Postureo, falta de generosidad, cambios de opinión y contradicciones

Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos), Pablo Iglesias (Podemos) y Soraya Sáenz de Santamaría (PP). / Antena 3
Pedro Sánchez (PSOE), Albert Rivera (Ciudadanos), Pablo Iglesias (Podemos) y Soraya Sáenz de Santamaría (PP). / Antena 3

¿Deberíamos comprar a algunos de nuestros políticos por lo que valen y venderlos por lo que cuestan?, porque parece que no les duele España como le dolió a Unamuno.

Postureo, falta de generosidad, cambios de opinión y contradicciones

Suele decirse que a algunas personas hay que comprarlas por lo que valen y venderlas por lo que cuestan.

Estos días de pasteleos, flirteos, conciliábulos, visitas de mucho protocolo y posteriores declaraciones, he recordado el proverbio que encabeza este comentario y me he planteado si es aplicable a determinados miembros de la clase política, hoy, cuando se inflan de dignidad por el éxito obtenido.

Presten atención a sus declaraciones informales y rimbombantes ruedas de prensa; al escenario, atuendo y lenguaje utilizado. Escenario y atuendo cada día son más “casual”: se va imponiendo el “sincorbatismo”, la camisa remangada –con dos modalidades, la más fina de sólo una vuelta, la más popular hasta los codos-, chaqueta de una talla menos. En cuanto al escenario: atril, inevitable toque simultáneo a los dos inevitables  micrófonos, manos formando un romboide o en los extremos del atril. Es muy frecuente el entrecejo arrugado –algunos dirían entrecejo de estreñimiento-, como de leve contrariedad; mucho dedo índice levantado, amenazante, y, en ocasiones muy señaladas, el coro palmero en la retaguardia.

Pero lo que a mí me “pone” es el tono de los discursos: engolado, con afectación, como trascendente, grave y solemne, con mucha prosopopeya, para que parezca que todo lo que dicen es vital para los españolitos que escuchamos. Añado la generalizada tendencia a esdrujulizar toda palabra con más de dos sílabas -les invito a probar en voz alta y verán lo ridículos que se encuentran. No olvidemos el frecuente tono chillón, con  su variante sarcástica, las continuas y groseras interrupciones –si de tertulias se trata- y frases interminables.

¡Qué decir del contenido de las prédicas! Tópicos, lugares comunes, eufemismos, reiteraciones, frases hechas, expresiones de moda - han subido muchos enteros “las líneas rojas”, “desconexión”, “regeneración” -¡si Joaquín Costa levantara la cabeza!-, “déjeme que le diga”, “marcar los tiempos”, “problemas de agenda”,...

En resumen, que algunos vamos ahítos de su lenguaje hueco, del postureo, de la falta de generosidad y altura de miras, de sus contradicciones y cambios de opinión, de oír hablar de una España que muchos de ellos no sienten, porque si les doliera como le dolió a Unamuno, harían algo más por intentar llegar a un acuerdo básico acerca de la estructura del Estado, educación, justicia, corrupción y regeneración democrática.

No  merecemos esto.

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