Los pronósticos del FMI, una razón más para animar a los partidos a un pacto difícil

Pedro Sánchez y Angela Merkel. / RTVE
Pedro Sánchez y Angela Merkel. / RTVE
No están los tiempos para insultos, broncas, divisiones y desplantes; máxime tras las previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el panorama mundial de la economía, que son devastadores para todo el mundo: Europa, América Latina y Asia, aunque en menor medida.
Los pronósticos del FMI, una razón más para animar a los partidos a un pacto difícil

El impacto económico de la crisis del coronavirus va a ser de una gravedad marcada, en especial en la eurozona, con un retroceso del PIB del 7,5%, según el informe del FMI “El Confinamiento: La peor desaceleración económica desde la Gran Depresión”. Para España proyecta una caída del 8,0%, un aumento del paro hasta rozar el 21% y una deuda pública que se disparará hasta el 115% del PIB.

Datos similares se prevén para las grandes economías de la eurozona, con recesiones en Alemania (-7,0%), en Francia (-7,2%) y en Italia (-9,1%), mientras que el Reino Unido sale mejor parado (-6,5). También América Latina sufrirá, con una caída en México (-6,6%), Argentina (- 5,7%), Brasil (- 5,3%), Perú y Chile (- 4,5%), así como Colombia (- 2,4%). Venezuela es el país que peor lo tiene (-15,0%), con una inflación desbocada en torno al 15.000%.

Si en el segundo semestre del año se llega a controlar el coronavirus, la proyección es que el PIB de la eurozona crezca el próximo un 4,7% y el español un 4,3%. Pero si el azote sigue hasta 2021, el PIB mundial puede caer nuevamente un 8% y la recuperación ralentizarse en los años siguientes. Ni qué decir de las consecuencias que tendría para el paro y déficit público.

Con razón, la directora general del Fondo, Kristalina Georgieva, sentenciaba hace poco: “Es la hora más oscura para la humanidad. Nos enfrentamos a una crisis nunca antes vista en la historia”. Con razón, todas las instituciones internacionales abogan por inyectar tanto dinero como sea necesario para parar dentro de lo posible las enormes consecuencias sociales y económicas de la pandemia.   

Y con razón, los gobiernos en todo el mundo se enfrentan a un dilema de gran magnitud: hasta cuándo el confinamiento casi total en tiempos de esta emergencia sanitaria y desde cuándo medidas para recuperar la normalidad, de forma paulatina y controlada, en la educación, en el ámbito de la convivencia ciudadana y en la actividad económica. Parece que les va a ser más fácil encontrar una salida de este dilema, con apoyo mayoritario, a gobiernos cuya gestión de la pandemia es valorada positivamente por sus ciudadanos. Valgan ejemplos de tres continentes: 

Corea del Sur, donde el presidente Moon Jae-In acaba de ganar las elecciones legislativas de forma convincente. En opinión de los expertos, porque consiguió mantener en jaque el virus con medidas que incluyeron un amplio número de pruebas en la población, el uso de tecnologías avanzadas para detectar a los sudcoreanos infectados y ponerles en cuarentena domiciliaria, una gran transparencia de todas sus actuaciones y una excelente política de comunicación. 

O Perú, donde el presidente Martín Vizcarra cuenta con una rotunda cuota de aprobación en estos meses de crisis: según el instituto de opinión Datum Internacional, consiguiendo un respaldo del 90% por parte del sector empresarial. Su ministra de Economía, María Antonieta Alva, hasta le supera, aunque por muy poco. Parece que el mensaje de confinamiento ha calado hondo, a pesar de ser un país muy complicado por su geografía de costa, sierra y selva, su infraestructura de telecomunicaciones subdesarrollada, sus desequilibrios sociales y el gran peso de su economía sumergible.

O Alemania, donde un 80% de sus ciudadanos aprueban la gestión de la crisis del coronavirus llevada a cabo por la canciller Angela Merkel y su gobierno de Gran Coalición. Sorprendentemente, la tasa de mortalidad alemana es mucho más baja que la francesa, italiana o española. A pesar de que el confinamiento impuesto ha sido más suave, dando libertad a las empresas para seguir activas y a las personas de todas las edades para salir de sus casas y dar paseos, de dos en dos, o hacer deporte al aire libre. Hasta los equipos de fútbol profesional tienen nuevamente permiso para entrenar, en grupos pequeños y manteniendo la distancia.

Dado el alto grado de responsabilidad mostrado por los ciudadanos y la confianza del Estado en que esto siga así, Berlín y los länder (estados federales) han consensuado ayer dar más pasos hacia la “normalidad”: las tiendas hasta 800 metros cuadrados tienen permiso para abrir, los colegios pueden empezar sus actividades a partir de mayo, aunque no todos a la vez, las peluquerías también, para deleite de una ciudadanía ávida de mejorar su imagen deteriorada, etc. Lo único que siguen pidiendo encarecidamente las autoridades es no bajar la guardia y seguir las pautas marcadas por el sentido común, como mantener la distancia de 2 metros y las normas de higiene prescritas.

Había dos posiciones contrapuestas antes del acuerdo de ayer, representadas por el ministro presidente de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet, partidario de una apertura más rápida y amplia, y el de Baviera, Markus Söder, defensor de mantener la cuarentena por más tiempo. Por cierto, ambos políticos cristianodemócratas suenan como sucesores de Angela Merkel a la candidatura de la CDU/CSU en las próximas elecciones generales.

Que la canciller de Alemania haya logrado, una vez más, poner de acuerdo a los 16 jefes de los länder, representantes de todo el espectro de partidos políticos alemanes y enfrentados cada uno a problemas de índole singular, es quizás una de las razones principales de su continuada popularidad. Pero también de un grade de madurez de la democracia alemana que hace posible que los partidos políticos estén dispuestos a dialogar, deliberar y pactar, con buenas formas y desde la confianza de que todos quieren lo mejor para el país. La excepción de la regla: el partido de extrema derecha AfD, del que nadie se fía.

Ahora, que en España empiezan los contactos para unos nuevos Pactos de la Moncloa, o por lo menos para unos presupuestos del Estado que ayuden a salir del pozo, sería bueno que la cultura política española siga el ejemplo de la alemana, por lo menos de vez en cuando. Porque no están los tiempos para insultos, broncas, divisiones y desplantes, como señalan las previsiones del FMI. @mundiario

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