El principal líder de la izquierda de México presenta su renuncia al PRD

Agustín Basave, líder del PRD. / sinembargo.mx
Agustín Basave, líder del PRD. / sinembargo.mx

Agustín Basave ha dado un paso al costado de la más importante organización izquierdista de su país, la cual vuelve a vivir una crisis de liderazgo tras las elecciones.

El principal líder de la izquierda de México presenta su renuncia al PRD

El presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha presentado su renuncia a la organización apenas siete meses después de haber sido elegido. Agustín Basave se convierte en uno más de los líderes caídos de la izquierda mexicana, la cual con esta renuncia vuelve al lugar que históricamente ha sido el suyo: al borde del abismo. La renuncia se hará oficial hasta el 2 de julio.

La recesión de Basave es tan sólo un ejemplo más de lo fragmentado que se encuentra el partido. La agrupación, conformado por un conjunto de facciones en permanente conflicto, se asemeja a una jauría de hienas esperando por que alguna criatura inocente baje la guardia para ir a por ella. Es imposible encontrar paz y cualquiera que acepte el reto de liderar a semejante conglomerado se debe atener a las consecuencias de su decisión. Basave fue la última víctima, a pesar de que en el momento de su presentación fue bendecido por la corriente Nueva Izquierda, mayoritaria en el movimiento, y se le dio la etiqueta de un hombre de paz y de buen criterio. El reto del entonces recién investido líder era conseguir que los bandos en conflicto llegaran a una tregua para contestar el fuego que llegaba desde el Movimiento de Regeneración Nacional​ (MORENA) de Manuel López Obrador. Duró poco al mando y apenas logró algo por culpa de los mismos miembros del partido. 

Las semanas previas a las elecciones del 5 de junio recién pasado revelaron que el PRD es una banda de caníbales. Con tan sólo dos meses en el poder, Basave se topó con la negativa de las principales esferas de poder del partido para que se pactara con el PAN a fin de quitarle feudos al todopodersoso PRI. Esta oposición interna se antojaba insuperable, por lo que el académico apostó por presentar su dimisión como una manera de ejercer presión y de defenderse. El movimiento dio frutos y logró apoderarse del control de la situación, pero el triunfo estratégico duro lo que un suspiro.

Los resultados de las votaciones le dieron la razón a Basavede haber querido pactar con el PAN. El PRI fue derrotado en Quintana Roo, Veracruz y Durango, estados en los que nunca ningún partido había gobernado. Este acierto tuvo su contracara con MORENA, uno de los grandes miedos del PRD. El partido encabezado por López Obrador se situó por delante del partido revolucionario en la Ciudad de México, territorio históricamente entregado al liderado por Basave.

Aquella derrota encendió los despachos del partido y Basave sufrió en carne propia las arremetidas de sus detractores internos. Jesús Ortega, mandamás del movimiento Nueva Izquierda, le dio la puñalada por la espalda al retirarle su apoyo pese a haber sido uno de sus principales padrinos cuando ingresó al partido. El presidente del partido se vio acorralado, con sus antiguos socios traicionándole, por lo que no tuvo más opción que renunciar.

"He sufrido francas agresiones y actitudes carentes de una mínima institucionalidad de parte de algunos miembros del Consejo Ejecutivo Nacional y una serie de desencuentros con el jefe de Nueva Izquierda, todo lo cual llevó soterrada y paulatinamente al PRD a rondar la ingobernabilidad y a un desgaste de mi dirigencia que no puede revertirse. En semejante contexto es imposible llevar a cabo acciones vitales (…) y dado que no estoy dispuesto a afiliarme a una corriente ni a formar parte de un bloque y dado que en estas circunstancias la gobernabilidad es más que precaria, he decidido renunciar a la Presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRD. Mi decisión es irrevocable", compartió en su carta oficial de renuncia.

Con esta salida, el partido vuelve a su hábitat natural: el de la anarquía. Las principales huestes de poder del partido deberán iniciar la búsqueda de un nuevo guía en vistas a las elecciones del Estado de México en 2017 para, posteriormente, alistar a sus tropas para las elecciones presidenciales de 2018. Lo más preocupante para la agrupación no debe ser el no tener a un líder, sino a un gran rival: Manuel López Obrador, quien da pasos de gigante, y quien en dos ocasiones fue candidato presidencial de los revolucionarios.

El proceso de búsqueda de un nuevo presidente será la principal labor en vistas a los próximos acontecimientos. Las tendencias anarquistas del partido dificultan absolutamente todo. "Su gobierno interno emula un régimen parlamentario. Las corrientes, que actúan como si cada una de ellas fuera un partido político, están representadas en el Comité Ejecutivo Nacional en proporción a su votación en elecciones internas. El PRD siempre ha sido difícil de dirigir. Y sus problemas de gobernabilidad, antes de la consolidación de esa suerte de parlamentarismo, eran enfrentados a golpes de timón por caudillos con un considerable margen de maniobra metaestatutario", prosigue Basave en su carta.

En vistas de las divisiones internas, el todavía presidente se presentaba como alguien situado en un punto muerto, pues no contaba con alianzas importantes con nadie en el ámbito ni tampoco tenía experiencia como mariscal de campo en solitario. Se trataba solamente de un académico que presumía de discurso socialdemócrata, y que aseguraba ser el punto medio de Felipe González y Jeremy Corbin. Su currículum invitaba a pensar que él era el elegido para calmar las tempestades de la organización.

En una caída libre que no ha hecho sino acelerar, el partido ha sufrido golpe tras golpe desde las elecciones de 2012. El primero fue la retirada de López Obrador, seguido a ello llegó el caso Iguala, que sacó a la luz las relaciones de miembros de la organización con miembros conocidos del crimen organizado, y finalmente el impacto provocado por Cuauhtémoc Cardenaz, quien era también el ídolo de todos en el partido. Las elecciones parlamentarias de 2015 remataron esta debacle, pues obtuvieron sus peores resultados desde 1991.

"Frente a la peor crisis de su historia, el partido intentó una nueva modalidad de liderazgo, un presidente externo y sin corriente. Acepté el desafío", señala en su escrito Basave", movido por mi anhelo de forjar una opción socialdemócrata y por mi determinación de combatir la restauración autoritaria y la corrupción rampante del actual régimen priísta. Se conformó un consenso, prácticamente la unanimidad en torno a mi persona, lo cual fue para mí un indicador de que la idea de un presidente-árbitro era viable. Pero la realidad discurrió por un cauce distinto", se despide el aún máximo jefe de los revolucionarios en su carta.

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