El Presidente del Gobierno da una entrevista-mitin en “su” televisión

Pedro Sánchez, en TVE. / Mundiario
Pedro Sánchez, en TVE. / Mundiario
Es predicar en el desierto, admitámoslo. La prensa independiente va desapareciendo, obligada a depender de sus fuentes de financiación, privadas o públicas.
El Presidente del Gobierno da una entrevista-mitin en “su” televisión

Lástima que dos buenos periodistas, que han logrado el mayor prestigio de la información televisiva en la cadena pública, hayan aceptado las normas de su empresa, que lo es del Gobierno, para no repreguntar cuando el entrevistado rehuía las cuestiones relevantes. Peor aún que la previsibilidad de las preguntas evitase cualquier respuesta de interés.

Salvo la información de que Sánchez irá a ver a Torra a su despacho y que como contrapartida hará lo mismo con todos los demás Presidentes autonómicos, una buena estrategia, el resto de la entrevista discurrió entre el tedio y el bochorno. La mayor parte del tiempo de las respuestas, fue destinado a atacar a la oposición, en especial al PP, los otros grupos ni citarlos. Vulgaridades sobre la política social, obviedades sobre las pensiones, negativa a responder ante la pregunta de los presupuestos y en general preguntas de respuesta previsible.

Para esto, sobra la televisión pública. En la Sexta le harían las mismas preguntas e incluso lo jalearían más, con coste cero para los ciudadanos. Ni una idea sobre el programa de gobierno, más allá de las pensiones, ni una idea sobre las dificultades, ni sobre los proyectos. Ante preguntas mínimamente concretas, el quinteto de objetivos de la coalición de gobierno. ¿Para qué una entrevista que resulta deplorable y hueca de cualquier motivo noticiable?

O no hay ideas, posible aunque poco verosímil, o no hay fuerza para llevarlas a cabo, verosímil y probable. Sólo ante el problema catalán Sánchez transmitió ideas interesantes aunque poco desarrolladas: mantenerse en el marco legal pero explorar todas las posibilidades del diálogo político no es una mala estrategia aunque sea muy difícil.

En el resto la vacuidad causa desazón. Si ante la propuesta del Gobierno de Murcia no existe ni una idea sobre el futuro de la educación. Si la financiación autonómica ni se cita. Si la política industrial o de empleo o cultural no forman parte de ningún discurso, ¿dónde está el interés informativo de una entrevista en prime-time de la oficial TVE?

Que el PP es malo, malísimo y causante de todos los males, se da por oído. Perdió las elecciones, luego está condenado a todos los tormentos del infierno político. Pero una gran mayoría de los televidentes son personas informadas e instruidas, con suficiente sentido común como para detectar argumentos serios y diferenciarlos de la cháchara de los programas del corazón. Ven la televisión y ven de todo, pero distinguen. Merecen algo más que entrevistas fáciles, sobre todo cuando son poco habituales. Merecen, hay que decirlo, el respeto de los medios.

Es predicar en el desierto, admitámoslo. La prensa independiente va desapareciendo, obligada a depender de sus fuentes de financiación, privadas o públicas. Subvenciones directas, indirectas, patrocinios de páginas, campañas, etc. reducen la autonomía de los medios, incapaces de hacer frente a costes en crecimiento vertiginoso y a audiencias acostumbradas a la gratuidad de la buena información. Los medios públicos, en todos los lugares, al servicio del Gobierno, más o menos disimulado.

Si alguien pensaba obtener alguna información útil de una de las pocas comparecencias del Presidente del Gobierno se habrá visto defraudado. Estamos ante un estilo que forma parte de una estrategia de comunicación, tal vez eficaz en términos electorales, pero irrelevante en términos comunicativos. Hoy sabemos lo mismo que ayer sobre los propósitos del Gobierno, con la salvedad antes comentada. Quizás ese sea el mensaje: esto es lo que hay, abandonen toda esperanza de algo más. Nos resistimos a aceptarlo. La llamada democracia iliberal, que avanza en Europa y Estados Unidos, deriva en gran medida de la renuncia de los demócratas a defender sus ideas y valores, con convicción y argumentos, no solo con frases hechas y estratagemas comunicativas. 

Y no olvidemos el colegueo que termina de arruinar cualquier efecto de imparcialidad: Carlos, Ana, Alicia, son interpelados, reciben confidencias, pero no respuestas. No hace falta más para explicar la desbandada de espectadores, oyentes o lectores. @mundiario

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