El 'Prestige' es un claro ejemplo de que en España las agresiones al medio salen gratis

Manifestación de protesta en A Coruña tras la catástrofe del Prestige. / Xurxo Lobato
Manifestación de protesta en A Coruña tras la catástrofe del Prestige. / Xurxo Lobato

El fallo del caso 'Prestige' pone en evidencia que en España no se otorga ningún valor a los factores constituyentes del medioambiente, un síntoma más del subdesarrollo de nuestra clase política.

El 'Prestige' es un claro ejemplo de que en España las agresiones al medio salen gratis

Ya es oficial: nadie ha sido culpable de que un barco destinado al desguace, el Prestige, haya surcado los mares cargado de fuel hasta los topes; nadie de que el maldito buque hubiera superado las correspondientes inspecciones técnicas; nadie de que tuviese en orden los permisos de navegación pertinentes; nadie de que ese barco averiado cerca de la costa hubiese virado para seguir forzando su estructura hasta partirse en dos; nadie de que se hubiera sometido a una tortuosa excursión en aguas en fuerte marejada.

Nadie, en suma, es responsable oficial de una de las mayores agresiones al medioambiente que haya conocido el planeta.

Las llamadas externalidades

Para entender las consecuencias económicas del desastre del Prestige, es conveniente repasar el concepto de externalidad: se trata de los efectos que sobre un agente externo (por ejemplo, la comunidad) causa una actividad de producción y cuyo precio no se define por el funcionamiento del mercado. El caso quizás más evidente y actual sea la emisión de gases de efecto invernadero producida por una actividad económica, normalmente de naturaleza privada, que genera beneficios a sus promotores a costa de un perjuicio al conjunto de la sociedad.

En Galicia y en España, se ha despreciado sistemáticamente el valor de las externalidades. Cuando se permite la instalación de minicentrales en los ríos, no se valora el efecto sobre el caudal de agua, sobre las tierras colindantes a la corriente, ni sobre la fauna y flora del lugar. Tampoco, las consecuencias sobre el paisaje, en algunos casos dramáticos como el conocido ejemplo de la Fervenza do Ézaro en la desembocadura del río Xallas.

De igual manera se ignoran los perjuicios en las rías (marisqueo, salubridad, paisaje, riesgo medioambiental) de factorías contaminantes, como la gasificadora Reganosa en la ría de Ferrol o Ence en la de Pontevedra, ésta causante además de una considerable polución olfativa. Algo similar podría decirse sobre las piscifactorías instaladas en zonas de singular relevancia natural. Nunca se ha tenido en consideración, por otra parte, la perniciosa sustitución de bosque autóctono por plantaciones de árboles alóctonos, siendo el eucalipto la especie de presencia especialmente masiva. En el conjunto de actuaciones anteriores hostiles al medio, los proyectos accedieron a los enclaves naturales e incidieron en sus recursos y su paisaje sin soportar costes apreciables o asumiendo unas tasas que apenas compensaban una ínfima porción del efecto causado.

El caso 'Prestige'

El vertido del buque Prestige deja en anécdota los casos anteriores. Las 77.000 toneladas de fuel que asolaron las costas gallegas provocaron unos daños materiales y morales de difícil estimación. Superando las dificultades técnicas del ejercicio, desde el departamento de Análisis Económico de la Universidad de Santiago, se valoraron las pérdidas en más de 4.300 millones de euros. En esta cifra se incluyen los perjuicios para la pesca y el marisqueo, para el turismo, la biodiversidad y el paisaje, así como los gastos y recursos necesarios para la restauración de las zonas afectadas. Pero también se incorporan acertadamente los gastos intangibles, el efecto inmaterial sobre una población que sintió aquel hundimiento como algo íntimo y personal.

La sentencia del caso Prestige deja sin reparación el conjunto desolador de daños causados. Pero más allá del propio accidente, queda la sensación de que el medioambiente siempre perderá, en Galicia y en España. Las agresiones, de menor o mayor calado, continúan produciéndose mientras que se siguen demorando, u olvidando, actuaciones que deberían ser esenciales como la regeneración de las rías, la liberación de los ríos, la recuperación de los bosques autóctonos y, en general, la rehabilitación de un medio y un paisaje de valor incalculable.

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