¿Quién necesita ahora una guerra?
A veces nadar contra corriente es bueno para tonificar los músculos. Y cuando se trata de temas relacionados con el pensamiento, es sano hacer trabajar a las neuronas en la evaluación de las consecuencias últimas de los temas que surgen y que suscitan nuestro interés, porque pueden venir a inquietar nuestra paz mental, e incluso más literalmente –como es el caso de la crisis sobre Ucrania– la paz del mundo que vivimos.
Cuando estaba redactando un artículo sobre otro tema, un amigo me envió un vídeo sobre una rueda de prensa de Putin, donde una periodista de Sky News le pregunta claramente si piensa invadir Ucrania. En la respuesta Putin comienza diciendo que no, pero que dependerá de las circunstancias que se creen. Y esto me hizo modificar mi atención, porque me colocó en el punto clave de lo que puede hacer que nos veamos involucrados de nuevo en una guerra que puede no ser una guerra civil ucraniana, sino una guerra en nuestro territorio europeo, cuyo estratega jefe –incluso aunque envíe armamento y tropas, como lleva haciendo desde hace décadas en otras actuaciones bélicas– está en Norteamérica, a muchos kilómetros de distancia del posible escenario bélico.
En la respuesta de Putin, primero dice taxativamente que no, pero después dice que depende de las circunstancias que se produzcan. Y a partir de ahí repite incumplimientos de palabras dadas por la OTAN en los años 90, cuando se estaba disolviendo la URSS, y cuando Gorbachov estaba negociando con los Estados Unidos y con la OTAN las condiciones del futuro: sobre todo las de la reunificación de Alemania. Afirma que hubo compromisos (dando a entender que verbales) de que la OTAN no se desplegaría más al Este de lo que estaba en ese tiempo. Y así parece que fue la palabra dada por James Baker, entonces secretario de Estado de Bush padre.
Compromisos incumplidos
En el Acta Fundacional Rusia-OTAN, de 1997, se recoge el compromiso de la OTAN a no desplegar tropas permanentes de combate en los países que hubieran pertenecido al Pacto de Varsovia, “salvo que cambiasen las circunstancias” de entendimiento que se daban en aquellos momentos. Y en la cumbre de la OTAN en Gales, en septiembre de 2014 (aun después de haberse incorporado a la Organización Chequia, Hungría y Polonia en 1999, los tres Estados bálticos, más Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia en 2004), se hace hincapié en que “la nueva fuerza conjunta de alta disponibilidad (con 4.000 efectivos) se desplegará en rotación y no de forma permanente”.
Toda esta información, con más datos de análisis, la recoge Andrés Ortega, del Instituto Elcano, en un articulo titulado: “¿Qué le prometió la OTAN a Gorbachov?”. En él, Ortega cita a la catedrática de Historia de la Universidad de California Mary Elise Sarott, que en su artículo titulado “Una promesa rota”, coincide en bastantes afirmaciones con las que el propio Gorbachov detalla en sus memorias.
De ahí que, en la rueda de prensa citada, Putin afirme que, tras las promesas dadas en los 90, ha habido varias oleadas de la OTAN rompiendo los acuerdos, y situando material y efectivos bélicos en el entorno de las fronteras de Rusia.
No. No estoy defendiendo las posiciones de Putin, sino tratando de poner contexto a la situación que nos están haciendo vivir. Quienes ingenuamente pensamos que con los acuerdos propiciados por la caída del muro de Berlín se había acabado la guerra fría y la carrera armamentística, parece que estábamos más que equivocados. Quizá el mayor ingenuo fue el propio Gorbachov, a quien –yo no dudo que por designio de los señores de Occidente– no mucho después hicieron caer para ser sustituido por aquella inconsistente caricatura histórica que fue Yeltsin.
No. La guerra fría no acabó. Nos distrajeron con otras aventuras –bélicas, por supuesto–, como la guerra del Golfo, la invasión de Afganistán, la ilegítima invasión de Irak, la propia invasión de Crimea, o las guerras de Libia, de Siria, de Sudán… O el permanentemente mantenido conflicto en torno a Palestina. Pero en medio de todo eso, y en ocasiones tal vez a través de todo eso, la guerra fría no acabó. Y ahora nos encontramos con que los señores de la guerra están tratando de calentarla de nuevo.
Mirando el vídeo con la rueda de prensa de Putin es cierto que me impresionaba cuando, tratando de cargarse de razón, se quejaba de que la OTAN le había ido llevando los misiles hasta sus fronteras. Y me impresionaba, mientras me preguntaba: ¿para qué? Porque no es agradable que te coloquen armas a la puerta de casa. Y añoraba aquella ingenuidad de Gorbachov, a quien le entregaron un premio Nobel de la Paz como quien premia a un niño con una piruleta.
El mundo no va a ser igual
Y todo esto me hace pensar que, casi con toda seguridad, no habrá guerra. Pero que los señores de la guerra quieren mantener al mundo como si estuviera viviendo una de esas series de éxito en la que se repite tanto lo del líder del mundo libre, y cosas por el estilo. Y me da miedo de que nos hagan creer que la realidad es ésa.
Y me hace sentir que a partir de la situación a la que han llegado, que de alguna manera no tiene retorno, el mundo no va a ser igual: va a ser peor. Porque tal vez condicione a que Rusia y China terminen buscando alianzas para hacerse fuertes, o para defenderse. Y a que Europa tenga que cambiar sus fuentes de suministro de gas, y sus alianzas comerciales, perdiendo autonomía y libertad. Y a que el mundo pierda la posibilidad de ser cooperativo, de que la investigación descuide la opción de ser pacífica y saludable, de que la tecnología no se libere de la sombra de la muerte. Porque una guerra, y la creación de conflictos en los que está presente la sombra de la guerra, al final lo que se instala es la muerte, y el miedo, y los odios, y las venganzas.
Y tengo la certeza de que a Europa no le interesa una guerra. Que lo que le interesa es construir una comunidad cada vez más social, que sepa aportar al mundo un modelo de convivencia, de cooperación, y de un solidario reparto de bienestar social.
Y cuando parecía que habíamos aprendido de los horrores del siglo XX, de pronto los señores de la guerra siembran de inquietud e incertidumbres nuestras vidas. Y nos obligan a tomar partido, porque en el fondo han hecho de nosotros miembros de rebaño. Y a la pregunta del título de esta reflexión, la respuesta que tengo clara es que la Humanidad no necesita ahora una guerra. Que quienes la necesitan son los señores del mundo, para inflar su ego, su poder y sus cuentas corrientes. @mundiario