La estrategia de Rajoy de no hacer nada, ensalzada por la prensa palmera, ha fracasado

Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. / C. Segundo
Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. / C. Segundo

El PSOE tiene la oportunidad de aprovechar la Comisión que promovió en el Congreso para impulsar medidas de renovación de la democracia española, maltrecha por la corrupción.

La estrategia de Rajoy de no hacer nada, ensalzada por la prensa palmera, ha fracasado

Tres parlamentarios es muy poco aunque sea en un territorio que le es poco propicio como Cataluña. El Partido Popular ya puede ver de cerca el despeñadero donde las pequeñas formaciones políticas extraparlamentarias amamantan el sueño de las ilusiones improbables. Disponer de solo tres sillones en una sala donde se sientan 135 diputados, acarrea el peligro de que nadie se dé cuenta de tu existencia y, en consecuencia, no te saluden ni te inviten a las cosas que cuentan. Lo único bueno que puede sacar la formación conservadora de compartir grupo parlamentario con la CUP en el Parlament es, si dispone de espíritu positivo, conocer esa parte de la realidad que siempre le ha quedado muy lejos. 

La mayor debacle de este resultado la sufrió la filosofía que alumbra la tan alabada estrategia política de Mariano Rajoy. Ensalzada ad nauseam por la incansable prensa palmera (toda la tradicional de Madrid y una buena mayoría de la española), esta estrategia del inmovilismo, no hacer nada, ha fracasado rotundamente. Ya no es un activo del que presumía el coro laudatorio de Mariano, que llegó a bautizar este dolce far niente como quietismo, el nombre de la herejía (según la Inquisición, claro) formulada por el teólogo y filósofo aragonés Miguel de Molinos, tan estudiado fuera de España como olvidado aquí, y que defendía la vida contemplativa. Rajoy la llevó al ejercicio de la política y ahora puede observar el desastre de sus principios. Y no se sospecha que tenga otros.

Los catalanes han votado cambio otra vez en forma de nacionalismo independentista. En frente, Rajoy, con ese paso apurado hacia ninguna parte con el que se nos aparece en fotos los fines de semana, solo ofrecía el 155. Nada más. No se otea ninguna iniciativa de su partido capaz de llevar a ambas partes a un consenso. 

Las demás formaciones constitucionalistas tampoco han ofrecido mucho más. Y los Comunes, ante un partido a cara de perro, prefirieron apoyar al árbitro, lo que los convirtió en casi invisibles para un cuerpo electoral tan polarizado.

Ahora, aquellas deberían presentar a la ciudadanía, a toda, algo más que detalles cosméticos. Lo dijo en numerosas ocasiones Josep Borrell, aunque esta parte de su discurso apenas salió al público en la prensa palmera.

Con PP y Ciudadanos en el centralismo más doctrinario, los demás partidos tienen su oportunidad

Como PP y Ciudadanos militan en el centralismo más doctrinario, los demás partidos tienen su oportunidad. El PSOE quizá parta ahora con cierta ventaja y tiene la oportunidad de aprovechar la Comisión que promovió en el Congreso para impulsar medidas de renovación de la democracia española, maltrecha por la corrupción, la endeblez democrática de algunas de sus instituciones y por una economía diseñada al servicio del capital financiero internacional y en contra de los ciudadanos y empresas. Es una oportunidad de hacer oposición.

No será fácil, pero peor es no hacer nada en este momento (o propuestas de maquillaje) y amenazar con el 155, la ley mordaza, los jueces a medida y otros remiendos de ir tirando en tiempos difíciles. @mundiario

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