Rajoy debió irse y debería irse pronto pero antes tiene que afrontar la insumisión

Felipe González.
Felipe González.

Cataluña es una hoguera. Son tan altas sus llamas que Felipe González las ha visto desde Grecia. “¡Es lo que más me preocupa en cuarenta años!”, ha dicho con garganta profunda el ex presidente que más audio concita.

Rajoy debió irse y debería irse pronto pero antes tiene que afrontar la insumisión

No hay más cera que la que arde y Cataluña es una hoguera. Son tan altas sus llamas que, mire usted por donde, Felipe González las ha visto desde Grecia. “¡Es lo que más me preocupa en cuarenta años!”, ha dicho con garganta profunda el ex presidente que más audio concita. Claro que Aznar permanece mudo –¿por qué será?– y Zapatero continúa en su constreñida luna de Valencia. Son los ex jefes de gobiernos que las vieron venir. ¿No sabían los anteriores ejecutivos de la democracia que las cerillas que contenían competencias como la de Educación, y no solo Educación, incendiarían tarde o temprano el mapa autonómico a partir de las comunidades históricas? Hablábamos en concreto de Cataluña y, con otras palabras, me lo dijo Alfredo Pérez Rubalcaba durante un almuerzo en Moncloa pocos días después de la primera victoria electoral de Aznar. Lo dijo entonces, porque años después, cuando los socialistas recuperaron el poder, el Ejecutivo de Zapatero abonó con creces las exigencias del nuevo Estatut.

Pero, como diría Winston Churchill, no malgastemos el presente tratando de juzgar el pasado si no queremos perder el futuro. Son muchos los que piensan que Mariano Rajoy dilapida el tiempo deshojando entre momias la margarita de su suerte. Casi todas las opiniones son válidas y todas son discutibles, aunque llegados a este punto es preciso renegar de toda actitud partidista, populista e irresponsable encaminada a derruir a quien en este momento ostenta la gran responsabilidad de defender y hacer defender la Constitución.

Rajoy debió irse y debería irse pronto –he escrito en esta ventana de MUNDIARIO, y en otras, lo que pienso sobre su gestión–, pero antes tiene que afrontar, y derrotar, con la Ley en la mano y el apoyo de cuantos se declaran defensores de nuestro sistema democrático, la insumisión provocada por el Gobierno de la Generalitat.

El presidente Rajoy es como es, pero no es un botarate, y, aunque a veces parezca que está en Babia, sabe que la situación empeora, que los secesionistas ocupan las instituciones catalanas, movilizan a la ciudadanía adscrita a la manipulación y subyugan con amenazas a los que creen en el orden constitucional. Sabe que casi cuarenta millones de españoles aguardan con enorme inquietud lo que suceda el 1-O y el día después. Sabe que no le queda otra, y debe saber que, ocurra lo que ocurra, ya nada será lo mismo. De todos depende; en primer lugar, de quienes fueron elegidos en las urnas.

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