Las revelaciones de Corinna Larsen abundan en los episodios más pintorescos de los Borbones

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Las declaraciones de Corrinna dejan perplejos a los españoles.
Vale la pena aprovechar la ocasión para situar la vida de Juan Carlos al final de una serie de episodios de la historia de España, protagonizada por sus antepasados, en los que coincidieron en sus escasos escrúpulos morales, su afición al dinero y al sexo con notable frecuencia. Estamos, pues, ante un sainete nacional.
Las revelaciones de Corinna Larsen abundan en los episodios más pintorescos de los Borbones

Al mismo tiempo que Corinna Larsen, ex amante y consocia de Juan Carlos I, ha protagonizado un reportaje en la BBC de Londres, donde, entre otras cosas afirma que la Casa Real Española actúa como una empresa familiar y que los 65 millones que le transfirió su amigo fue “un regalo simplemente”, o que Su Majestad Católica la pretendió en matrimonio, coincide con la noticia del paradero del ex monarca y el desencadenamiento de una campaña de apoyo al rey honorífico, donde han estampado su firma los más diversos personajes, alguno de ellos con pasajes nada ejemplares en sus propias vidas.

A medida que se van enjaretando y poniendo en relación los datos que se van conociendo, es evidente que la salida y asentamiento de Juan Carlos I en Emiratos Árabes, que visita con frecuencia, no es otra cosa que un oportuno viaje que sirve para hacerlo pasar por lo que realmente no es, dentro de una bien calculada campaña por fases, y ahora estamos en una de ellas.

Vale la pena aprovechar la ocasión para situar la vida de Juan Carlos al final de una serie de episodios de la historia de España, protagonizada por sus antepasados, en los que coincidieron en sus escasos escrúpulos morales, su afición al dinero y al sexo con notable frecuencia. Estamos, pues, ante un sainete nacional. Hay varias publicaciones de reconocido rigor, en la que diversos especialistas han analizado la historia de esta familia desde Felipe V hasta nuestros días, donde se desmenuzan las enfermedades de los Borbones, tanto en sentido físico como moral y su desmedida afición al dinero.

Un maniaco depresivo

Felipe V, que inaugura la saga, fue maníaco-depresivo. Al final de su reinado abandonó toda higiene, pero no su apetito sexual. Era tal su avidez, que estando en su lecho de muerte su esposa María Gabriela de Saboya, se empeñó en mantener la coyunda con ella. Su hijo, Fernando VI era hipocondríaco y, curiosamente, impotente, lo que le impidió dar un heredero a la Corona. Padeció lo que hoy se califica de un trastorno bipolar, es decir, una psicosis maníaco-depresiva, igual que su padre.

Carlos III gozó de buena salud y se le considera el mejor monarca de la dinastía. Tenía tal afición a la caza, que siguió en el campo, cuando le comunicaron la muerte de uno de sus hijos. Pero no se puede olvidar que nos metió en las guerras que interesaban a Francia, gracias a los “Pactos de Familia”. Hay una carta a un embajador de Francia, donde le dice que “aunque España no está preparada” irá a la guerra junto al país de sus mayores.

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Cada vez más, Juan Carlos recuerda a su abuelo.

Carlos IV era un cornudo consentidor. Hizo que no se enteraba cuando estando con Godoy y su esposa, María Teresa de Parma, el favorito le dio un bofetón a la ilustre reina. Carlos III era consciente de las limitaciones intelectuales de Carlos IV, y no dudaba en decírselo. Un día que estaban comentando la preparación de su boda, Carlos III le recordó la posibilidad que todo hombre tiene de sufrir alguna infidelidad. Carlos IV, le dijo muy seguro de sí mismo “Pienso que los reyes están libres de las preocupaciones que tienen el resto de los maridos porque sus esposas no les pueden engañar con otras, ya que una reina no tiene otro rey cerca más que su esposo”. Carlos III no pudo aguantarse ante la simpleza del razonamiento de su hijo y le respondió “Carlos, Carlos, que tonto eres, las princesas también pueden ser putas, hijo mío”.

