Los programas electorales se ajustan al ritual, no a los ciudadanos

Militantes de Podemos.
Militantes de Podemos.

Podemos augura gobernar, es un decir, para la gente. Con toda probabilidad, igual pulsión sentía el Rey Sol: “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Nuevo análisis de este autor.

Los programas electorales se ajustan al ritual, no a los ciudadanos

Podemos augura gobernar, es un decir, para la gente. Con toda probabilidad, igual pulsión sentía el Rey Sol: “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Nuevo análisis de este autor.

Nadie va a persuadirme de que los programas electorales constituyan algo eficaz. Más allá de cubrir el expediente, acicalar la farsa, encontramos abundantes ofertas que propician volúmenes extensos, páginas indigeribles. Desde un centenar hasta las doscientas, conforman la horquilla de estas marrullerías que causan hastío, definen el bostezo. Cualquier individuo lo sabe por experiencia. Ha tragado sobradas ruedas de molino. Estimo que menos del uno por ciento lee algún compendio electoral y, prácticamente, se llega al cero si nos referimos a la totalidad. Ante un libro sentimos pánico. Se acrecienta cuando hemos de interpretar algunos textos que, además de vacuos y nada originales ni pedagógicos, se adentran en un espacio sibilino, fantasmal. Quizás sobrecogedor.

La semana fue clave para que cada sigla presentara sus respectivos planes a la opinión pública. Como he dicho, trabajo inútil. Se sospecha con fundamento que todos dicen lo mismo, matizando ciertos aspectos triviales. En el fondo, incluso con grandes diferencias, daría igual porque el cumplimiento queda lejos de su esfuerzo. Además, en esta piel reseca, se vota a la contra nunca por convicción. Los programas se ajustan al ritual, jamás a los deseos del contribuyente. Manda la víscera. Hasta los indecisos saben qué harán cuando llegue el momento. Nominarán a los suyos, independientemente de lo que se afirme o niegue en las encuestas.

Solo he leído el proyecto de Podemos, sin soslayar algún vistazo al resto. Los medios me han ayudado a completar la síntesis general. Con este preámbulo, puedo afirmar sin temor que coinciden en el fárrago y contenido. También los modos; es decir, sus enfoques. Podemos utiliza un lenguaje ladino más que elevado. De estructura casi perfecta, prioriza el magnetismo semántico a la eficacia comunicativa. ¿Qué quieren decir cuando apalabran el rescate ciudadano? ¿Acaso el individuo se encuentra cautivo y han de llegar estos señores para satisfacer su rescate? ¿Y quiénes van a avalar los créditos? ¿Ellos? ¿Nosotros? Qué generosos.

Huyo de pormenores, de la disección exhaustiva que tampoco nos llevaría lejos porque se hace hincapié en lugares comunes. Intentan seducir dando carnaza, fomentando los bajos instintos, una realidad prosaica, cuando no solo de pan vive el hombre. Podemos augura gobernar, es un decir, para la gente. Con toda probabilidad, igual pulsión sentía el Rey Sol: “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”. Hablan de romper las Instituciones para la democracia como si fuera una dictadura quien, ahora mismo, vertebra el actual sistema. Con el rosario de insensateces que incorporan a su programa, aún venden un empeño ilusorio: reducir deuda. El sentido común indica que si elevamos el gasto público resulta inevitable, con iguales ingresos, quedarnos al descubierto. En esta circunstancia, no hay alternativa: aumentan los impuestos o la deuda. Proyectan paliar tal discordancia creando una banca pública. ¿Otras Cajas de Ahorro? No, por favor. Ponen un broche de oro con la implantación de las citadas “instituciones para la democracia”. A su sombra surgirían Consejos Ciudadanos; excusa ideal, extraordinaria, de los sistemas totalitarios camuflados bajo maquillaje liberal. 

Salvo un sinfín de calamitosas exigencias económicas -que acumulan sus propuestas- y ciertos tics dictadores que se entrevén a través de rendijas pseudodemócratas, el guión de Podemos constituye una copia u original (pues no se advierte el venero) ingeniosos. Mención aparte merecen algunos párrafos proclives a la hermenéutica. Qué exégeta podría interpretar el punto noventa y nueve del programa, que dice: “Se dotará a los profesionales del sistema público de salud de capacitación en competencia intercultural y concepciones ideológicas relacionadas con la salud, la prevención, los cuidados y tratamientos del cuerpo, así como la idea de intimidad propia de otras culturas, desde una perspectiva socioantropológica”. “¿Cómorrr?” ¿Es factible decir más dislates en menos palabras? Sí, hablar de “aprendizaje significativo” en el apartado de ¿rescate educativo? El susodicho programa me atrevo a calificarlo de inmoderado e inaplicable. Cualquiera asumiría una valoración menos piadosa.

Aparte estos esbozos (gasto inútil), la semana viene cargada de exabruptos a falta de juicio. Pedro Sánchez reitera su anhelo de pactar con todos a excepción de PP y Bildu. Insistir en el yerro deja al descubierto una enorme indigencia política. ¿Cómo piensa gobernar -suponiendo que las urnas le fueran propicias- frente, al menos, cinco millones de ciudadanos que votarán al PP? Porque, por suerte para PP y PSOE, su suelo está -y me temo que por mucho tiempo, si algún líder no lo arruina con declaraciones insolventes- por encima del techo de Podemos y Ciudadanos. El bipartidismo, pasada la epidemia, se recupera de forma acelerada. Así lo quiere, persigue con ahínco, una economía liberal. Podemos y Ciudadanos, asumiendo aquel la democracia, sustituirán al dañino nacionalismo en los pactos de gobernabilidad. El futuro político vendrá blindado por la alternancia PP-PSOE con acuerdos concretos de Podemos y Ciudadanos. A ambos partidos mayoritarios, les conviene rehusar la burguesía nacionalista, si pueden.

Debo recoger alguna nota extemporánea, lamentable. Rita Barberá amenaza a una joven disidente dejando al descubierto una gran dosis de prepotencia y escasez de talante democrático. Albert Rivera -mal interpretado cuando dijo que los jóvenes deben liderar la regeneración- consumió su parte de necedad cuando se pronunció sobre el número de personas que han de ocupar una habitación. Mientras no incumplan la ley ni los límites impuestos por dueños y responsables, cuantos quepan. Albert, permíteme un consejo de abstencionista: no eches por la borda tus expectativas de futuro. Abro un pequeño paréntesis. Las paredes de cristal que exhibe Podemos me originan un acceso de hilaridad que no sé contener.

El récord de las inconveniencias y la manipulación, falseando hechos e intenciones, se lo lleva Susana Díaz. Personifica el error convertido  en diputada y presidenta cuando lo sea. Los andaluces retardan su investidura. Para otro escenario, le hubieran otorgado mayoría absoluta. Otro récord -más repugnante- sobreviene sobre quien hace del insulto, de la crueldad, argumento político. El señor Iglesias (zahiriendo a Esperanza Aguirre) amén de perder cualquier razón que pudiera asistirle, muestra un talante totalitario, fanático. Tal percepción surge cuando se apela contra los antagonistas al espíritu maligno, el vade retro del converso.

 
 

Comentarios