Ramón Jáuregui: “El plan de reconstrucción es un paso extraordinario hacia la Europa solidaria”

Ramón
Ramón Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica. / Mundiario
La Fundación Euroamérica comparte la entrevista a su presidente en el programa Atalayar de Capital Radio.
Ramón Jáuregui: “El plan de reconstrucción es un paso extraordinario hacia la Europa solidaria”

Ramón Jáuregui, el que fuera ministro de la Presidencia de España de 2010 a 2011 abordó el proyecto de reconstrucción europeo, el impacto del coronavirus en América Latina, epicentro en estos momentos de la pandemia, y la tensión racial en Estados Unidos, tres temas que marcan la agenda internacional en la actualidad.

– ¿Cómo ve Europa en esta situación de reconstrucción a la que estamos ya abocados? 

– Muy ilusionado, sinceramente. Al principio de la crisis de la pandemia, Europa reaccionó mal, hay que reconocerlo. Hubo una falta de coordinación muy acusada en el cierre de fronteras, falta de solidaridad con Italia y falta de coordinación para la compra del suministro sanitario necesario. Hubo una Europa inexistente. Durante los días iniciales, en marzo y abril, los comentarios eran tremendistas, casi catastróficos, sobre el futuro de Europa, anunciando que una Europa que era incapaz de reaccionar ante la crisis era una Europa en riesgo de quiebra. Afortunadamente, eso ha provocado un incremento de la conciencia y de la preocupación en todas las esferas, en todas las cancillerías y, desde luego, en la Comisión y Parlamento Europeos, hasta tal punto que hoy la respuesta es una respuesta formidable. Creo que el plan de la reconstrucción -que será aprobado por el Consejo Europeo durante los días 18 y 19 de junio cuando se reúnan los jefes de Estado y de Gobierno en Bruselas- es un paso extraordinario en lo que llamaríamos la federalización de Europa, la Europa mutual, la Europa solidaria. Primero porque es un plan anticíclico, a diferencia del que se adoptó en 2010 con la crisis del Euro, que fue procíclico y obligó a los países del sur a una austeridad que aumentó nuestras propias recesiones económicas. El de ahora es anticíclico, claramente. Segundo, es contundente. Hay que incorporar a los 750.000 millones de euros todo lo que ya había previsto la Comisión Europea, el Banco Europeo de Inversiones, el MEDE y el Banco Central. Tercero, es un plan asimétrico, porque va en beneficio de los que más han sufrido, lo que muestra la solidaridad. Y la solidaridad es la muestra de la unidad. Creo que, por primera vez, Europa ha elaborado un plan que va a tener soporte en el soberano europeo, porque mutualiza en los mercados la emisión de obligaciones y de bonos para proveerse de esa cantidad enorme de dinero, pero en nombre de toda Europa. Además, lo soporta en una fiscalidad propia con nuevas figuras fiscales. Todo esto cambia la naturaleza de la Unión Europea y le da una dimensión de integración, de Europa como país, que nunca habíamos tenido.

– Europa se la jugaba porque los ciudadanos necesitaban una respuesta, en un escenario marcado por el Brexit, la inacción en la crisis económica de 2007-2008… Por lo que hay que tener en cuenta que habrá que justificar cómo se gasta el dinero recibido, sobre todo de cara a la postura más reacia de los países del norte.

– Nadie puede pensar que los Estados no van a rendir cuentas. Ese dinero, que es muy importante -en España pueden llegar hasta 140.000 millones de euros, un 13-14% del PIB- viene condicionado a proyectos que respondan a lo que se ha denominado “la nueva generación europea” y, por lo tanto, ser líderes en cambio climático, en el cambio digital y en el fortalecimiento de los servicios públicos, fundamentalmente el sanitario. Pero además de eso, no va a evitar que cada país tenga que hacer su propio esfuerzo, porque va a responder a una lógica de estabilidad monetaria. Los países tendrán que mantenerse en una línea de rigor, de seriedad, de control presupuestario. Creo que es muy importante la pregunta porque da cuenta de algo que en España no está lo suficientemente interiorizado: más allá de las ayudas europeas, harán falta aportaciones nacionales y habrá que mantener una senda de esfuerzo colectivo como país. Esto va a implicar también que el Gobierno tenga que convencer a la ciudadanía de que el esfuerzo colectivo es necesario, porque, primero, España lo va a necesitar y, segundo, Europa lo va a exigir.

– El foco de la pandemia está golpeando en estos momentos a América Latina… ¿Qué va a necesitar esta región de Europa para su reconstrucción?

