¿Por qué desprestigian a las instituciones que corrigen al Gobierno?

Tribunal Constitucional de España. / RR SS.
Tribunal Constitucional

Los ataques al prestigio de las instituciones y sus miembros que corrigen actos del Gobierno parece responder a una estrategia bien calculada.

¿Por qué desprestigian a las instituciones que corrigen al Gobierno?

Los habituales partidarios incondicionales del actual Gobierno, a partir del principio de que lo hace todo bien, y que yerran los que lo atacan, critican o cuestionan; o bien porque pertenecen a la caverna, si son periodistas, o a la da derechona o al fascismo, o son, además de esto último, traidores, si pertenecen al PSOE, vienen dirigiendo su artillería con coordinada frecuencia en dos frentes: el desprestigio de los órganos superiores del país, desde el Tribunal Constitucional al Supremo, o la revisión, a partir de la propia negación de aquello que no les gusta, de la propia historia de España, que sólo será cierta, ponderada y verdadera a partir de la Ley de Memoria Democrática y de ahí para atrás.

Todas aquellas sentencias o resoluciones de los órganos jurisdiccionales al nivel que sea, que cuestione, revise o no se acomode a la política del doctor Sánchez, sus acuerdos y alianzas, sus cesiones o sus consecuencias, es porque el Tribunal Supremo, el de Cuentas o el Constitucional son abrevaderos de la derecha que actúan como oposición, dirigida en la sombra por el PP al no tener otro cauce para oponerse a las decisiones del Gobierno de Progreso y sus consocios, aliados o beneficiados. Y, por lo tanto, se dicen y escriben tonterías, cuestionando que los órganos colegiados tomen acuerdo por mayoría, como algo anormal y no democrático.

Todos los órganos judiciales de carácter colegial toman acuerdos o dictan sentencias por mayoría. Por lo tanto, el modo en que proceden en España el Tribunal Constitucional, el Supremo o las Audiencias es lo normal y habitual en todo el mundo. ¿A qué viene comentarlo como algo extraño? Es más, el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, que es el resguardo más severo de la Constitución, es famoso por los votos particulares de sus miembros, como ocurre en España, a la hora de dictar polémicas sentencias. El voto particular expresa una discrepancia o una apreciación de hechos o de la doctrina, pero se impone en este caso el criterio de la mayoría. Por otro lado, el que un órgano judicial esté con mandato prorrogado no es lo deseable, pero ello no reduce la capacidad y legitimidad de sus resoluciones y sentencias, que son igualmente legales. La prórroga de un mandato caducado, como la de los presupuestos del Estado, es una práctica ordinaria, legitima en todos los sentidos. Lo ideal es que las renovaciones se realicen en plazo. Es más, en el caso concreto de España se precisa, a mi entender, que los partidos políticos renuncien a sus prerrogativas y que sean los propios jueces, al margen de los mismos, quienes elijan a sus órganos de Gobierno. Quizá sería conveniente contrastar algunas cosas que se dicen, sobre todo cuando se trata de desprestigiar la legitimidad de órganos del Estado de Derecho que son elementos esenciales de su propia continuidad.

El apoyo al Gobierno

Pero esas acciones tienen un claro fin: apoyar y cerrar filas con el Gobierno, que siempre acierta y contra el que se han aliado todas las fuerzas reaccionarias del Estado para impedir el avance del progreso. Pero la osadía de estos de escuadristas del Gobierno no tiene límites. Ahora se afirma que la historia de España es una patraña y que todo lo que nos fue enseñado o es mentira o fue tergiversado por el franquismo, ya fuera lo que escribieron Américo Castro o Sánchez Albornoz, o cualquier otro historiador que no les baile el agua de sus apriorismos. Uno de estos neo revisores publicaba uno de estos días un artículo alucinante en ese sentido, cuya lectura llevaba a la conclusión de que España no existe ni ha existido nunca como nación, y que todo lo que se enseña a una gran mentira adobada y perfeccionada por el régimen de Franco y que ahora, por fin, vamos a conocer la historia verdadera, empezando por la más reciente en pleno proceso de revisión.

En resumen, se viene a decir que no existe la nación española, sino que existe el Estado español, expresión por cierto de origen franquista, y que éste era el nombre oficial al uso, por no ser república no propiamente un reino, aunque luego Franco lo empleara de nombre ficticio jurídicamente, aunque él, en no pocos sentidos, actuará como un rey. Por eso, el comunista catalán y ponente constitucional Jordi Solé Tura advertía que debía dejar de usarse es expresión de Estado español, porque España era una realidad tangible. El uso del término “nación española” habría de quedar plasmado en la Constitución de 1812 y reafirmado por las Cortes de Cádiz, pero eso tampoco vale.

Decía el profesor Sartori, con respecto al modo en que se forja la personalidad de un pueblo, que determinadas leyendas y tradiciones se convierten en fenómenos socioculturales que configuran y cimentan la personalidad de las naciones como ocurre con las sagas nórdicas o las leyendas artúricas en Inglaterra. Estos osados neo intérpretes tiñen de franquismo todo, incluso el legado de tan reputados republicanos como don Claudio Sánchez Albornoz, sin ir más lejos. Y hasta por lo visto la literatura y el teatro clásicos españoles forman parte de esa gran patraña histórica y quienes la escribieron eran pobres miserentos que ponían la mano a los señores poderosos a cuya sombra vivían, sin que quepa valorar su obra en sí misma, que era, por lo visto, un instrumento de dominación y no de difusión de la cultura, como creíamos. Además, España no sembró América de Universidades, ni tampoco los historiadores más solventes han reconocido el valor de la resistencia española contra Napoleón, ni por cierto éste lamentó haberse equivocado con los españoles (léase “La maldita Guerra de España: historia social de la Guerra de la Independencia”, de Ronald Fraser, Crítica, 2006). Todo lo que aprendimos o nos enseñaron son mentiras, bulos, leyendas….

Pero eso se va a arreglar con la Ley de la Memoria Democrática y las que vendrán. Ahora nos vamos a enterar de verdad. @mundiario

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