Recordando el magnífico texto ‘Populismo contra democracia’

Francesc de Carreras. / Youtube
Francesc de Carreras. / Youtube

Dicho artículo se publicó en abril de 2015 en El País y obtuvo el Premio Mariano de Cavia otorgado por el periódico ABC en junio de 2016. Su autor, Francesc de Carreras, profesor de Derecho Constitucional.

Recordando el magnífico texto ‘Populismo contra democracia’

En estos días de campaña electoral ya en fase final y a punto de que muchos ciudadanos españoles acudan a las urnas el domingo 26 de junio a votar por su candidato preferido o su partido político que más cree representarle, me viene a la mente un magistral artículo escrito por Francesc de Carreras, profesor de Derecho Constitucional que lamentablemente no se publicó en MUNDIARIO, lo hizo en El País en abril de 2015. En junio de 2016 ganaba el Premio Mariano de Cavia otorgado por el periódico ABC y que reconoce el artículo o crónica con firma o seudónimo habitual, publicado en papel y/o soporte digital.

El susodicho artículo se titula Populismo contra democracia y es una excelente reflexión y explicación de lo que significa el populismo. En una entrevista reciente el autor, Francesc de Carreras se reafirmaba en todo lo escrito explicando que “basta con ver todos los cambios que ha introducido Podemos en su discurso. Hace dos años se presentaron a las elecciones europeas como antisistemas, defendiendo la salida de Europa, el no pagar la deuda pública... También decían que Syriza era el modelo a imitar y ahora se presentan como socialdemócratas, casi como el ala renovadora del PSOE. Yo creo que no hay que hacer caso de lo que dice el populismo porque lo único que quiere es llegar al poder y, una vez desde el poder, hacer los cambios que a ellos les convengan. Cambios que nunca serán los que han dicho antes de llegar al poder.”

Con su claridad habitual, el profesor de Derecho Constitucional explicaba lo que muchos ya saben del partido liderado por Pablo Iglesias y los partidos locales que confluyen con Podemos, toda una amalgama de colores en distintas ciudades con el mismo denominador común: ocupar el Estado, hacerse con el poder. Como muy bien calificaba Rafael Torres en un artículo publicado en MUNDIARIO hace unos días: “Los dirigentes de Podemos son yonquis del poder”.

Lo que Francesc de Carreras explicaba en su premiado y muy leído artículo es que “el populismo es una degeneración progresiva de la democracia misma y, si llega a ganar unas elecciones, siempre intenta hacerse con todo el poder del Estado y cambiar las reglas del juego político para instaurar un sistema distinto que, probablemente, ya no puede ser denominado democrático.” El populismo -da igual de derechas o de izquierdas-, como el español con Podemos, el de Donald Trump en EE UU o el de Nicolás Maduro en Venezuela, por poner algunos ejemplos, utiliza argumentos sencillos para llegar a la gente. Gente, ciudadanos, hartos de la crisis económica y de la corrupción política. Estos dos factores han creado a Podemos, como si la crisis fuera papá y la corrupción mamá y de ellos naciese, en este caso, Podemos. Un hijo que expone sus teorías contraponiendo los malos a los buenos. Los malos: la casta, los buenos: el pueblo. Es muy sencillo de entender, requiere de poca reflexión y por tanto fácil de tragar. Eso repetido hasta la saciedad hipnotiza a los ciudadanos y les lleva como zombis a las urnas a elegir la papeleta, en el caso español, la de Unidos Podemos.

Lo común a todo populismo no es una ideología substancial —derechas o izquierdas, por ejemplo— sino una estrategia para acceder y conservar el poder, lo cual le permite cobijar ideologías muy distintas, siempre que coincidan en que la causa de todos los males es una y sólo una, sea el zar o el rey, la propiedad, la religión, la oligarquía financiera, las élites políticas o la opresión nacional. Siempre debe ser una causa simple, emocionalmente sencilla de entender y racionalmente difícil de explicar con buenos argumentos”, escribía Francesc de Carreras en su artículo.

Entonces la pregunta que también plantea Carreras es si hay causas para el cambio y la respuesta es sí, claro que sí pero “la cuestión es si este cambio debe consistir en una reforma del sistema o en una ruptura del mismo.” Ahí tenemos a otro partido calificado de nuevo como es Ciudadanos que apuesta también por un cambio, como Podemos (ahora Unidos Podemos), pero a través de una reforma del sistema, ahí estriba la diferencia entre unos y otros. Unos quieren reforma otros ruptura, entendiéndose esta última por empezar de nuevo en vez de arreglar lo que está estropeado.

Vuelve a ser claro Carreras: “Ciertamente, el populismo, con sus pretensiones de radicalidad democrática, lo que quiere es cambiar el sistema de raíz aplicando unos criterios muy simples. Se trata de contraponer los malos a los buenos: el mal está en las élites, el bien en el pueblo.” Y vuelve a acertar al escribir: “No hay que darle muchas vueltas a la cuestión, resolver el problema es sencillo: basta con que gobierne el pueblo y deje de gobernar la casta, hay que sustituir la una por el otro.”

Llegados a este punto, muchos lectores habrán pasado a otro tipo de lectura más consecuente con sus ideas, se habrán ido a alimentar su cerebros con aquello que les gusta oír, ese discurso populista que desmonta de cabo a rabo Francesc de Carreras en su artículo y para el que solo hace falta despojarse de prejuicios para darle la razón absoluta. Y es que hay otra explicación muy certera en su texto: para los populistas “no basta con tener representación en el Parlamento, ser oposición, coaligarse con otros partidos, en definitiva, hacer política: es preciso ocupar el Estado, hacerse con todo el poder, no en vano es el verdadero representante del pueblo.” Pero lo que obvian descaradamente estos discursos populistas ya sean escuchados en España o en Estados Unidos, por ejemplo, es que “la democracia no es sólo el poder del pueblo sino, además, un sistema orgánico de controles mutuos. Las decisiones políticas no son producto de una sola voluntad sino de un proceso en el que actúan voluntades diversas con funciones —legislativas, ejecutivas y jurisdiccionales— muy distintas. Para la democracia el Estado es un engranaje complejo, un instrumento cuyo único objetivo es que las personas sean libres e iguales. Para el populismo, el Estado es un instrumento que conoce previamente cuáles son los intereses del pueblo y, por tanto, no necesita debates ni controles para garantizarlos.”

Y para terminar, un titular: El modelo democrático es liberal, mientras que el populista tiende a ser totalitario.

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