La Primera Dama de Nicaragua será candidata a la vicepresidencia del país

Daniel Ortega y Rosario Murillo. / eltiempo.com
Daniel Ortega y Rosario Murillo. / eltiempo.com

Tras haberse desecho de la oposición en el Legislativo, Daniel Ortega da una nueva exhibición de despotismo al nombrar a su esposa como compañera de fórmula para las próximas elecciones.

La Primera Dama de Nicaragua será candidata a la vicepresidencia del país

Daniel Ortega ha convertido a Nicaragua en una suerte de sistema feudal en el que él es el señor supremo y él elige a quién le corresponde qué. La última repartición ha alcanzado a su esposa, Rosario Murillo, para quien se han saltado todas las barreras legales al ser nombrada como compañera de fórmula de su cónyuge para las elecciones generales de noviembre por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSNL).

Ortega ha dado así un duro golpe sobre la mesa y refuerza aun más su autoritaria figura al convertir al Organismo Ejecutivo en una auténtica cortina de hierro. Durante los últimos meses se había especulado de sobra respecto al destino que tomaría el presidente para los nuevos comicios, en los que va por la reelección. El presidente se asegura que, pase lo que pase, el poder no salga de su habitación, pues de acuerdo a la Constitución si el titular llegase a ausentarse, el dominio pasará a manos de su segundo, o en este caso segunda, que sería Murillo.

El presidente inscribió formalmente a su cónyuge como pareja de binomio en la tarde del martes en la sede del Consejo Supremo Electoral (CSE). Los sandinistas se ciernen como el único partido que participará en unas elecciones etiquetadas de "farsa" por la oposición, que fue borrada del Parlamento el viernes. El único partido que se atrevía a ver a los ojos al oficialismo, el Partido Liberal Independiente (PLI) fue despojado de todos sus escaños en el Legislativo por el Tribunal Electoral (TE) y la Corte Suprema, ambas huestes sandinistas. Así, la única piedra que molestaba los zapatos de Ortega fue enviada al fondo del mar.

De esa forma, los comicios de noviembre serán un trámite de tinte constitucional en el que Ortega confirmará que ha convertido el Estado en un negocio familiar, con un modelo de un partido único y de poder hereditario. Hasta esta semana, Murillo era la Directora Ejecutiva del poder, controlando las labores diarias de las instituciones estatales. En el Ejecutivo no se movía ni un alfiler sin que la llamada compañera Rosario lo supiera y aprobara.

No obstante dicho puesto carecía de legitimidad, pues Murillo no había recibido ni un solo voto y había sido revestida de poder con la única aprobación de su sometido esposo. De acuerdo a la lógica de la familia, con el brillo propio de los populistas, el ser elegidos popularmente en las elecciones aprueba prácticamente cualquier acto que quieran hacer entre los dos. Importa poco que no hayan más partidos, que sean limpias o que los votos se cuenten de forma correcta, la voluntad de la pareja presidencial no conoce ni respeta los cánones de la democracia.

Ortega ascendió nuevamente al poder en 2007 y desde entonces los escándalos han sido el pan de cada día en su mandato. De entrada, pactó con el entonces presidente Arnoldo Alemán que el porcentaje de votos para oficializar a un ganador de comicios pasaba del 45% al 35%. A partir de ahí, expandió su autoridad haciéndose con el control del TE, ganando nuevamente las elecciones de 2011 pese a que fueron evidentemente fraudulentas. La misma Misión de Observación de la Unión Europea admitió que entre tantos escándalos resultaba imposible legitimar el triunfo sandinista. 

Haciendo gala de cinismo, consiguió que en 2011 el Tribunal declarara inaplicable para él la prohibición constitucional de ser reelegido. La Carta Magna del país centroamericano prohibe correr por la presidencia a quien actualmente la esté ocupando o a quien ya lo hubiera hecho antes, y ambas cosas aplicaban para el líder del FSNL. Habiendo ganado las elecciones presidenciales y las del Legislativo, el presidente se deshizo de ambas prohibiciones con la facilidad de quien sopla un diente de león, asegurándose así su candidatura y, prácticamente, mandato vitalicio.

A partir de ahí, Ortega estableció filiales de poder en todo el territorio nicaragüense, sometiendo a la Policía Nacional a su figura y ganándose la fidelidad perenne de las Fuerzas Armadas, mas las alcaldías de prácticamente todos los municipios, bien por medio de elecciones fraudulentas o destituyendo ilegalmente a los opositores que habían triunfado en los respectivos comicios. El único paso que le quedaba para el totalitarismo era el Congreso, pero los sacó de combate con la corrupta ayuda del Tribunal Electoral. 

"Todo lo que ha hecho Ortega desde 2007 ha sido acumular el poder, todo el poder. La equivocación es creer que Ortega se va a detener. Él no tiene límites", aseguró la exlíder sandinista Dora María Téllez. Téllez combatió al otrora déspota Somoza, y ahora presencia cómo la figura que lograron derrocar ha renacido de las cenizas adoptando el cuerpo de uno de sus excamaradas. "En Nicaragua las dictaduras no han sido dictaduras militares, sino familiares", comentó Téllez.  @hmorales_gt

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