En España, la doctrina política se imparte sobre todo en televisión

Pantallas de televisión.
Pantallas de televisión.

Vivimos una época difícil, compleja. Economía, sociedad e instituciones autonómicas están afectadas por gérmenes cuya eliminación precisa  unidad y comedimiento. No vale todo, ni siquiera cualquier cosa.

En España, la doctrina política se imparte sobre todo en televisión

España ha llegado al punto de la lucubración, del azar. Se equivocan los expertos en sociometría, patinamos los analistas y disparatan los políticos. Cuando la muestra estadística es esquiva o suspicaz resulta imposible predecir el comportamiento social. Si cualquier analista se rinde al sentido común en lugar de hacerlo a su instinto (que tampoco asegura el acierto), está alimentando un fallo rotundo. La encarnadura política, a su vez, está constituida a base de errores u olvidos. Creo, sin embargo, que gran parte de la anomalía emana del ciudadano, poco dado a examinar hechos y tasar ofertas. El resto concierne a los medios de comunicación que han usurpado un púlpito espurio pero rentable. Hoy, la doctrina política se imparte sobre todo en televisión. Han conseguido crear mentes desideologizadas y sectarias; una conciencia social dogmática, por tanto maniquea.

Semejante marco intelectivo (nada que ver con aspectos o reflejos culturales), agravado por una crisis pertinaz, ha permitido el asombroso ascenso de Podemos. Pese a tales considerandos, y a otros maleados por los medios, España es el único país que ofrece un Parlamento donde el marxismo radical, olvidada su depravación, brinda cuantiosa muestra. Ni Grecia ni Portugal. Lideramos el insólito  honor de acelerar el vehículo que nos lleva al desastre económico e institucional. La izquierda griega o portuguesa no tiene nada que ver con el marxismo aborigen cuyas propuestas, por suerte superadas, quedaron ancladas a principios del siglo XX en toda Europa, salvo Francia e Italia que se extinguieron al ocaso. Actualmente partidos comunistas democráticos, con entidad, solo existen en Grecia, Portugal y España. Podemos es punto y aparte, pese a la influencia que ejerce sobre Izquierda Unida. Sus referentes cercanos son Venezuela y otros países sudamericanos sumidos en la miseria. 

Nuestro PSOE no puede homologarse con la socialdemocracia europea, aun formando parte del mismo grupo. Abandonó el marxismo en el XXVIII congreso, pero Zapatero ayer y hoy Sánchez confunden al personal con gestos muy preocupantes que pueden impedirle ganar confianza entre inversores foráneos y electores patrios adornados de compostura, al menos. Lamentablemente se constata que la apetencia ilimitada obnubila mentes y voluntades. Bien es cierto que el señor Sánchez no necesita sardinas para beber vino, al decir del refrán. Su asiento al frente del PSOE pende de un hilo, pero lo grave no pasa por su situación personal sino por la suerte de España, de su partido y del Mercado  Común Europeo. Sopesando pros y contras, el Comité Federal debiera tomar medidas urgentes para sanar unas siglas agonizantes e incluso en auténtico peligro de desintegración.

La Europa del euro, del Estado de bienestar, rechaza los populismos totalitarios, fascistas, sean de izquierdas o de derechas, ya en solitario ya en comandita con partidos ahítos de pedigrí democrático y que equivocadamente les afeitan los apéndices tiránicos. Nadie duda del papel necesario, protagonista, gestor de populismos, ejercitado por el liberalismo y la socialdemocracia cuando abanderaron la corrupción durante prolongados periodos. Euroescépticos ingleses, Frente Nacional francés, movimiento V-Day de Beppo Grillo italiano y Syriza griego son arrebatos de respuesta ciudadana. No obstante pasar de una A purulenta a la Z intransigente, asimismo presunta milagrera, es temerario. Sospecho que faltan conocimientos matemáticos y sobra candidez. Quien mejor puede ofrecer argumentos de peso, incontestables, es la Historia, esa guía relegada, a cuyo olvido y menosprecio dedicamos los mayores esfuerzos.

Vivimos una época difícil, compleja. Economía, sociedad e instituciones autonómicas están afectadas por gérmenes cuya eliminación precisa  unidad y comedimiento. No vale todo, ni siquiera cualquier cosa. A pesar de la notable culpa que cargan PP y PSOE, Ciudadanos puede ser el estimulante preciso para restaurar el edificio nacional. Consiste en limpiar la vida pública, restituir lo distraído y remozar la democracia junto a sus instituciones. Además, deben blindar (raro concepto) las libertades individuales. A Pedro Sánchez le entra el juicio de una vez o, los llamados barones, deben propiciar cuanto antes su caída. España y el PSOE lo agradecerán en poco tiempo. Hago votos para que el mismo vendaval se lleve también a Rajoy.

Es muy probable que a estas alturas esté todo el pescado vendido. Lo contrario significaría la puntilla para este país. Solo el resurgimiento extraño de UPyD y la honda meditación de Izquierda Unida pudieran ser el antídoto que necesitaríamos para mitigar un ascenso injustificado, expuesto, de Podemos. Si así fuera, aunque mi reflexión -a fuer de sentida- llegara tarde no quito ni una coma de lo expuesto y de lo mucho que callo, en forma y contenido, porque prefiero el estilo amigable amén de la concordia cuando todavía no está todo perdido. Pero… cuidado con  decepcionar más. Podemos os lo recompensará y nosotros os lo demandaremos.

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