Hay programas de televisión que nos meten en casa a gente que evitamos en la calle

Marhuenda en televisión.
Paco Marhuenda en televisión.

Tras una reunión forzada del ministro Caamaño con Mauricio Casals, en la que el mandatario de La Razón perseguía un ‘particular’ objetivo, el citado periódico desató una campaña de ataques delirantes contra el departamento ministerial, recuerda este autor.

Hay programas de televisión que nos meten en casa a gente que evitamos en la calle

Aunque ahora esté apartado del periodismo activo, han sido tantos los años de plena entrega al oficio que me precio de conocerlo por dentro y por fuera.

Desde dentro conocí a Paco Marhuenda, cuando yo dirigía Colpisa y él ejercía de jefe de prensa de Mariano Rajoy, entonces ministro de Administraciones Públicas, al que acompañó sin pronunciar palabra en alguno de los desayunos o almuerzos que celebrábamos en dicha agencia, a los que me referí en mi último comentario.

Y, desde fuera, tuve ocasión de encontrarme con él con los papeles cambiados, ya que Marhuenda dirigía La Razón y yo, por circunstancias del destino, me acababa de hacer cargo de la Comunicación del Ministerio de Justicia, recién nombrado titular Francisco Caamaño, tras la convulsa etapa de Fernández Bermejo. Fue en esa tarea, nada fácil y tantas veces ingrata, donde descubrí a uno, uno más, de esos personajes que prostituyen el noble trabajo de informar.

Francisco Caamaño

Francisco Caamaño.

Lo voy a contar, reservándome la confidencialidad del caso: tras una reunión forzada del ministro con Mauricio Casals, en la que el mandatario de La Razón perseguía un ‘particular’ objetivo, el citado periódico desató una campaña de ataques delirantes contra el departamento ministerial, que tuvo su mayor expresión el día en que informó a toda página de que el nuevo Código Penal, como todos los proyectos de Justicia, concluían en fracaso.

Era sábado, las diez de la mañana, y yo no daba crédito a cuanto leía. Sentí indignación, pero, sobre todo, vergüenza y dolor por la profesión que tanto he querido; así que, contra mi estilo, llamé por teléfono a Marhuenda, quien nada más descolgar me anunció que el día anterior solo había estado unos minutos en su periódico. “Vamos a ver Paco –le dije textualmente-, de entre todas las mentiras que contáis –en cuatro columnas no hay una sola verdad–, la más gorda, la más increíble, la más obscena es la referida al nuevo Código Penal, ya que, por si aún no lo sabes, el nuevo Código Penal está publicado en el BOE y fue aprobado por la gran mayoría de las fuerzas parlamentarias, con la salvedad del Partido Popular que, a última hora y tras mostrar su acuerdo por boca de Federico Trillo, decidió abstenerse...”

Me ahorro, por surrealista, su pastosa réplica y sobra añadir que, como preveía, no publicó ninguna nota de rectificación, y en el Ministerio se optó por lo políticamente incorrecto: correr un tupido velo y no forzar el rectificado a través de los tribunales.

Este solo hecho desvela la calaña de un personajillo –uno más– que ha hecho del periodismo un pozo negro del que obtiene cuantiosos réditos. Por tanto, no me sorprende lo más mínimo su imputación ni sus intolerables blasfemias contra la directora de Comunicación de la Comunidad de Madrid, una mujer ejemplar, ni contra la presidenta Cifuentes –un verso suelto en el actual PP– por no prestarse a los golfos intereses de los dirigentes de su periódico.

Las lamentables circunstancias y hechos que se van conociendo conducen a comprender por qué Marhuenda participa como tertuliano en distintos programas de la COPE, de 13TV, de Antena3, de TVE1, de Telemadrid y de la Sexta

Quizás por eso esos dirigentes lo nombraron director del rotativo, propiedad de Planeta, y quizás por eso fue también director general de Relaciones con las Cortes cuando Rajoy era ministro de la Presidencia.

Las lamentables circunstancias y hechos que se van conociendo también conducen a comprender por qué Marhuenda participa casi a diario como tertuliano en distintos programas de la COPE, de 13TV, de Antena3, de TVE1, de Telemadrid y de la Sexta. Confieso que ni los escucho ni los veo.

Como dice mi admirado y buen amigo Manuel Alcántara, hay programas de televisión que nos meten en casa a gente que evitamos en la calle.

Ya vale, aunque este baile de pendones solo acaba de empezar.

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