Por qué los españoles debemos hablar de Afganistán

Joseph Borrell alto representante de la UE para la Política Exterior y Política de Seguridad. / @josephborrellf
Josep Borrell, alto representante de la UE para la Política Exterior y Política de Seguridad. / Twitter.com @josephborrellf

Las televisiones están evitando cuestionar las decisiones adoptadas por los gobiernos occidentales durante los últimos meses que han llevado al paseo militar talibán.

Por qué los españoles debemos hablar de Afganistán

La bochornosa retirada de los países europeos abandonando Kabul desordenadamente, es una imagen engañosa. Una vez disuelto el ejército afgano, más nominal que real, el poder político, un títere con escasa representatividad, carecía de relevancia. La única fuerza real del país además de los talibanes era el Ejército norteamericano. Cuando Biden ordenó la retirada cumpliendo los acuerdos alcanzados por Trump un año antes en Doha, sólo había dos formas de proceder. O bien lentamente, soportando ante las Embajadas aliadas un flujo creciente de demanda de visados, con un efecto llamada que podía alcanzar niveles inatendibles o una evacuación rápida asumiendo que sólo unos pocos miles de afganos podrán ser acogidos en otros países. Es una decisión cruel pero inevitable. Desde el aeropuerto, un bastión militarizado, es más fácil organizar el flujo y cortar cuando sea necesario.

Por eso se abandonaron las Embajadas que no corrían peligro según se apresuraron a declarar los mandos talibanes. Se trataba de cerrar las puertas a los refugiados y por eso literalmente salieron volando en helicóptero. Como en Saigón cuando, como consecuencia asimismo de negociaciones previas en París, las tropas americanas abandonaron la ciudad dejando a miles de personas sin defensa. Muchas de ellas vagaron por los mares en lo que se llamó boat people durante meses y un total de dos millones de vietnamitas huyeron de su país.

EE UU, OTAN, Unión Europea...

Joe Biden, en una declaración lamentable, asumió que la invasión y ocupación de Afganistán no perseguía la creación de un país democrático sino sólo derrotar al terrorismo. Pero si este último objetivo se logró en pocos meses, ¿para qué permanecer veinte años en aquel país con un coste en vidas humanas y recursos económicos gigantesco? Y frustrando las expectativas de millones de personas, en especial de las mujeres y los sectores urbanos. Recordemos que en esa aventura estuvieron acompañados de los Ejércitos europeos a través de dos misiones militares sucesivas. Ahora parece que nadie tenía a su cargo el impulso de instituciones democráticas, la formación de cuadros dirigentes o el desarrollo de una economía moderna. Algo calve: la mitad de lo que produce realmente el país es opio. No sólo el Gobierno de Estados Unidos ofrece una pésima imagen sino también la OTAN, la Unión Europea y todos los países que han participado en la construcción de un espejismo engañoso para los sufridos habitantes de aquel país.

Por eso la pregunta importante no es cuántos afganos serán repatriados sino el número de los que serán rechazados, mucho mayor. Ahora las autoridades españolas y comunitarias se aprestan a disimular el bochorno con una operación de imagen, saludando a niños y mujeres en la seguridad de campamento de acogida en Torrejón, dignándose interrumpir sus vacaciones de estío. Donde no ha habido criterios políticos ni objetivos democráticos, según el Presidente americano ahora tendremos caridad y sobre todo muchas imágenes.

Solamente el Alto Representante de la UE para la Política Exterior, el exministro Josep Borrell, ha reconocido la evidencia de la derrota, añadamos que doble, política y militar. Él mismo reconocía que será necesario seguir ayudando al país aunque vigilando el respeto a los Derechos Humanos. Implícitamente será necesario mantener Embajadas lo que cuestiona de nuevo haberlas cerrado abruptamente.

Si entre las causas que han provocado el colapso de las débiles instituciones afganas, figura la corrupción en lugar preeminente, los países occidentales que tutelaban todo el proceso deberían de haber adoptado medidas. Por el contrario según noticias no desmentidas, parte del Ejército afgano existía sólo en el papel, para justificar el desvío de recursos occidentales en beneficio de los dirigentes locales.

Por todo ello el debate sobre la política seguida interesa a los españoles tanto o más que los gestos humanitarios para acoger a unos pocos cientos luego de abandonar a muchos millones de personas. La oposición, por una vez, debería de ser capaz de elevar el discurso, pues a fin de cuentas también han gobernado durante los años de presencia militar española en aquel país.

No se trata ahora de la debilidad del Gobierno español, que ha actuado como todos los demás Ejecutivos comunitarios, sino del sentido de la OTAN, de la Acción Exterior comunitaria y de la Cooperación al Desarrollo, debatiendo si sólo está para seguidismo de la política imperial estadounidense, si tiene objetivos y agenda propios o si colaboran al  mayor beneficio de quienes han sido contratistas del inmenso volumen de recursos gastado en aquel país: un billón de dólares por parte de Estados Unidos, cuatro mil millones de euros de España y unos cuarenta mil de Reino Unido y Alemania. @mundiario 

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