– América Latina no tiene ningún elemento supranacional que le pueda ayudar. Todo eso que Europa nos va a dar en términos anticíclicos y asimétricos es posible porque existen las instituciones europeas: un Banco Central, una Comisión Europea… En América Latina no hay nada de eso y, además, la capacidad fiscal de los Estados es muy limitada. Son países fiscalmente muy débiles: van a gastar lo poco que tienen en el saneamiento más urgente. ¿Qué capacidad económica tienen los países que no pueden recurrir a los mercados, porque no tienen credibilidad? América Latina necesita que la comunidad internacional, financieramente hablando, cree una respuesta en términos de ayuda especial, para los países pobres y de renta media, que también tienen la necesidad de invertir, de llevar a cabo una política keynesiana, para evitar que las empresas cierren y los parados puedan cobrar. Todo esto requerirá, probablemente, que el Fondo Monetario Internacional emita unos derechos especiales de giro, o algo semejante, para poder prestar en torno a 1 billón de dólares a los países de América Latina. Pero, desgraciadamente, es Estados Unidos quien mueve el FMI y no está mostrando sensibilidad alguna para poder prestar esta ayuda. Por eso Europa debe moverse, con España a la cabeza. Soy muy exigente al respecto: si somos amigos de América Latina, que es una región fundamental para la política exterior europea, como se ha reivindicado desde aquí, tenemos que ayudar en este momento. Es imprescindible. Además, la ayuda del FMI podría ir acompañada de la posibilidad de que los bancos multilaterales de desarrollo, como CAF, BID o el Banco Europeo de Inversiones, pudieran crear un fondo de ayuda dedicado a la construcción de determinadas obras de infraestructura imprescindibles para la conectividad de América Latina. Si pensamos solamente en la necesidad moral de desarrollo de esos pueblos para el futuro, ya es razón suficiente, pero si además pensamos en términos geopolíticos, y descubrimos que los europeos no estamos a la altura, China nos va a desbancar de nuestra presencia en América Latina, y esto es una razón más que añadir a la de justicia moral.

– CAF ha dispuesto de más de 2.500 millones de dólares para afrontar la pandemia… Hoy el Banco Mundial ha advertido de que el coronavirus llevará al mundo a la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, con un desplome del 5,2%. ¿Esto podría hacer reflexionar a la Administración Trump para la vuelta a la cooperación y al multilateralismo?

– Creo que eso no les va a sensibilizar. Además, y desgraciadamente, sabemos que son insensibles a un argumento muy poderoso: los países latinoamericanos van a sufrir más todavía porque dos de sus sectores más importantes son el turismo y las remesas. No olvidemos que para algunos de ellos las remesas suponen hasta un 25% de sus ingresos fiscales, como ocurre en El Salvador. Entonces, sobre esos países, en los que no hay ningún margen para poder afrontar el periodo que viene, la Administración Trump no ha sido sensible para movilizar al FMI y que emita, como han pedido varios expresidentes latinoamericanos y exgobernadores de bancos internacionales, paquetes de ayuda. Si estos países no pasan los dos próximos años con una ayuda keynesiana de esta naturaleza, se van a hundir. No confío en absoluto en que la Administración Trump cambie de posición, pero sí tengo la esperanza de que los europeos seamos capaces de tocar esa puerta y reclamar, tanto al FMI como al G20 y al Banco Mundial, una acción mucho más potente para América Latina porque nos estamos jugando mucho.

– Sobre el estallido de las protestas en Estados Unidos, ¿cuál es su visión?

– En primer lugar, se produce una reacción muy sana. Creo que moralmente la sociedad en general y la norteamericana en particular tienen la necesidad de superar este sentimiento racista contra la población negra que ha inundado la historia americana. El segundo elemento interesante a tener en cuenta es que surge un sentimiento colectivo en todo el mundo contra el racismo, y esto, además, podría tener una influencia positiva en el proceso electoral estadounidense. No olvidemos que el mundo entero está pendiente de lo que pase en noviembre [elecciones presidenciales], por todo lo que se examina: la guerra comercial y tecnológica con China, el futuro de América Latina, el futuro de la OTAN, las relaciones con Europa, etcétera. Y lo que parecía una victoria clara de Donald Trump, puede no serlo, debido a la pandemia y a este brote de protestas contra un presidente que ha tenido una nefasta gestión del movimiento antirracista americano.

– El hecho de que Trump haya respondido con un tic autoritario al estallido social es lo que ha despertado la indignación en el mundo… 

– Desde luego, y no es solamente el tic autoritario, que, por supuesto, está ahí, sino también la reafirmación de su electorado, de su mundo. La reiterada apelación a la ley y al orden, en el fondo sin condenar el racismo contra los negros es, el fondo, un grito de supervivencia de su propio electorado, más reaccionario, blanco y cabreado, antiestablishment… Y a ese mundo, él se ha dirigido con ese discurso. Nadie sabe muy bien qué efectos tendrá, pero muy probablemente ha perdido ya el voto del electorado negro y ha acentuado también el antitrumpismo en Estados Unidos. Hoy puede decirse, sin duda, que Joe Biden tiene más posibilidades de ganar los comicios que hace un mes. @mundiario

Comentarios