El PSOE se hace reconocible en la piel de la ciudadanía

Salvador Allende, el día del golpe de Estado. / Orlando Lagos
Salvador Allende, el día del golpe de Estado en Chile. / Orlando Lagos
Antes de adoptar actitudes maximalistas frente a cuestiones trascendentes para el interés común quizás fuese menester para todos leer y recordar el contenido de algunos  discursos, como por vía de ejemplo, uno del Presidente Allende en México.
El PSOE se hace reconocible en la piel de la ciudadanía

El Partido Socialista Obrero Español, con sus 140 años a cuestas, es con mucho el partido más longevo de la democracia española y uno de los más antiguos de Europa. Nacido de la mano de un humilde tipógrafo gallego don Pablo Iglesias Posse, a lo largo de toda su  historia sirvió el interés de las clases menos favorecidas, incluso en ocasiones, recorriendo vías heterodoxas, haciendo buena la máxima bíblica contenida en Romanos, 11:3, “los caminos del señor son inescrutables”.

Dos monarquías, una república, varios golpes de Estado, una feroz guerra civil, son los caminos por los que hubo de transitar… En sus cunetas dejó muertos, encarcelados, torturados, exiliados, y también años de gobierno y transformaciones sociales. Gobiernos que implementaron cambios transcendentes en la calidad de vida de la ciudadanía, poniendo coto en gran medida a la brecha social propiciada por los sectores reaccionarios. Que cambiaron la faz del país, sin arriesgar su estabilidad…

Cierto que no asaltaron los cielos ni ataron los perros con longanizas. Pero contribuyeron a que los ciudadanos dejaron de ser tratados como perros y pudieron comer longanizas. Cultura, sanidad, educación, servicios sociales, modificaciones en la calidad de vida, mayores niveles de libertad, son las longanizas que obtuvo la ciudadanía. En línea con lo que la socialdemocracia procuraba por toda Europa.

La fiabilidad del PSOE para amplios sectores ciudadanos se expresa en la reiterada frecuencia con que la ciudadanía lo acepta como interlocutor creíble a lo largo del tiempo. Algo que se cimenta no en probetas de laboratorio, brindis al sol, frases fatuas o grandilocuencias, sino en la gestión cotidiana. Se hace reconocible en la piel de la ciudadanía. La prueba del algodón es su supervivencia en tanto formaciones homologas son devoradas por el tsunami populista surgido en  sus extremos y por los efectos demoledores de la Gran Estafa, eufemísticamente llamada crisis.

Pretenderse “relator y autentificador de fiabilidad” de una formación política –máxime si sobre la propia puedan albergarse dudas razonables–, amén de irónico, semeja torpe impertinencia hacia unos electores a los que se trata como menores de edad necesitados de tutoría. Y muestra una grave falta de respeto a aquella ciudadanía cuyo voto pone en valor entre otras razones, que una trayectoria de 140 años, que ni es flor de un día, ni el capricho de un divo…

El PSOE de hoy en sus formas tiene poco en común con el de hace 140 años.  Aceptar esto para gentes con largo recorrido en el mismo no parece raro que se haga difícil de asimilar.  Pero quizá gracias a ello, se deba su utilidad y supervivencia.

Tras 140 años la sociedad es totalmente distinta. Ha cambiado su morfología y sus demandas. Por ello una organización que pretende interpretarla de forma adecuada, debe amoldarse a la nueva situación. Pero el fondo es obligado mantenerlo incólume. El objetivo fundacional. Su identidad de servicio a la ciudadanía. Su vocación social como prioridad, su sentido de la justicia social, su prelación por una ciudadanía culta e instruida, como base de generaciones libres.

Ni todo el mundo envejece bien, ni nadie envejece al gusto de todos. Pero cabe modular la maduración de forma inteligente, aunque no sea fácil ni sencillo. Ilustrativas son unas palabras hace casi cincuenta años de Salvador Allende: “No hay querella de generaciones, hay jóvenes viejos, y viejos jóvenes”. La socialdemocracia española aparenta intentarlo con aceptable pulcritud. Pero esto no debe hacer perder de vista el debate permanente que evite la tentación de apartarse de las razones primigenias.

En un inolvidable discurso en 1972 en la Universidad de Guadalajara (México),  el Dr. Allende invitaba a huir del dogmatismo. “No basta con ir con el Manifiesto Comunista bajo el brazo y creer que por ello se ha asimilado, exigiendo actitudes y criticando a hombres, que por lo menos, tienen consecuencia en su vida”. Apelaba don Salvador Allende al compromiso revolucionario para hacer del mundo,  “un lugar mejor, pero no basado en un cuento de hadas, sino en el esfuerzo y sacrificio de su pueblo mediante la educación, la justa distribución de la riqueza, el trabajo, la igualdad de oportunidades, el respeto, la democracia y la no intervención internacional”.

Antes de adoptar actitudes maximalistas frente a cuestiones trascendentes para el interés común quizás fuese menester para todos leer y recordar el contenido de algunos  discursos, como por vía de ejemplo, este del Presidente Allende en México. @mundiario

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