¿Puede algo cambiar y seguir siendo lo mismo?

Teseo.
Teseo.

Casi nadie duda de que triunfará una vez más el “argumento aumentativo”. Las heridas, epidérmicas, serán puramente internas y los hechos asentarán una vez más la común e inmutable identidad de la derecha.

¿Puede algo cambiar y seguir siendo lo mismo?

Es esta una eterna discusión filosófica que, como el lector bien sabe, ha afanado a los pensadores desde hace muchos siglos, preocupados por el binomio maldito identidad-cambio. Se la conoce como la “paradoja de Teseo”. En sus viajes, este personaje navegaba en un barco al que se le iban cambiando sus partes de madera gastada, poniendo en su lugar otras piezas de madera nueva: un reemplazo progresivo de materiales. Los filósofos llamaron a esto “argumento aumentativo” y discutieron acremente si la nave resultante podía considerarse la misma nave u otra distinta.

Los atenienses mantuvieron el barco muchos años. Iban reemplazando, con gran prudencia y lentitud, las tablas gastadas por otras nuevas, sin afear ni alterar demasiado la imagen de la nave. El capitán estaba exultante, pues la embarcación, enjalbegada adecuadamente, era o parecía la misma. El motor era idéntico.

El lío podría surgir de  que algún otro capitán o aspirante a tal identidad no tirase a la basura las viejas tablas y tratase de utilizarlas para arbolar otro barco, que seguiría siendo el mismo, con parecida eslora y quilla, aunque con otra tripulación.

Hoy, al cabo de cientos de años, las dos naves acaban de zarpar hacia el mismo destino. Pero casi nadie duda de que triunfará una vez más el “argumento aumentativo”. Las heridas, epidérmicas, serán puramente internas y los hechos asentarán una vez más la común e inmutable identidad de la derecha.

Y Teseo, a estas alturas, devanándose los sesos con algo que está clarísimo. @mundiario

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