El poco éxito de los “indignados” en Colombia y su escasa influencia política

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Los movimientos de indignados que surgieron en Colombia en 2011/2012 no han sabido separarse del vandalismo y hacer crecer su influencia en el plano político del país.

El poco éxito de los “indignados” en Colombia y su escasa influencia política

Los movimientos de indignados que surgieron en Colombia en 2011/2012 no han sabido separarse del vandalismo y hacer crecer su influencia en el plano político del país.

Con éxitos, aunque luego las consecuencias no fueran las esperadas, en países del norte de África y revoluciones políticas como la de Podemos en España, estos levantamientos sociales buscaron establecer un nuevo orden que rompiera con algunas de las estructuras construidas en el mundo de la post Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, a pesar de llegar y hacerlo con fuerza, el tiempo pasó y los resultados políticos del movimiento han quedado en promesas.

La existencia de estos movimientos, siguiendo con las ideas planteadas por Sidney Tarrow, se sustentó sobre los principios de que toda acción colectiva de carácter social tiene como propósito de fondo el impulsar a poblaciones que pueden estar desorganizadas y actuando de manera autónoma o dispersa, a buscar un fin e intereses comunes que terminen unificando las acciones y así permitir la consecución de los objetivos (1997).

Son espacios que se enorgullecen de no contar con un orden jerárquico clave, puesto que todos los actores eran tratados como iguales y no se encontraban jefes o primeros mandos a la cabeza de los intereses, buscando rebatir así las ideas de Lenin de la necesidad de la existencia de una élite dirigente que impulsara y organizara la acción social del movimiento, y acercándose a las ideas de consenso e influencia de los intelectuales que defendió Gramsci (Tarrow, 1997).

Y lo hacían porque entendían que ese era el camino para evitar los problemas organizativos en donde los intereses particulares de los individuos que participan en el movimiento se vean sobrepuestos a los intereses generales (Tarrow, 1997).

El caso de Colombia

En Colombia se identificaron dos grupos clave que siguieron las premisas de Stéphane Hessel: Indígnate Colombia (23/05/2011) y La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (MANE) (02/10/2011).

Ellos aparecieron como consecuencia de los conflictos sociales que se hicieron visibles, aunque no eran nuevos, en Colombia en los años 2011 y 2012. Indígnate Colombia y MANE quisieron implantar sus nuevas visiones de la sociedad que se levanta frente a un sistema que para ellos es anticuado, que impulsa la falta de equidad y que es corrupto en su esencia. Y aprovecharon un espacio coyuntural, la propuesta de una nueva ley de educación, para comenzar a hacer oír su voz. Ese proyecto de ley buscaba reglamentar la educación superior en Colombia, asegurando aumentar la cobertura y mejorar la calidad de la educación (El Espectador, 10 de marzo de 2011). La propuesta de reforma examinaba la creación de Instituciones de Educación Superior con ánimo de lucro, que los estudiantes interpretaron como una disminución en la calidad de las instituciones, pues esto sólo incentivaría la creación de carreras lucrativas para el mercado, reduciendo así la educación integral (El Espectador, 25 de agosto de 2011). La reforma también planteaba una inversión más grande en los créditos para la educación superior, lo que para muchos estudiantes era sólo un beneficio que favorecería a la educación privada (El Espectador, 12 de octubre de 2011). El movimiento Indígnate Colombia, mostró su apoyo a la clase estudiantil que aseguraba que la reforma no garantizaba el derecho a la educación, ya que no ofrecía a las universidades los recursos necesarios para su funcionamiento (El espectador, 12 de octubre de 2011). Por esta razón, se desencadenó un paro estudiantil indefinido, acompañado de varias marchas pacíficas y simbólicas, pero que muchas veces terminaron en actos violentos. Las diversas marchas organizadas por M.A.N.E., las asambleas que se realizaron en ciudades como Ibagué y Tunja y las reuniones de emergencia, para reafirmar las declaraciones políticas, hicieron que la movilización de los estudiantes comenzara a dar resultados con el inicio del debate nacional de la educación como derecho en las universidades.

Finalmente, la presión de la movilización estudiantil hizo que el presidente Juan Manuel Santos radicara la solicitud de retiro de la Reforma a la Educación Superior en el Congreso de la República (Semana, 11 de noviembre de 2011). Desde entonces, MANE suspendió el paro, pero aclaró que las movilizaciones por el derecho a la educación continuarían (Semana, 16 de noviembre de 2011). A partir de entonces estos movimientos, que vieron en ese triunfo un espacio para potenciar otras acciones sociales e incluso impulsarse a la política, comenzaron a trabajar en la consolidación de su proyecto y en eso van. Se mantienen activos en pronunciamientos en la Red que no tienen el impacto mediático que tuvieron en esos meses de 2011 e inicios de 2012. Están trabajando en la creación de una nueva ley de educación nacional que aún no han terminado de negociar, ya casi tres años después de la fallida presentada en la primera legislatura del presidente Santos.

Pizarra en las calles de Colombia. / Facebook MANEPizarra en las calles de Colombia. / Facebook MANE

 

Obviamente depende de a quien le pregunte, la medida del éxito de este movimiento tendrá una u otra visión. Pero ante la frialdad de los datos uno sólo puede ver que la iniciativa quedó en eso. Aunque, sobre todo la MANE, se consolidaron en sus estructuras internas, su proyección y papel en la sociedad sigue siendo secundario y poco referente.

Además, con el apoyo a políticos cuestionados por la justicia, su impacto político es muy poco. Mantienen la fuerza, ya que cuando se movilizan bloquean las calles y generan caos en la vida de las personas. Pero su impacto en las propuestas políticas no se siente. Prueba de ello es que no consolidaron un movimiento político que se presentara a las pasadas elecciones al Congreso y a los candidatos que le dieron su apoyo perdieron frente a las maquinarias políticas más establecidas. Los movimientos ciudadanos, de corte estudiantil, caracterizados dentro de los Indignados, tuvieron una explosión fulgurante y una llama que se desvaneció, aunque sigan funcionando y trabajando, muy rápido a los ojos de la gran sociedad. Y lo hicieron porque sus propuestas, revolucionarias, no supieron aprovechar el contexto histórico en el que surgieron y no se proyectaron más allá del triunfo en la retirada de la propuesta del gobierno de reforma a la educación en 2011. Además, cayeron en el error, no nuevo para estos movimientos estudiantiles, de no separarse, con mucha más claridad de los escenarios de conflicto que enfrentaron a estudiantes, o al menos así se hacían llamar, con las autoridades en acciones vandálicas y violentas en 2012 y 2013.

Explotaron, se dieron a conocer y se quedaron allí. No lograron quitarse los encuadres creados sobre los movimientos ciudadanos, empujados por la comunidad estudiantil, de las décadas anteriores. Fueron incapaces de separarse, efectivamente, de la violencia. Y al final su influencia política se vio reducida a temáticas específicas y de manera ocasional.


Este análisis se publicó por vez primera en Politizen.info firmado por Jairo Dario Velásquez.

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