Los Reyes Mayos nos dejan desacuerdos, disensiones y divorcios

Melchor, Gaspar y Baltasar.
Melchor, Gaspar y Baltasar.

Rehuyendo el acercamiento que propicia todo espíritu navideño, y de la virtuosa armonía exigible al quehacer humano, tiempo atrás aparecieron señales claras de disensión política contra cualquier querencia natural.

Los Reyes Mayos nos dejan desacuerdos, disensiones y divorcios

Niños, maduros y longevos, atraídos por renovadas ilusiones que fomentan estas mágicas fechas, escriben o piden (tanto monta) a sus majestades -trío esperanzador, excitante- que les otorguen sus sueños lúdicos o compensadores. Unos y otros, guiados por candor infantil, tal vez por madura inhabilidad, por empirismo infecundo, necesiten el recurso misterioso de la dádiva fantástica. Luego, el arraigo de la ortodoxia ingrata rompe todo hechizo; más en el infante, sometido al embrujo de las mil y una noches. Los mayores porfiamos sin inocencia, pero también sin fe, porque la vida borra cualquier pretensión alentada solo por emociones. Se impone una realidad fea, deforme, abominable. Tal escenario motiva a creyentes, a individuos juiciosos, de pasiones fraternas, a clamar para que nuestros gobernantes encuentren caminos cuyas metas sea la prosperidad ciudadana. Desde luego, referente a nuestro país, Melchor, Gaspar y Baltasar, deben exhibir mucho denuedo para que los políticos que sufrimos hallen el derrotero correcto.

Los medios, la intelectualidad, el ciudadano de a pie, reclaman acuerdos al conjunto de partidos para llevar a buen puerto legislatura y unidad territorial. Estos convenios entre dos o más partes (así los define la Academia), suelen centrarse en los Reyes de Oriente -potentados desde que apareció petróleo- o en el azar. Curiosamente, pocos los atribuyen a quienes debieran hacer algún esfuerzo, al sentido común y menos a un intenso patriotismo. Pese a todo, fuera de cualquier influencia sacra, Rajoy echa un cable al PSOE de forma exquisita, cuidándolo, sin forzar la máquina, mientras prioriza contactos con el PNV. De rebote, desajusta sibilinamente los pactos con Ciudadanos sin que se note demasiado porque no le interesa una ruptura definitiva. Por vez primera, y única, lo descubro estadista. Me gustaría presentirlo menos prudente con el independentismo catalán, pero no pidamos peras al olmo. Advierte que el PSOE es imprescindible a la hora de mantener el statu quo y equilibrio nacional. Esta razón le lleva, con la probable contribución del nacionalismo vasco, a no sacrificarlo en el ara. Debe, además, tener diligente al partido bisagra, Ciudadanos.

Rehuyendo el acercamiento que propicia todo espíritu navideño, y de la virtuosa armonía exigible al quehacer humano, tiempo atrás aparecieron señales claras de disensión política contra cualquier querencia natural. La Real Academia, en su acepción primera, indica que disensión significa “oposición de varias personas en los pareceres o en los propósitos”. Otra, la cuarta, añade: “contienda, riña, altercado”. Sin llegar a los últimos excesos, tal actitud se viene dando desde siempre. Sin embargo, el finiquitado dos mil dieciséis alcanzó una amplitud difícil de superar; constituyo la madre de todas las disensiones. Primero entre PP y PSOE, para ser exactos entre PP y Pedro Sánchez. Luego, menos notables, se observaron divergencias PP-Ciudadanos para terminar con la traca protagonizada por un PSOE vacilante y un Podemos desmedido. Añadan ustedes, y no les será laborioso, cuantas discordias consideren para completar esta síntesis quizás demasiado parca.

Acotado el apunte de desavenencias, la exageración se adueñó pronto del entorno político afectando a diferentes siglas y personajes notables. Mediáticamente la bomba cayó en el PP cuya marejada llegó a conjeturar la tragedia de Rita Barberá. Meses antes empezaron a tejerse diferencias nocivas, destructoras, entre la ejecutiva socialista y el comité federal. A poco, y rota cualquier posibilidad de arreglo, Sánchez fue descabalgado tomando una gestora al efecto decisiones sobre estrategias futuras, según ellos, para salvar a España y al partido. Superadas abundantes insidias, creo que su labor puede tasarse de encomiable. Ciudadanos navega en aguas procelosas al cesar de su ejecutiva, y ser crítica despiadada, Carolina Punset que apunta un cambio de valores por eslóganes y frases huecas. El apogeo lo despliega Podemos con el enfrentamiento Iglesias-Errejón y sendas corrientes. Ignoro qué ocurrirá tras el despliegue plebiscitario de Vista Alegre II, pero Monedero y su frase “Si cae Iglesias, cae Podemos (y tú te jodes)” deja al descubierto lo que aseguré hace tiempo: Podemos es una oficina vip de colocación. El personal le sirve como motor para alimentar un staff elitista e insaciable.

El mismo DRAE enseña, en su acepción segunda, que divorcio es “separar, apartar personas que vivían en estrecha relación o cosas que estaban o debían estar juntas”. Sin más, ahora mismo tenemos dos divorcios ya consumados y un tercero que se otea en el horizonte inmediato. Rajoy se ha divorciado de Aznar aunque la prole queda a cubierto de cualquier fiasco o malquerencia. Sánchez ha roto con Susana legando graves secuelas para una descendencia huérfana, dividida, desorientada. Algunos hijos pródigos reclaman toda herencia ideológica aunque se haya impuesto, vía jurídica, la legitimidad estatutaria. Puede terminar en ruptura traumática. Podemos, que alguien pretende verlo como su alter ego, lleva parecida trayectoria. Enseguida comprobaremos si se corroboran ambos presupuestos o terminan siendo el parto de los montes.

Sea cual fuere la conclusión, tras el largo periodo de gobierno en funciones -roto por todos hace cuatro días en legítima defensa- los Reyes Magos han dejado una España expectante, ensombrecida, en un ¡ay! Contrasta con esa otra que ministros y prebostes del partido dibujan desmadejadamente, debilitados, sin crédito. Confiemos que, bajo tanta negrura carbonífera, emerja una realidad distinta, alegre, transformadora. Esperemos.

 

 

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