PP y Ciudadanos entran en barrena

Soraya Sáenz de Santamaría y Albert Rivera. / RR SS
Soraya Sáenz de Santamaría y Albert Rivera. / RR SS

​A la espantada del candidato Feijóo, temeroso de una elección abierta, ha seguido la catástrofe del censo, tan inflado e irreal que ahora la legitimidad de quien gane quedará en entredicho, pues solo representará, en el mejor de los casos, al 3% de sus propios afiliados.

PP y Ciudadanos entran en barrena

Hace menos de un mes el PP gobernaba en minoría y todas las encuestas daban por descontada la victoria de Ciudadanos en las siguientes elecciones generales. Hoy ambos partidos están sumidos en el desconcierto, visualizando con sus acciones la falta de rumbo y la profunda crisis a la que se asoman. No es poco el mérito de Pedro Sánchez al haber percibido con claridad la debilidad de la situación anterior y forzar la moción de censura.

El Partido Popular ha convocado elecciones primarias para elegir candidato y desde el primer momento se ha ido encontrando con una realidad bien distinta de la imaginada. A la espantada del candidato Feijóo, temeroso de una elección abierta, ha seguido la catástrofe del censo, tan inflado e irreal que ahora la legitimidad de quien gane quedará en entredicho, pues solo representará, en el mejor de los casos, al 3% de sus propios afiliados. Por otra parte la rivalidad entre las dos lugartenientes de Rajoy, al carecer de base ideológica o programática, aparece limitada a un duelo de superegos, escasamente motivador para los afiliados y menos para los electores. No sería extraño que el tercero en discordia, Pablo Casado, con menos pasado y menores compromisos, se hiciese con la mayoría relativa. En su contra, los episodios mal explicados de sus títulos universitarios, que aventuran un largo calvario mediático y tal vez judicial. Por cierto, es el único candidato que ha presentado al menos una propuesta táctica, tratando de reconciliar las distintas tendencias de la derecha y cerrar así el paso ascendente de Ciudadanos.

El partido de Rivera está tan desnortado que intenta cortejar a cualquiera que se deje, a costa de desdibujarse cada día algo más. Su actual posición en el Parlamento de Cataluña donde es la fuerza mayoritaria, es secundaria políticamente. Ahora intenta fraguar alianzas con Macron y Renzi mientras coquetea con la candidatura de Valls a la Alcaldía barcelonesa. Es decir, una colección de antiguos dirigentes de la izquierda difícilmente compatible con  quien aspiraba a sustituir al PP envuelto en un nacionalismo español anacrónico.

Profunda crisis en la derecha que sólo beneficia al PSOE que prodiga gestos en estas fechas. Algunos darán lugar a actuaciones que otros no quisieron abordar. Otros gestos se quedarán en el valor simbólico. Pero en el frente territorial los gobiernos vasco y catalán se aprestan al diálogo, obviamente con la pretensión de mejorar su propia posición, pero también para apuntalar al Ejecutivo estatal, juzgado como preferible al anterior. De nuevo una situación de normalidad que ha sido imposible durante los seis años anteriores. Incluso Podemos encuentra un papel como correo y mediador de Sánchez en su aproximación al contencioso catalán.

Llega el verano y luego la precampaña de municipales, autonómicas y europeas. El Gobierno no corre mayor peligro que equivocarse. No es esperable una oposición sólida a corto plazo.  La gesticulación excesiva a cuenta de medidas humanitarias con los terroristas condenados o los políticos en prisión preventiva, no tiene demasiado recorrido. Son situaciones que no se pueden mantener indefinidamente como todo el mundo sabe. Los `primeros pasos en política exterior en un tema tan sensible como la inmigración irregular, favorecen a Pedro Sánchez, que muestra una actitud humanitaria y al tiempo responsable en sus contactos con Merkel o Macron.

La madurez política  de la sociedad española se pone de manifiesto a diario. Un debate tan difícil como la regulación de la eutanasia, que acaba de iniciarse, se ha producido en tono sosegado y sin tremendismos. Saldrá una regulación mejor o peor pero en el marco de una sociedad avanzada que no rehúye la revisión de normas que el tiempo ha cuestionado. Como hace pocas semanas la presión feminista obligaba a revisar la tipificación penal de los delitos de carácter sexual e incluso a modificar profundamente la comisión de expertos que debe hacerlo.

La sociedad no ha cambiado, sólo el Gobierno. Será juzgado en las urnas y antes censurado en las tribunas parlamentarias o mediáticas como corresponde. Pero cumplirá con sus obligaciones y responsabilidades porque ha sido elegido en el marco de la ley vigente. El problema lo tienen quienes perdieron el Gobierno por sus errores y ahora lloran como Boabdil. El único de ellos que lo entendió desde el primer momento fue paradójicamente Rajoy, que actuó en consecuencia. Como dice el célebre soneto cervantino: “fuese…y no hubo nada”. @mundiario

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