¿Quién recuerda lo que sucedió el día 18 de noviembre de 1976?

Cortes franquistas.
Cortes franquistas.

No podemos olvidar la disolución de las Cortes franquistas y el Consejo General del Movimiento, en un acto voluntario, respetando la ley, perdiendo privilegios y estatus y pensando en el futuro.

¿Quién recuerda lo que sucedió el día 18 de noviembre de 1976?

No podemos olvidar la disolución de las Cortes franquistas y el Consejo General del Movimiento, en un acto voluntario, respetando la ley, perdiendo privilegios y estatus y pensando en el futuro.

Mantengo en el recuerdo el azaroso año 1976, con las dudas de muchos, el temor de la mayoría, la inercia de los resistentes, la buena voluntad de quienes pensaban en el futuro, el rencor, el  deseo de represalia,... A todos nos unía la preocupación por el  futuro, la paz y la concordia, el entendimiento, la superación del pasado. Y pesó más el afán por el futuro que el pasado  y la esperanza  se sobrepuso al rencor y la revancha.

Más de una vez  he sentido la tentación de dar mi opinión sobre este período fundamental en la Historia de España, pero siempre me ha detenido el temor a ser tachado de nostálgico, como calificativo más suave. Los años, naturalmente tengo 39 años más, me conceden una libertad de la que hoy quiero hacer uso.

Nada de nostalgia; soy consciente de que somos consecuencia de la historia nuestro país y de nuestra familia y, en consecuencia, es absurdo renegar del pasado, aunque no nos guste, porque sin él no seríamos, no estaríamos. Todo lo que pasó, bueno y malo, nos ha permitido llegar hasta aquí.

Desde la denostada legalidad vigente en ese momento, con la tolerancia de unos y la generosidad de otros, el día 18 de noviembre de 1976 las cortes franquistas aceptaban su disolución al aprobar la Ley de Reforma Política con 425 votos a favor, 59 en contra y 13 abstenciones; previamente, el Consejo Nacional del Movimiento la había informado favorablemente por 80 votos favorables, 13 en contra y 6 abstenciones, sabiendo los consejeros que estaban renunciando a privilegios, halagos y a una época que no permitía la marcha atrás.

Y encendimos el cirio de una convivencia posible, con una luz tenue, vacilante, sensible a cada ráfaga de viento, derramando lagrimones de cera que quemaban en las manos y nos hacían dudar de ese futuro esperanzado, ilusionante. La aprobación de la Constitución dio fuerza a la llama y llegamos hasta hoy, tras superar discusiones territoriales, terrorismo, dificultades económicas, odios viscerales, conatos de regreso al pasado.

> Consejeros y diputados franquistas, hicieron lo que debían hacer, con generosidad, realismo, patriotismo y mirando al mañana. ¿Y si se hubieran enrocado en su estatus?

> Hay que reconocer  que, en su actitud, hubo generosidad y realismo. La mayoría se retiraron con discreción; otros se reconvirtieron, a regañadientes o  convencidos de que existía otro futuro.

Yo me pregunto: ¿es posible hoy una generosidad similar?, ¿cuántos saben retirarse a tiempo y con discreción, sobre todo cuando se han equivocado? El pasado, como escuela, es útil en muchas ocasiones.

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