanca el 20 de enero.

Un nuevo presidente lleva explícitamente ruptura respecto a su predecesor. Cuando Obama  entró a la residencia más importante de Washington firmó un decreto para cerrar la prisión de Guantánamo, un ícono de la administración republicana de George W. Bush por los abusos cometidos en ella. Pero en Estados Unidos no gustan los giros abruptos. En la mayoría de casos, las cosas no cambian. Ocho años después, Guantánamo sigue abierta, como prueba de que al Tío Sam no le viene bien el caos.

A principios de diciembre, el ensayista Robert Kagan, de ideas neoconservadoras, trazó un hilo de continuidad entre el repliegue geoestratégico de Estados Unidos en los años del actual mandatario y el aislacionismo del futuro jefe que, de acuerdo a lo que dijo ante la Comisión de Servicios Armados del Senado, será una versión "exacerbada" de algunas de las debilidades del presidente de turno. "Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, la política exterior americana ha tenido por objetivo defender y extender un orden mundial liberal que se adapte a los intereses y principios americanos. No lo ha hecho como un favor a los demás, sino basado en la idea, ganada a pulso, de que en ausencia de este orden mundial tanto los intereses americanos como nuestros principios más queridos acabarán en peligro", resumió Kagan respecto a la política exterior que ha estado vigente en Washington desde mediados del siglo XX.

 

 

 

"Al construir y mantener alianzas fuertes con naciones democráticas, y al apoyar una economía abierta global que permite que estas naciones prosperen y que ha sacado a miles de millones de más de la pobreza en países en desarrollo, Estados Unidos puede proteger mejor su seguridad y el bienestar de sus personas", agregó.

Cuando cuestionó las alianzas tradicionales de Estados Unidos y el sistema de libre comercio, Trump siempre sembró dudas sobre el futuro de ese orden mundial. Esta semana acontecieron tres sucesos que parecen casi confirmar esa hipótesis.

China

A principios de mes, el 2 de diciembre, Trump encendió las alarmas en Pekín. El futuro mandatario se convirtió en el primer presidente electo o en ejercicio de Estados Unidos en hablar de forma oficial con su homólogo de Taiwán. Eso no había pasado desde 1979, cuando se reestablecieron las relaciones entre el gigante norteamericano y la República Popular China. Inicialmente estaba la duda de si la llamada a la presidenta Tsai Ing-wen había sido casual o una llamada que formaba parte de un plan deliberado para cambiar la política con el gigante asiático, para el que Taiwán es parte de ellos. La duda sobre estos gestos y sus declaraciones son constantes.

Días después, en una entrevista, el magnate insinuó que aquel gesto fue un reto a la máxima de Una Sola China, por la que Estados Unidos reconoce diplomáticamente a Pekín y no a Taipéi, a conseciones comerciales por parte de Pekín. Mientras, lanzó por Twitter varios mensajes respecto a un dron capturado por China en aguas internacionales y otros temas importantes.
 

Rusia

Durante toda su campaña el empresario dejó ver que, de llegar al poder, no se sentiría obligado a ponerse del lado de sus socios de la OTAN que sean vecinos de Rusia en caso de una agresión. Tampoco se inmutó por ocultar su admiración por Vladimir Putin, quien siempre respondió a los cumplidos. De igual forma, y pese a que después se retractó afirmando que era una broma, motivó a los rusos a piratear los correos electrónicos de su gran amiga de toda la vida Hillary Clinton, quien hasta hace unos meses era su gran rival por la presidencia.

Tras las elecciones, los servicios de inteligencia de Estados Unidos y el Despacho Oval culparon a Moscú como el gran responsable del robo y difusión de miles de correos electrónicos del campamento demócrata. A la vez, aseguraron que el objetivo de los ataques no fue otro sino favorecer deliberadamente al empresario.

Trump contestó a Obama y a las agencias de espionaje al asegurar que la conclusión que habían sacado no tenía fundamento. Otro alineamiento con el Kremlin que no gustó en el Distrito de Columbia.

Los coqueteos entre Trump y Putin se volvieron a exponer este fin de semana en Twitter. Trump volvió a inclinarse en favor del ruso luego de que éste criticara a Clinton por su reacción tras su derrota del 8 de noviembre.

Armas Nucleares

El 23 de noviembre, en la red de los 140 caracteres, Trump dejó ver que Estados Unidos debía reforzar y expandir sus capacidades nucleares. Si con eso avisaba que quería ampliar el arsenal de este tipo, rompería décadas enteras de lucha por reducir este tipo de armamentos.

El mensaje fue tan ambiguo que los portavoces del magnate tuvieron que salir a reducir su impacto en declaraciones posteriores. Como ya es costumbre, el empresario rechazó los matices y al día siguiente reforzó su mensaje. "Que haya una carrera armamentística. Los superaremos a cada paso y sobreviviremos a todos", le dijo a la MSNBC.

Su actividad diplomática reciente no se ha limitado a estos temas.

Esta semana, Trump aceptó que se había reunido a cenar con el multimillonario mexicano Carlos Slim, una maniobra que en la capital estadounidense se interpretó como un intento de llegarle a las élites de México, cuyos habitantes fueron la materia prima de sus insultos y amenazas. También se comunicó con Abdelfatá al Sisi, presidente de Egipto, para que frenase una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, que a la larga fue aprobada, en la que condenaba los asentamientos israelíes en territorios palestinos. Reaccionó al ataque en Berlín al describirlo como un atentado contra los cristianos. Y, aparte de dar la espalda al TPP (un acuerdo comercial integrado por 11 países del Pacífico, creado para luchar contra la influencia de la China en la región)y amenazar con romper el Tratado de Libre Comercio de América del Norte -entre su país, México y Canadá-, en los últimos días ha corrido la opción de que se le ponga un arancel a las importaciones.

Kagan y otros expertos temen que estas propuestas rompan el sistema de alianzas y de libre comercio que se han juntado en las úlitmas décadas, apoyados por los dos grandes partidos por igual. Pero también hay otros más optimistas como Henry Kissinger, uno de los eruditos del establishment, que ve el ascenso de Trump como "una oportunidad extraordinaria" y que halaga que "plantee preguntas poco habituales".

Una lectura de los dogmas de Trump es que propone una suerte de espejo invertido de lo que Richard Nixon y Kissinger, entonces su asesor, hicieron en los setenta. Ambos se acercaron a China para luchar con Rusia; Trump haría lo inverso, sentarse a la mesa con Rusia para contrarrestar a China.

Robert Gates, otro miembro reconocido del establishment, dijo a un columnista que puede ser valiosa una política que rompa con las ideas establecidas: un punto de imprevisibilidad en la Casa Blanca, que con Obama se caracterizó por su timidez a la hora de reaccionar a los grandes acontecimientos que marcaron su administración.

Gates tiene una consultora en la que están otros dos pesos pesados del Partido Republicano: Condoleeza Rice y Stephen Hadley. De acuerdo a Ignatius, han hablado con el equipo de Trump y han avisado a gobiernos extranjeros sobre cómo tratar al nuevo mandamás. "Nunca un movimiento populista o una insurgencia política como esta ha capturado la Casa Blanca", dijo Hadley. "Esto significa que habrá más discontinuidades en nuestra política exterior. Lo que estoy diciendo a la gente es: ‘Dadnos un poco de espacio y tened un poco de paciencia estratégica. No sobrerreaccionéis, ni siquiera a los tuits de Trump". @hmorales_gt

 

 

 
 
 
 

 

 
 

 

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