¿En qué pensará Nicolás Maduro por las noches antes de dormir?

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. / Twitter.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela. / Twitter.

Acorralado y con el país en proceso de autodestrucción, probablemente el presidente ya olvidó cuándo fue la última vez que pudo dormir en paz.

¿En qué pensará Nicolás Maduro por las noches antes de dormir?

Criticado por todos los sectores, el que se define a sí mismo como hijo de Chávez se niega a dar un paso al costado. El desgobierno se ha convertido en la insignia de su Administración y cada paso que da lo acorrala un poco más. En esa situación, ¿qué pensamientos corren por su mente cuando no está en público? ¿Qué puede pensar un hombre que ha incendiado casi todas las naves que le quedaban para sobrevivir a su naufragio? ¿Qué es lo último que su subconsciente le proyecta antes de cerrar sus ojos antes de dormir para despertar al día siguiente y sentir el infierno en la planta de sus pies mientras camina en su casa y despacho? Jamás se sabrá a ciencia cierta porque Nicolás Maduro tiene cosas más importantes de qué ocuparse que compartir sus pensamientos en sus momentos privados, pero probablemente podría ser alguno, o todos, de la siguiente lista:

1. ¿Cuándo fue la última vez que dormí en paz?

La situación en Venezuela empezó a tambalearse desde el 2015, cuando la oposición ganó las elecciones para la Asamblea Nacional (AN) por amplio margen. Era un golpe histórico y muy bajo para su Administración, que perdía así el Organismo Legislativo a manos de sus enemigos más íntimos.

No obstante, nada le ha golpeado tan fuerte como la crisis que desató luego de que, mediante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), disolviera precisamente a la AN para darse a sí mismo poderes legislativos. La maniobra fue calificada al unísono por todos en su país y la comunidad internacional como un golpe de Estado y Venezuela entraría en una seguidilla de manifestaciones de la que parece no haber retorno. Cada día que pasa, la situación no hace sino escalar. Han pasado tres meses apenas, pues el tiempo en estos casos es realmente relativo, pero el presidente ya se le habrá olvidado cuándo fue la última vez que pudo cerrar los ojos en paz, sin pensar en qué excusa daría al día siguiente, en qué atrocidad harían los suyos para apresarlo más…

2. ¿Qué hago con la rebelión interna?

Pero el disgusto se ha propagado a los cuarteles del chavismo al punto que las Fuerzas Armadas, la materia prima de la que se abasteció la revolución bolivariana desde su nacimiento, han empezado a voltearle la cara a sus líderes. Maduro se esfuerza en negarlo, pero la disconformidad ha llegado a puntos nunca esperados por un régimen que se veía a sí mismo como todopoderoso.

Encima de eso, sus funcionarios también le han dado la espalda. El rostro más visible de los disidentes es Luisa Ortega Díaz, exfiscal general. Ortega Díaz inició su desmarque cuando criticó la decisión del Supremo de despojar de sus poderes a la AN, y desde entonces ha criticado cada paso que ha dado el jefe del Palacio de Miraflores. Con el apoyo en las calles menguando, con la comunidad internacional en su contra, con la condena generalizada contra su Gobierno, la fuga de efectivos políticos y militares es un lujo que el régimen no puede permitirse.

Eso probablemente le hará pensar qué hacer para aplacar la ira de los suyos antes de que ésta haga rodar su cabeza.

3. ¿Quién será el encargado de elegir mi hora?

Habiendo perdido ya credibilidad en todas partes, el dilema final de Maduro ya no será cómo sostenerse, sino cuándo va a caer. En público amenaza con aprovecharse de las armas para defender su cabeza e insiste en culpar al imperio de su desgracia, tal y como le gusta a los chavistas, pero probablemente cuando está recostado en su lecho, viendo con mirada perdida a cualquier punto de las paredes de su cuarto, él mismo sabe que su suerte está echada.

Ya el caos ha llevado a los venezolanos a cometer actos puramente terroristas, como el sujeto que, desde un helicóptero, abrió fuego contra edificios oficiales, o los seguidores oficialistas que asaltaron la Asamblea Nacional y agredieron a diputados opositores. Ya no puede confiar ni en su sombra y la Asamblea Constituyente que concibió como su munición salvadora se ha convertido en su espada de Damocles. Cada día surge una noticia de alguna muerte violenta o de algún nuevo disconforme. Tarde o temprano, ese muerto o ese disconforme será él. La pregunta es, ¿quién le dirá que llegó la hora?

4. ¿Y si mejor digo la verdad?

Debe haber alguien detrás de él. Ya no son quienes le votaron, ni quienes le apoyan en público…ni tan siquiera los diputados de su partido. El desorden generalizado que impera en Venezuela es forzado por alguien. Debe serlo. Es imposible que cualquier persona vea en lo que ha convertido un país tan hermoso como el caribeño e insistir en que es la solución, no el problema. Podrán ser los más radicales del chavismo, podrán ser los narcotraficantes que han llevado a malos caminos a sus dos sobrinos políticos a ser acusados delitos relacionados al tráfico de drogas en Estados Unidos, o un largo etcétera de posibilidades. Como sea, lo cierto es que vista la situación en la república bolivariana es imposible pensar que no haya alguien que esté obligándole a mantenerse como pueda en el puesto, aunque su caída se antoje inminente.

El problema es que se ha llevado a sí mismo al punto de que no solo ya perdió el derecho a hacerse la víctima –lo que tanto le gusta hacer a los políticos cuando se saben perdidos-, sino que decir la verdad no haría sino explotar una bomba distinta. Con la almohada, el presidente discutirá todas las noches si no es mejor asegurar su muerte revelando quiénes le impiden dar un paso al costado –que incluso para su integridad y paz interior sería lo mejor- aun a precio de saber que eso haría que su cabeza rodara casi en el instante. Literalmente.

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