¿Los políticos, parte de la solución o del problema?

Pedro Sánchez y Pablo Casado. / Mundiario
Pedro Sánchez y Pablo Casado. / Mundiario
El papel de la oposición es fiscalizar al Gobierno pero también lo es la lealtad institucional y apoyarle en situaciones excepcionales que, como en este caso, afectan a la salud de las personas.
¿Los políticos, parte de la solución o del problema?

Ha pasado un año desde que la Covid-19 cambió nuestras vidas. Un virus que nos desconcertó a todos por su rápida propagación y lo que es peor, se ha llevado y sigue llevándose miles de vidas por delante. En ese escenario se decretó el estado de alarma, una medida excepcional para evitar la propagación del virus y el colapso del sistema sanitario ante los afectados más graves que requerían hospitalización. 

El Gobierno d España establecía dos comparecencias diarias dando parte de los afectados y también de los tristemente fallecidos así como de las medidas urgentes adoptadas a golpe de decreto para establecer un colchón que impidiese la caída de los más vulnerables, trabajadores, autónomos, ampliar o postergar los plazos de liquidación de impuestos… entre otras, en un escenario en el que la ciudadanía demandaba actuaciones rápidas que generasen cierta tranquilidad ante tanta incertidumbre. “De esto saldremos entre todos” nos decía un ojeroso Pedro Sánchez en un intento de hacer un llamamiento a la responsabilidad colectiva. 

Estado de ruido

Pero a medida que pasaban los días y los ciudadanos tomábamos conciencia de nuestra responsabilidad social, aumentaba el nivel de crispación en el Congreso. Lo que debiera ser la unión de todos ante un enemigo común se convirtió en un “estado de ruido” como acertadamente lo definió la periodista Mamen Mendizábal.  Los representantes de los ciudadanos en la oposición, en vez de mostrar lealtad institucional, aprovecharon la coyuntura para provocar crispación, incluso ficticia, como estrategia y oportunidad para desgastar al gobierno, crispación que pretendían trasladar a la sociedad que, estupefacta, veíamos aquel espectáculo como una especie de Sálvame político. La prioridad eran las prórrogas del estado de alarma, único mecanismo que impedía la movilidad, cuando estaba más que demostrado que la movilidad suponía un incremento de los contagios, frente a una irresponsable derecha que ponía palos en las ruedas y votaban no una y otra vez sin tener en consideración la situación de gravedad y de excepcionalidad que estábamos viviendo. Y si el gobierno conseguía la prórroga pactando con fuerzas de corte independentista, les afeaban con críticas atroces, cuando la respuesta sería que todos tienen la misma legitimación como representantes de los ciudadanos aunque la realidad es como la del perro del hortelano, que ni come ni deja comer, no habéis dejado otra opción. 

Con cierta periodicidad salen encuestas acerca de cuál es la mayor preocupación de los ciudadanos en ese momento.  Y últimamente, ocupando las primeras posiciones, se encuentran los políticos. Concretamente, una de las últimas encuestas, febrero del 2021, después de la pandemia y la crisis económica, está el mal comportamiento de los/as políticos y los problemas políticos en general. Luego nos extrañamos del desapego ciudadano y la abstención en las elecciones. Porque la sensación, desde el otro lado de la barrera, es que hay quien está a gobernar y la oposición a oponerse a todo lo que haga el que gobierna aunque sea conforme al sentido común. El papel de la oposición es fiscalizar al gobierno pero también lo es la lealtad institucional y apoyarle en situaciones excepcionales que, como en este caso, afectan a la salud de las personas. Como muestra, las palabras del líder del principal partido de la oposición en Portugal, Rui Río, ”Señor primer ministro, cuente con nuestra colaboración. En todo lo que podamos, ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte.”  Ésta es política de altura. 

Gonzalo Caballero y Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario

Gonzalo Caballero y Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario

El ejemplo de Gonzalo Caballero

Y ése debe ser el camino. Hace unos días, Gonzalo Caballero, portavoz del grupo parlamentario socialista en el Parlamento gallego se reunió con el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoó, al que trasladó una propuesta con 12 ejes de actuación para afrontar los retos a los que nos enfrentamos, con medidas urgentes para la reactivación económica de Galicia. La prioridad en este momento son los ciudadanos más allá de las diferencias políticas e ideológicas.  

Estos gestos son los que debe tener un buen político. Altura de miras, generosidad, capacidad de diálogo, propuestas pensadas para el ciudadano y ser, ante todo, un estadista. Tiempo habrá para hacer oposición.  Y éste debe ser el mensaje que ha de primar sobre los demás. El político debe ser parte de la solución, transmitir seguridad, control de la situación, ser propositivo y resolutivo, no dilatar la toma de decisiones o perderse en debates estériles que no interesan a nadie y que demoran actuaciones urgentes. No obstante, si en las últimas encuestas los políticos son una de las primeras preocupaciones ciudadanas, debiéramos hacer una seria reflexión sobre el mensaje que se está trasladando. Y esta pandemia debiera hacernos reflexionar a todos qué clase de políticos y política queremos. 

Porque después de un año, alguno querría evocar aquello que decía M. Rajoy, “cuanto peor, mejor”. Lamentablemente esta frase describe muy bien el tipo de oposición que hemos visto en el Congreso todos estos meses. Honestamente me quedo con la frase de Rui Río. Porque gobierne quien gobierne, mi deseo es que a quienes les haya tocado lidiar con esta pandemia, tengan muchos aciertos porque sus aciertos, serán los de todos. @mundiario

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