Napoleón despreciaba tanto a Carlos IV como a Fernando VII y otorgó a ambos sendas pensiones, una vez que le entregaron España, para que vivieran un cómodo exilio en Francia. Fernando VII fue conocido como “el Rey Felón”. Padecía una macrosomía genital. Sus tres primeras esposas no consiguieron darle descendencia porque era incompatibles con él. Fue la última, María Cristina de las Dos Sicilias, una sobrina suya, quien, conocedora del problema, mandó crear un artefacto que mitigara esa deformación por exceso para poder dar al rey su ansiado heredero. Sólo había un problema: parió dos mujeres.

Traidor consumado y viuda negociante

Cuando estaba en Francia, huésped de Bonaparte, felicitaba al emperador por sus victorias sobre los españoles que morían por devolverle el trono y pedía para casar una princesa francesa. Napoleón publicaba en Le Moniteur aquellas miserables cartas de un traidor. Con el embajador ruso Tastichev tenía sus negocios Fernando VII, incluida la compra de unos barcos rusos podridos. Cuando subió al trono Juan Carlos I, TVE hizo una vergonzosa semblanza de sus antepasados, y de éste anotó: “Cerró las universidades, pero creó la Escuela de Tauromaquia”

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Los episodios del presente recuerdan el pasado de los Borbones.

La última esposa de Fernando VII, María Cristina, temporal regente, fue una de las grandes negociantes de su tiempo. Tras su segundo matrimonio con el guardia de Corps Muñoz se convirtieron en una de las parejas más acomodadas de la época. Muñoz y María Cristina sacaron importantes sumas de Patrimonio para invertirlas en deuda extranjera en los años de su primer exilio (1840-1844). Pero fue al alcanzar Isabel II la mayoría de edad el sargento y marido de su madre, se convertía por gracia del borboneo isabelino en Duque de Riansares, Grande de España y Marqués de San Agustín. El modelo de negocio creado por María Cristina de Borbón era un triángulo formado por la familia real, armadores catalanes y vascos y las oligarquías coloniales el Cuba. Los barcos viajaban al golfo de Guinea y cargaban a los esclavos en puertos clandestinos que estaban dirigidas por traficantes franceses, holandeses y portugueses. Posteriormente, cruzaban el Atlántico hasta las islas sur de Cuba donde la permisividad de las autoridades permitía la descarga y el traslado de los esclavos africanos a las haciendas y, en algunos casos, su transporte a los estados del sur de los Estados Unidos. María Cristina de Borbón, estableció una cuota por cada esclavo que llegaba a Cuba que percibía ella directamente. Este sistema fue mantenido por su hija Isabel II. La prohibición de la esclavitud en diferentes países europeos tras la Revolución Francesa dificultó los negocios de los esclavistas españoles, pero encontraron en los Borbones a sus mejores aliados porque se dio cobertura legal que permitió la continuidad del negocio hasta 1886.

Sabido es que ninguno de los hijos de Isabel II fueron de su marido, por razones biológicas. Francisco de Asís era, por otro lado, hijo de Francisco de Paula, hijo menor de Carlos IV, a quien las Cortes de Cádiz privaron del derecho de sucesión por creerlo hijo de Godoy. Los amantes de Isabel fueron varios, pero el oficial de Ingenieros valenciano Enrique Puigmoltó decisivo, por ser el padre de Alfonso XII. En el proceso de beatificación del padre Claret, confesor de la Reina, que se conserva en el Vaticano, se consignan las evidencias de este hecho. Ya vieja y viviendo en París, se paseaba por los salones de moda, colgada del brazo del gigoló de turno.

Como es sabido, Alfonso XII, que murió tísico, era habitual con el duque de Sexto de los prostíbulos de Madrid y tuvo dos hijos, que se sepa, fuera del matrimonio. Curiosamente, fue un rey constitucional. Su hijo póstumo Alfonso XIII heredó la rijosidad de la familia. Alfonso XIII tuvo cinco hijos bastardos. Tuvo una relación con la aristócrata francesa Mélanie de Gaufrydi de Dorton en 1905, como consecuencia tuvo un hijo Roger Leveque de Vilmorin. Mantuvo una relación muy larga e intensa con la actriz Carmen Ruiz de Moragas. De dicha relación nacieron dos hijos, la primera fue María Teresa Ruiz Moragas en 1925 y Leandro Alfonso Ruiz Moragas 1929. La justicia española sentenció ante la reclamación de Leandro, el 21 de mayo de 2003, que pudiera usar el apellido Borbón y así paso a llamarse Leandro Alfonso de Borbón Ruiz. Además tuvo dos hijas más. La primera, fue con una de las institutrices de sus hijos, de la que se desconoce el nombre, siendo abandonada la niña en un convento madrileño. La segunda, en 1916, con otra institutriz irlandesa Beatrice Noon, que llevó el nombre de Juana Alfonsa Milán y Quiñones de León. Su primer apellido es tomado por su padre adoptivo, el duque de Milán y el segundo apellido es del embajador de España en Francia.

