Los españoles están cada vez más abrumados por el bombardeo de la derecha mediática

El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy.
El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy.
La manipulación informativa de la derecha descalifica a parados y becarios, mientras oculta las grandes ayudas públicas que favorecen a las clases privilegiadas, según explica este columnista político.
Los españoles están cada vez más abrumados por el bombardeo de la derecha mediática

Abrumados por el bombardeo de la derecha mediática (que, en estos momentos, representa la inmensa mayoría de los medios convencionales de comunicación en España), no resulta nada fácil equilibrar las campañas de manipulación informativa con las que se pretende justificar las medidas más impopulares que adopta el Gobierno en su batalla contra la crisis (teóricamente, claro, porque, en la práctica, parece más bien que combate a favor de la crisis).

Como la insistencia manipuladora es mucho más poderosa que las limitadas resistencias rectificadoras, se extiende entre la opinión pública una difusa convicción de que todos los políticos son iguales (corruptos todos, por supuesto), que los parados son vagos crónicos que prefieren vivir del subsidio en lugar de buscar trabajo, que los funcionarios no son menos vagos y además hay demasiados, que las comunidades autónomas son los principales focos del despilfarro público y que ese despilfarro es la causa casi única de la crisis financiera que nos agobia.

Otra lectura interesada es la que solo lee las subvenciones que reciben, por ejemplo, los partidos políticos, los sindicatos, los jornaleros, la investigación científica, las actividades culturales o las de cooperación. Con técnicas de lectura discriminadamente rápida, olvidan las ayudas públicas que reciben, por ejemplo, la patronal, las grandes empresas, los terratenientes, la iglesia católica y hasta las fundaciones privadas desde las que los ideólogos neoliberales predican contra las subvenciones y el intervencionismo estatal.

Olvidan, por ejemplo, que todos los estudios universitarios están subvencionados, que las tasas –aún con las últimas subidas– no llegan a cubrir ni siquiera la tercera parte de los gastos de las universidades. Cualquiera de los alumnos que se permiten suspender y repetir cursos, porque tienen recursos para pagar las tasas, consume mucho más dinero público que lo que puede representar la beca más generosa. Y en lugar de justificar los recortes por las penurias derivadas de la crisis –y tratar de distribuir más o menos equilibradamente las rebajas de los recursos entre becarios y repetidores–, montan una argumentación delirante sobre esfuerzo y excelencia para elevar la nota de acceso a las becas (y no al resto de los universitarios subvencionados). Una argumentación que trasluce la impresión de que esta decisión, en realidad, tiene poco que ver con la crisis, aunque la tome como pretexto. Parece más bien encaminada a restablecer el “orden natural” (clasista, por supuesto) en el acceso a la Universidad.

Ese parece ser el verdadero objetivo general de las diversas reformas que se promueven en España y en el conjunto de la Unión Europa aprovechando la recesión económica: recuperar lo que la derecha gobernante considera el orden natural de las relaciones de poder, eliminando en apenas unos años las correcciones de las desigualdades más chirriantes conseguidas en los dos últimos siglos. De manera que, cuando quede “saneado” el sistema –es decir, libre de cargas sociales y de derechos laborales, nuevamente vencido y desarmado el “enemigo” reivindicativo–, pueda decretarse el final de la crisis y el comienzo de una nueva era de próspera explotación salvaje.

Los manipuladores ya empiezan a entrenarse para el anuncio de la buena nueva con la premonitoria visión de luces al final del túnel.

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