Por qué soy juez

Alfonso Villagómez Rodil con uno de sus cinco nietos.
Alfonso Villagómez Rodil con uno de sus cinco nietos.

Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la percepción de que el mundo no es justo, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables, en nuestro entorno, que quisiéramos suprimir.

Dedicado a mi padre, Alfonso Villagómez Rodil.

La función del juez es la de aplicar el derecho, no crearlo, por no ser su tarea legislativa sino jurisdiccional, y solo puede hacer lo que la ley le permite o concede. La aplicación del derecho es un elevado encargo, de una gran responsabilidad, de rango superior y de trascendental relevancia. El juez debe tener un profundo sentido de las relaciones humanas, para observar siempre una conducta y no negarse a oír a las partes.

La preparación intelectual para juzgar solo se obtiene con la experiencia, con el contacto con todas las debilidades humanas y con el ejercicio diario que da la ajustada aplicación de la ley sin pasión, y aun sin sentimentalismos ni sujeción a la influencia de la amistad o de las simpatías políticas u otros intereses. Porque, uno es solidario, se preocupa por los que son menos afortunados; uno cree en la sociedad así como en el individuo.

El premio Nobel de Economía, Amartya Sen, empieza su libro La idea de la justicia recordando el pequeño mundo en el cual los niños viven en Grandes Esperanzas, de Charles Dickens, "no hay nada que se perciba y se sienta con tanta agudeza como la injusticia". Pero esta fuerte percepción de la injusticia manifiesta se aplica también a los adultos. Lo que nos mueve, con razón suficiente, no es la percepción de que el mundo no es justo, lo cual pocos esperamos, sino que hay injusticias claramente remediables, en nuestro entorno, que quisiéramos suprimir. Por eso soy juez. @mundiario

Comentarios