El protagonismo de Rajoy y del Príncipe de Asturias consiguen imponerse

Felipe VI, rey de España.
El Príncipe de Asturias.

La defensa de la nación española hecha por el Príncipe y de la Constitución por Rajoy dejan en mal lugar a Mas y a Rubalcaba, a quien sus 'amigos' del PSOE le indican la salida.

El protagonismo de Rajoy y del Príncipe de Asturias consiguen imponerse

“Son muchos, son millones, los españoles que cada día batallan para salir adelante con honestidad, con esfuerzo, con valentía y con humildad; ellos son los que realmente hacen de España una gran nación que vale la pena vivir, y querer, y por la que merece la pena luchar”.  Con estas palabras, pronunciadas en Oviedo, con motivo de la entrega de los premios Príncipe de Asturias 2013, el heredero de la Corona, aún sin ocupar las primeras páginas de un gran número de  periódicos, ha conseguido el protagonismo político de una semana en la que las víctimas del terrorismo, la huelga de la enseñanza, la disminución del número de parados, los problemas secesionistas catalanes y vascos, y la metedura de pata de Rubalcaba y Navarro  visitando a Mas, entre otros acontecimientos, parecían destinados a ocuparlo.

Conviene que esas afirmaciones reales no sean flor de un día, porque “muchísimos españoles están dedicando una parte de su tiempo a ayudar a los demás; y son muchos los jóvenes voluntarios que han hecho del compromiso social su bandera… Y dentro de las familias, los más mayores están dando un gran ejemplo de generosidad”. Estas  palabras forman parte del mismo discurso del Príncipe, que, mejor y más claramente, definen la imagen de un país, que ante la pasividad de sus políticos se va paulatinamente fraccionando.

A nadie debiera sorprender, si no todo lo contrario,  que el aspirante a la Jefatura del Estado aprovechara la entrega de  “sus premios” para, con una delicadeza envidiable, diera un tirón de orejas a unos políticos, que pretendiéndolo o no, nos están metiendo en caminos tan fangosos que jamás han de conducirnos al engrandecimiento que para España buscan y demandan los que un día, no lejano, ayudaron a fortalecer las clases medias y medias-altas y hoy, sin buscarlo, al desparecer éstas, engordan las dependientes de la solidaridad en general,  y de Cáritas y Cruz Roja, en particular.

Rajoy y la sentencia

El segundo protagonista de la semana, no por seguir las indicaciones del Príncipe, porque oficialmente aún no las conocía, ha sido Mariano Rajoy. Las circunstancias le han obligado a romper su silencio, y aún acatando, al instante, la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, no ha dudado en calificarla de “injusta y equivocada” y de enviar a sus hombres fuertes del partido a arropar a las víctimas a disposición de las que ahora sí ha puesto el “Estatuto” que les va a permitir, como damnificados, recurrir la libertad y cualquier otro beneficio penitenciario que pudieran concedérseles a sus propios agresores, quizás como arrepentimiento de no haber hecho los deberes, cuando debía, como presidente del Gobierno.

Con estas medidas y el apoyo decidido de los populares a las víctimas en general y a las del terrorismo en particular, ha puesto al PSOE en tal evidencia que a Rubalcaba no le hacían falta las manifestaciones de Gómez y Chacón para recordarle lo difícil que le está resultando mantener el partido al nivel deseado.

Por otra parte, la bofetada de Mas sobre su “tercera vía”, ha sido lo último que le hacía falta al líder socialista para animar a sus “amigos” a pedirle que lo deje porque, si bien en el pasado fue lo suyo, hoy lo de “incansable negociador” no es lo que mejor le define. Rubalcaba, además de esperar la negativa total y absoluta de Mas, debía intuir que con su actitud federalista, le brindaba a Rajoy la oportunidad de recuperar a todos aquellos seguidores suyos que el Tribunal de Derechos Humanos le había apartado.

De hecho, el Presidente del Gobierno tardó muy poco tiempo, cosa nada corriente en el, en responderle categóricamente  que la vehemencia del líder catalán no va a propiciar cambio alguno en la Constitución. Después de todo lo anterior, meterse en el jardín del espionaje americano, con su experiencia en el tema, le sobraba. Le daría más imagen  una llamadita de atención a sus alcaldes andaluces, y del resto de España, para que se abstuvieran de “escraches” y demás numeritos callejeros, porque no es lo suyo.

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