El problema no es la recuperación de Schumi y España, sino en qué estado quedarán

Michael Schumacher. / Facebook
Michael Schumacher. / Facebook

Estos días he pensado mucho en Schumi, sólo, en la UCI, en coma y luchando por su recuperación. Confieso que no he podido evitar odiosas comparaciones con el cuadro clínico de España.

El problema no es la recuperación de Schumi y España, sino en qué estado quedarán

Estos días he pensado mucho en Schumi, sólo, en la UCI, en coma y luchando por su recuperación. Confieso que no he podido evitar odiosas comparaciones con el cuadro clínico de España.

Es la leche la epidemia de Nostradamus que nos invade. Sobre todo en economía, es que abres un periódico, sintonizas una emisora de radio, haces una incursión por un confidencial on line, levantas una piedra, y te sale un adivino de esos cum laude por la universidad de no sé dónde, diciendo todo lo contrario de lo que acaba de asegurar un colega cum laude por la universidad de no sé qué. No está bien empleado, oye, por haber incurrido durante tantos años en la soberbia de licenciar en Ciencias Económicas, Ciencias Políticas y Ciencias de la Información a señores y señoras de esos que, en realidad, se habían formado para emular a los Augures de la antigua Roma.

Detrás de cada uno de los césares modernos de occidente, hay un De Guindos, un Solbes, un Montoro, un Solchaga, que han hecho y hacen exactamente lo mismo que hacían sus antepasados romanos, con similares porcentajes de aciertos y errores: observar el vuelo de la Águilas, los Buitres y los Halcones. Sólo que, ahora, en vez de acabar con tortícolis de tanto mirar a los pájaros que surcan los cielos, acaban esquizofrénicos de tanto escudriñar a los “pájaros”, ¡que menudos pájaros, oye!, de esos que se lanzan en picado sobre los mercados. Ahora se les llama ministros y ministras de la cosa, porque en el siglo XXI y tal nos daría rubor llamarles sacerdotes y sacerdotisas. Pero, ¿qué diferencia hay entre los informes que se presentan en los Consejos de Ministros, en las ruedas de prensa, y aquellos auspicios y oráculos que in illo témpore determinaban el devenir de la historia de la humanidad?

Lobos “hobbesianos” dirigiendo indefensos rebaños humanos

Más de veintiún siglos después, los pobres mortales seguimos jugando a las adivinanzas. Acudimos a los periódicos en conmovedores actos de fe similares a los usuarios de los Oráculos de Delfos. Seguimos dejándonos arrastrar por el optimismo o el pesimismo, según las lecturas que se hacen de signos tan aleatorios, tan manipulables, como eso que llaman Prima de Riesgo, índice de la Bolsa, calificaciones de agencias y demás indicadores inventados por hombres que dirigen a hombres que, según la teoría “Hobbesiana”, viene siendo como poner lobos al frente de indefensos rebaños, dicho sea con todos los respetos a la sofisticada sociedad de la información.

Ahí tienes a los españoles, mi pueblo y mi gente, con su salud física a merced de los diagnósticos de sus médicos de familia y su salud económica, laboral, psíquica, a merced de los diagnósticos de sus políticos, sus economistas, sus columnistas, sus politólogos, sus tertulianos de cabecera. ¡Nunca tan pocos, tan mal avenidos, tan contradictorios, tan erráticos, tan arribistas, tan gregarios, habían creado tanta confusión entre tantos! Españoles a las 8 de la mañana, a las 15 horas, a las 21, pendientes de los distintos y distantes oráculos televisados, o pegados a los transistores por las noches, entre vuelta y vuelta en la cama, intentando interpretar los síntomas de las entrañas de las ocas en las que hurgan los sumos sacerdotes radiofónicos, cada uno de su padre y de su madre, cada loco con su tema y con su sigla.

Lejos de mí funestas manías premonitorias. Pero, hablando de señales, también es casualidad que acabe de ganar el Nadal en Barcelona Carmen Amoragas, a través de un viaje literario por el mundo virtual de las redes: La vida era eso. Curiosamente en Madrid, con viajes virtuales por los inescrutables caminos de la macroeconomía, un Nadal como Álvaro y un Moragas como Jorge, al que sólo le falta la A que inicia el apellido de Carmen, podrían dar a luz un impactante best-seller: La economía era esto.

