El presidente Feijóo se marca un 'accusatio manifesta'

Alberto Núñez Feijóo. / Xunta de Galicia
Alberto Núñez Feijóo. / Xunta de Galicia
La caída de Almuiña en Sanidad era previsible y a Carmen Pomar la pandemia le vino grande, aunque su paso por la Consellería de Educación ya no parecía para echar cohetes.
El presidente Feijóo se marca un 'accusatio manifesta'

Es evidente que el “previsible” Feijoo ha optado por el continuismo en su Ejecutivo. No cabía esperar otra cosa. Incluso la nueva vicepresidencia, en la persona de Francisco Conde, no viene más que a poner título al creciente papel que el conselleiro de Economía e Industria vino adquiriendo en los últimos tiempos. Tampoco supone una sorpresa la “reubicación” del Xacobeo 21 en la Vicepresidencia de Rueda, con la incertidumbre que acompaña a los eventos del Camino previstos para el próximo año; Feijóo siempre ha descansado los asuntos más sensibles en su fiel pretor pontevedrés. 

Sin embargo, al lado del trazo continuo que viene repitiéndose desde 2009, Núñez Feijóo se ha presentado una censura a sí mismo y a su Gobierno, en toda regla. La sustitución de los responsables de las consellerías de Sanidade y de Educación suponen un reconocimiento explícito del fracaso del Ejecutivo popular, justamente en aquellas áreas en las que las competencias son cien por cien autonómicas. Si  hay tres cuestiones completa responsabilidad del Ejecutivo gallego, estas son sanidad, educación y política social. Solo esta última ha resistido los cambios y no sería descartable que hubiera modificaciones importantes en su estructura, porque da la impresión de que el mantenimiento de la actual conselleira es más por evitar la lectura de fracaso completo que por méritos propios.

La política sanitaria de Feijóo ha sido un completo despropósito al que sólo salvó, precisamente, la pandemia y el recital de relato político que ofreció el presidente gallego. Hace tiempo que los recortes sanitarios habían hecho mella en la consideración que los gallegos y gallegas tienen de su sanidad y habían provocado movilizaciones continuas. El descontento médico ante la pésima gestión de los recursos humanos (concursos, reposición de plazas, denuncias, incompatibilidades), la escasez de inversiones en mejora de infraestructuras, la precariedad de contratos –especialmente en enfermería y auxiliares– y decisiones absurdas que debieron rectificar como el cierre del paritorio de Verín, pusieron en entredicho al conselleiro y a Feióoo hasta que la Covid-19 vino con su tabula rasa a colocar el marcador en cero, otra vez. La caída de Almuiña era previsible. Aunque el deterioro de la sanidad pública gallega no es responsabilidad única del ya ex conselleiro; comenzó en 2009, con el primer gobierno de Feijóo y con sus decisiones durante más de una década. 

A Carmen Pomar la pandemia le vino grande, aunque su paso por la Consellería de Educación ya no parecía para echar cohetes. Llegó al cargo con la vitola de una gran profesional del ámbito educativo pero la pandemia dejó al descubierto sus carencias y las de su equipo. Seis meses después del inicio del estado de alarma, el comienzo del curso en Galicia llega entre protestas del profesorado y la zozobra de las familias. Con cinco meses de plazo, la conselleira fue incapaz de llegar a un protocolo consensuado con toda la comunidad educativa ni propuestas de reincorporación trabajadas con las posibilidades y los recursos de cada centro. Ni siquiera la estrategia del PP de señalar a Celáa pudo ocultar la completa ineficacia de un equipo desaparecido cuando más se les necesitaba. La urgencia de la situación la señala no sólo el cese de la conselleira sino la elección del sustituto, Román Rodríguez, anterior conselleiro y persona de la máxima confianza del presidente de la Xunta. Pero la incompetencia de Pomar no debería ocultar que los recortes no comenzaron con la ex conselleira, sino que hace más de diez años que la educación pública viene desangrándose por las decisiones de Feijóo. 

El nuevo Gobierno gallego indica, pues, los déficits del proyecto de Núñez Feijóo, precisamente señalando las áreas que, en teoría, deberían haberse convertido en prioridades del Ejecutivo autonómico. No lo fueron; como tampoco lo ha sido la política social, si bien Fabiola García permanece en el cargo... si la hubiera cesado el fracaso autonómico sería estruendoso, aunque es obvio que la situación de las residencias de mayores han puesto en el foco la gestión de la conselleira y su equipo, especialmente en el ámbito de la atención a la dependencia. Lo bueno de ser presidente es que cesando conselleiros uno tapa sus propias responsabilidades… No hay más que mirar al sol y no al dedo: excusatio non petita, accusatio manifesta, una locución latina de origen medieval cuya traducción literal es ‘excusa no pedida, acusación manifiesta’.​Significa que todo aquel que se disculpa de una falta sin que nadie le haya pedido tales disculpas se está señalando como autor de la falta. @mundiario

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