Devoto de la Virgen y del porno

Aparte de que sea un devoto de la Virgen del Pilar, como se declaraba Alfonso XIII, fue el introductor del cine pornográfico en España, también fue un hábil negociante. Tuvo relaciones con los empresarios que explotaban las minas del Riff y animó a sus generales a las aventuras coloniales descabelladas, como la que acabó el desastre de Annual, en el que perdieron la vida 20.000 soldados, hijos de familias obreras, porque los de familias pudientes se libraban del servicio pagando 1.000 pesetas de la época. Alfonso XIII tenía intereses en el sistema de apuestas de las carreras de galgos. Fue la II República la que desmanteló el tinglado que tenían montado en los canódromos y se presentó una demanda contra Alfonso XIII por estafador. Pero llegó Franco y el proceso se paró, como hiciera Primo de Rivera con las responsabilidades por Annual.

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Esta mujer sorprende cada vez que abre la boca.

La isla Cortegada

Don Juan de Borbón, al que ahora llaman Juan III, dejó al fallecer en 1993, un legado compuesto por propiedades inmobiliarias valoradas en más de 350 millones de pesetas: el chalé familiar de Puerta de Hierro (Madrid), un apartamento en Estoril y parte de un inmueble de oficinas en la Gran Vía madrileña. Pero, sobre todo, el grueso de su patrimonio lo constituían tres cuentas domiciliadas en Suiza, una en Ginebra y dos en Lausanne. En total, cuentas más inmuebles sumarían unos 1.100 millones. De los documentos, se deduce que una cuenta especial "de usufructo", aparecida dentro del conjunto de bienes, podría ser en realidad la cuenta de socorro abierta por Alfonso XIII que refieren varios biógrafos: un depósito creado por el abuelo del rey para suministrar fondos a cualquiera de la familia que atravesara dificultades

Como se sabe, las Cortes de la II República declararon traidor a Alfonso XIII y lo privaron de la paz jurídica, de suerte que cualquier ciudadano que lo hallare dentro de territorio español podría tomarlo preso. Además se incautó de sus bienes personales, si bien previamente el gobierno republicano había permitido que se llevaran las joyas de la Corona (y las que no se llevaron se las envió).  Franco había devolvió  a Alfonso XIII los bienes incautados por la República, incluyendo la isla de Cortegada y los Palacios de la Magdalena en Santander y Miramar en San Sebastián, que en su momento habían sido inscritos como bienes particulares de aquel rey perjuro. Don Juan de Borbón recibió estos bienes "pro indiviso" dentro de la herencia de su padre e hizo con ellos lo que nos es conocido.

 La isla de Cortegada fue vendida a una sociedad compostelana, cuya cabeza visible era un conocido abogado de Santiago, perteneciente a su propio consejo privado.  Lo escandaloso es que le venta se escrituró en 68 millones de pesetas, cifra realmente ridícula. Los promotores pretendían repetir en Cortegada el fenómeno de A Toxa: se preveía un gran completo de lujo y, eso sí, una residencia privada para el desocupado pretendiente. De este modo se trataba de remedar la voluntad de los generosos donantes gallegos, quienes en su día adquirieran la isla para que Alfonso XIII se construyera aquí un palacio de vacaciones que contribuyera el desarrollo de la comarca. Los promotores amigos de don Juan pretendía cobran una indemnización 200 veces superior al precio de compra de la isla. Finalmente, la Xunta de Galicia la expropió para incluirla en el patrimonio público de las Islas Atlánticas, pagando por ella 1,8 millones de euros, casi 300 millones de pesetas y más de cuatro veces el precio en que Don Juan enajenara lo que los gallegos regalaran “por suscripción popular” a Alfonso XIII. @mundiario

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