Mejor habernos quedado con el Samuelson de Suárez…

 Tanto reírse en este país con la coña de que Adolfo Suárez repasaba el Samuelson básico por las noches, y resulta que España ha acabado en este callejón sin salida a base de ir metiendo en La Moncloa Presidentes muy listos, muy listos, rodeados de técnicos muy sabios, muy sabios, practicando una erudita política económica del pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo. Boyer y Solchaga eran dos transexuales economicistas que igual funcionaban a vela que a motor, un día adoraban a Dios y el día siguiente al diablo, de repente les inspiraba Keynes y a continuación se rendían a la primera evidencia de la Escuela de Chicago. Y siempre con el indiscreto intermitente  de su coche oficial marcando hacia la izquierda del caviar, como si fuese un tic nervioso. De Rato sabemos ahora que no fue Ministro de Economía, sino que estaba de Ministro de Economía, que parece lo mismo pero no es igual. Estaba, cuando la plaga de vacas gordas, el maná inmobiliario, la venta del país a pedazos y la siniestra inmunidad económica de las distintas “Españas burbuja”: la del ladrillo, la financiera, la del efecto llamada, la del consumo compulsivo, la laboral, la salarial, entre delirios faraónicos de obra pública y pelotazos aclamados por los padres que ahora salen a las calles junto a sus hijos indignados. Luego, cuando pasó todo lo demás, sólo estaba al frente del FMI, después, de Bankia, con los resultados por todos conocidos.

De jugar la Champions a convertirnos en PIIGS

Con Solbes, que estrenó el Ministerio de Contabilidad y Cuentos, y su sucesora Elena Salgado, llegamos a soñar que jugábamos en la Champions, que los niños venían con un cheque debajo del brazo y  que estábamos a punto de entrar en el exclusivo club del G-8 a golpes de la varita mágica de Paul Krugman, el héroe de una Moncloa que intentaba competir con el Hogwarts de Harry Potter. Hasta que de repente nos convertimos en PIIGS, como la pobre tripulación de Simbad el Marino, y empezamos a descubrir que de los españoles, como de los griegos, los italianos, los irlandeses y los portugueses, se puede aprovechar todo sin tener que esperar a San Martiño: los puestos de trabajo, los copagos, las pensiones, los salarios, las preferentes, el IRPF, los impuestos indirectos, el IVA, la luz, los premios de lotería, las becas, la casa, la bolsa y la vida. ¡Si lo sabrán De Guindos y Montoro, tronco, que empezaron proponiendo Gobernanza sostenible y, a mitad de legislatura, se han convertido en auténticos expertos en “matanza” lenta pero segura. Comme il faut.

España está en la UCI, en coma y en peligro, como Schumi

Por lo menos Fuentes Quintana, el Solchaga-Rato-Solbes-Guindos de Suárez, tuvo la decencia de proponer Pactos de La Moncloa en vez de decretos; consenso en vez de políticas económicas de autor; juegos de patriotas en vez de juegos de manos en los que siempre aparecen brotes verdes; humildad en vez de soberbia; las cuentas de España, en vez de las cuentas de su partido, sobre la mesa de los Consejos de Ministros. Después, fue cuando Felipe confesó que prefería morir de un navajazo en el metro de Nueva York que de aburrimiento en las calles de Moscú, y Solchaga anunció que el que no se hiciese rico en España era gilipollas, y la tierra se tragó fondos reservados, y empezó a hervir el caldo de cultivo para los mil y un casos de corrupción que ahora hielan el corazón de españolitos conservadores y progresistas.

Todo está ahí, en la historia. Pero quizá los pueblos tengamos memoria de pez. Porque vuelven los Nostradamus a hacer profecías sobre la recuperación, ¿sabes?, y hay españoles que se van a la cama convencidos de que mañana saldrá el sol por Antequera. ¿A qué coño llama el personal ilustrado recuperación, eh? Schumi, el piloto más laureado de la historia de Fórmula Uno, está en la UCI, en estado de coma y en la frontera entre la vida y la muerte. Si sale de esta, ¡Schumi, despierta!, es indiscutible que se habrá recuperado. Pero, ¿en qué estado, con qué tipo de secuelas temporales y secuelas crónicas? Esa es la cuestión. La de Schumi y la de España, que también está en la UCI, con coma inducido y tras un episodio de paradójico peligro de muerte por rescate. Si sale de esta, también se habrá recuperado. Pero, ¿en qué estado, con qué secuelas sociales, laborales, educativas, familiares, anímicas, territoriales, sociológicas, constitucionales, políticas y democráticas?

El problema no es que un servidor no pueda contestar a esto, porque sólo sabe que no sabe nada. Como Descartes, salvando las distancias, naturalmente. El problema es que no puedan contestar a esto los que aseguran que lo saben todo, en las tribunas políticas, en las cúpulas sindicales y patronales, en los púlpitos mediáticos, en las cumbres borrascosas de Europa, como esa que está a punto de celebrarse en Davos con la sensible ausencia de Ángela Merkel. Por lo visto la reinona teutónica anda con muletas, como nuestro Rey.

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