Primer mandamiento de la cuarentena: ¡no criticarás!

A propósito de la infalibilidad... Carmen Calvo saluda al Papa Francisco. / RR SS
A propósito de la infalibilidad... Carmen Calvo saluda al Papa Francisco. / RR SS
Ya nos costaba un horror asimilar el dogma de la infalibilidad del Papa, y llevamos años políticos, mediáticos e ideológicos aceptando la infalibilidad de gobiernos progresistas y conservadores como animales de compañía. Aquí, salvo Suárez, que dimitió humildemente, todos los inquilinos de La Moncloa han sido y son como Dios. ¡Qué pueblo tan devoto, oye!
Primer mandamiento de la cuarentena: ¡no criticarás!

Es terrible, terrible, porque a nuestros cuatro últimos presidentes del Gobierno se les ha atragantado, sucesivamente, la conjugación del verbo fallar. Aznar, por ejemplo, ni siquiera lo intentó tras hacerse la nefanda “foto de las Azores”, no sé si te acuerdas, poco antes de meterse en una guerra que no era ni suya, ni nuestra, ni de la ONU. Sencillamente, sacó pecho Texano, je, guardo silencio y corrió el tupido/estúpido velo que fue durante años el as en la manga de un tal Pedro Arriola. Tampoco ZP, aquella fugaz gran esperanza blanca del progresismo español, con su club de fans, su Pepito Grillo, perdón, Pepiño Blanco y la segunda ceja más popular del neomarxismo, a excepción de la de Groucho, naturalmente, fue capaz de exclamar urbi et orbi, tras el devastador tsunami del Lehman Brothers que convirtió a gran parte de la clase media española en eso que ahora llaman población vulnerable: “¡Sí, españoles y españolas, no lo vi venir, me eché para atrás y lo deje pasar”

Entonces fue cuando llegó Rajoy y mandó parar. Y lo paró todo, oye, financiación en sanidad, en educación, en prestaciones sociales, en Comunidades Autónomas, en un proceso de confinamiento de la sociedad que, ¡aunque tu no le sepas, Mariano!, perjudicó seriamente la salud mental de mi pueblo y mi gente. Para mí que Rajoy frecuentó más el palco del Bernabéu que el despacho, y le cogió gustillo a esa inercia presidencial de Florentino de apostar por Europa y menospreciar esa Liga y esa Copa del Rey de andar por casa. Se fue, lo echaron, vamos, convencido de que nos había librado de la humillación del euroRescate (tan terapéutico él para Irlanda y Portugal) y negando más veces sus fallos del Gurtel y el Procés que Pedro a Jesús.

Ahora, la frese favorita de Pedro y el sanchismo nos llega estos días vía televisión, medios de comunicación y redes sociales,: “es posible que hallamos cometido errores” Hombre no seré yo el que no se adhiera a esta fiebre del patriotismo que alcanza su máxima temperatura cada ocho en punto de la tarde. Pero no olvidemos que las fiebres, en general, son síntomas de Coronavirus estos días de incertidumbres y contagios. A mis escasas luces, no es posible que se estén cometiendo errores, sino algo evidente. No lo digo yo, lo dice el New York Times, que se quita el sombrero mediático con la forma de afrontar la pandemia, lo que yo te diga, en ese país de ahí lado en el que gobierna esa genuina coalición portuguesa a la que aspiraba a emular, apena hace unos meses, nuestro flamante Presidente del Gobierno.

Seamos serios, incluso en pleno Estado de Alarma, hombre. Una cosa es escuchar en los gradas del Benito Villamarín ese conmovedor lema de la sufrida hinchada verdi-blanca: “'viva er Beti manque pierda!” Y otra, muy distinta, que la apasionada hinchada política, sociológica, twittera y mediática progresista, ante los funestos récord mundiales en número de fallecidos y número de personal sanitario contagiado, convierta en patriotismo, en solidaridad, en buena praxis democrática, el aliento de los corderos confinados por Real Decreto: ¡viva el gobierno manque falle!

Personalmente, me parece inmoral, poco ético y poco esperanzador, para el remoto final de la larga desescalada que nos aguarda, utilizar el silencio del presente como cimiento sobre el que reconstruir el futuro. Y me parece alucinante que Pablo Iglesias, Vicepresidente de la cosa, que apenas hace unos meses practicaba el vudú con la Transición española, se aferre ahora, como a un clavo ardiendo, a Los Pactos de La Moncloa que in illo témpore firmaron los que, Unidas Podemos (consulten hemerotecas), considera decadentes pioneros de la odiosa y odiada casta. Y ya, por último, confieso mi perplejidad ante la opinión pública y publicada global, que todavía no ha dicho ni pío del fracaso generalizado de la civilización, en pleno siglo XXI de las luces, que ha tenido que echar mano de una terapia contra pandemias rescatando del desván de la historia una primitiva y descatalogada receta de antiquísimos siglos de las sombras: la cuarentena. #yomequedoencasaperonomecallo @mundiario

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