Desafíos complejos y determinantes para el futuro inmediato de España

José Manuel García-Margallom Ministro de Asuntos Exteriores Español. / exteriores.gob.es
José Manuel García-Margallo, ministro de Asuntos Exteriores. / exteriores.gob.es

El mundo en su conjunto gira convulso, se está re-configurando poco a poco y nuestro peso en los foros internacionales es absolutamente inexistente. Por no contar, no contamos ni siquiera a veces con la simple presencia.

Desafíos complejos y determinantes para el futuro inmediato de España

Soy de los que piensan que toda persona tiene ideología. Incluso aquellos frívolos o necios vividores tienen como ideología la frivolidad y la necedad. Ahora bien, todas las personas tienen ideología pero no todas tienen principios. Digamos que los principios son los actos que descubren realmente nuestra identidad, de ahí que muchos oportunistas amorales se envuelvan en las bondades promocionales de ciertos principios ligados a una ideología aunque sus actos nos digan exactamente lo contrario. 

Cualquiera que asegure que su ideología es el socialismo, debería de tener entre sus principios los democráticos. ¿Cuáles son? Posiblemente cada cual enumere una lista no siempre coincidente, pero dentro de ese denominador común que podríamos encontrar hallaríamos la “responsabilidad de los políticos” y “discursos que no fomenten el odio”, por llamarlo de alguna manera. 

En tiempos de bonanza y de estabilidad es cuando las sociedades y los sistemas permiten rebajar sus exigencias y sus propios valores para dejarse llevar por la inercia que conduce al progreso. Cuando llegan las crisis y las contradicciones, es el momento decisivo para comprobar de qué está hecha la democracia y la talla de los líderes que representan a los ciudadanos. Ya si encontrásemos a un líder que dirigiese a los españoles, sería más milagroso aún. Pero, por el momento, admitamos que los actuales referentes políticos de nuestro país simplemente representan a los votantes (en el sentido más puro del sistema) a pesar de trabajar, realmente, por sus intereses personales y su supervivencia en el poder. 

No podemos negarlo: España se enfrenta a unos desafíos complejos y determinantes para su futuro inmediato. El mundo en su conjunto gira convulso, se está re-configurando poco a poco y nuestro peso en los foros internacionales es absolutamente inexistente. Por no contar, no contamos ni siquiera a veces con la simple presencia. La política internacional se mueve y el gobierno español no sabe ni dónde será la próxima parada del tren de la historia. Si esta irresponsabilidad exterior se compensara con una reconstrucción efectiva y profunda de nuestro sistema político interno, podría decirse que no estamos perdiendo el tiempo ni el dinero. Dinero cada vez tenemos menos, porque debemos más; pero es que el tiempo tampoco nos está saliendo gratis por mucho que ahora los partidos jueguen con la democracia como si fuese una partida de dados donde es posible tirar las veces que sean necesarias hasta que salga el número deseado. Sé que esta metáfora la he utilizado últimamente varias veces, pero no encuentro otra mejor para explicar en lo que han convertido a nuestra democracia las actuales élites extractivas del país. 

Precisamente me ha llamado la atención la reacción incluso violenta de muchos votantes y militantes socialistas que se mueven por las redes sociales al manifiesto de diversos ex cargos del PSOE y referentes del socialismo que piden la constitución inmediata de un gobierno en España liderado por Mariano Rajoy. Algo inaceptable para aquellos que viven de manera obsesiva, sectaria e irracional instalados en esa trampa perversa alimentada por las élites atrincheradas en Ferraz y que se ha escenificado en ese “No es No”. 

Sé muy bien, porque he sucumbido a esa tentación durante algunos años, que el discurso del odio y del ensañamiento con el rival político es muy cómodo y tentador. Ante la falta de iniciativa y de triunfos propios, es necesario educar a los votantes (y militantes) en un rechazo radical e irracional hacia esa derecha que se ha convertido en la culpable de absolutamente todo. Las campañas perversas que realizó el PP contra Zapatero, tanto a nivel personal como político, ahora se reproducen pero al revés, en una versión aumentada y corregida. Estamos viendo el resultado de varios años instalados en cultivar las más bajas pasiones de los votantes para alivio de los incompetentes dirigentes políticos incapaces de ganar ningunas elecciones ni de elaborar un proyecto coherente para este país que no sea un cúmulo de ocurrencias o un corta-pega de otros partidos socialistas europeos. 

En realidad los actuales dirigentes del PSOE están atrapados por sus propias contradicciones fruto de una necesidad enfermiza de distorsionar las reglas de la democracia para ocupar por una larga temporada los rincones del poder. Uno puede trazar una estrategia electoral para competir en las urnas frente a un adversario político. Pero cuando estas se abren y se conoce el resultado inamovible es necesario asumir responsabilidades intransferibles sobre el mensaje que sale de las urnas. Sé que siempre queda la opción de retorcer la voluntad democrática de los votantes y enredarnos a todos hasta niveles esquizofrénicos. Algo, esto último, que nunca un político honesto y decente se prestaría a hacer. 

Ni estoy a favor de una gran coalición ni el PSOE puede ser el socio de gobierno del PP. Tampoco soy partidario de que la gobernabilidad de este país exija indultar a la derecha de sus responsabilidades de gobierno ni blanquear su corrupción. Quien intente mezclar todos estos conceptos miente y se dedica a rociar de gasolina a la propia democracia, esperando que sean otros los que enciendan la cerilla. No se trata de “dejar gobernar al PP” (insisto): es que la derecha ha ganado de manera clara las elecciones. Hablamos, simplemente, de no romper la democracia y no convertir al PSOE en algo parecido al PP de Rajoy salido del congreso de Valencia y al PP de Montoro a lomos del “cuanto peor, mejor”. 

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