El Partido Republicano sigue autodestruyéndose por culpa de Donald Trump

Jeff Flake, senador por el Partido Republicano. / Twitter-NTN 24.
Jeff Flake, senador por el Partido Republicano. / Twitter-NTN 24.

La renuncia del senador Jeff Flake es el más reciente episodio de esta guerra interna en el partido que amenaza con llevarse por delante los grandes proyectos del presidente.

El Partido Republicano sigue autodestruyéndose por culpa de Donald Trump

El Partido Republicano sigue en su proceso involuntario de autodestrucción, precipitado por los encontronazos entre sus legisladores y el presidente Donald Trump. Si la semana pasada el mandatario tuvo una nueva serie de altercados con el icónico John McCain, esta semana volvió a las andadas con Bob Corker, a quien llegó a tildar de inútil. El último en marcar sus distancias con el presidente fue el también senador Jeff Flake, quien decidió no presentarse a la reelección en las legislativas del próximo año. "Señor presidente, hoy me alzo para decir: basta", compareció ante la Cámara Alta.

Flake, quien ocupó su escaño solo por dos años, es uno de los rostros más conocidos del ala moderada del partido conservador, desquebrajado ante los disparates y salidas de tono del empresario. Eso sí, en el caso de este senador por Arizona su reacción llegó muy lejos, pues cometió un suicidio político, un extremo al que, por más que desprecien los modales de Trump, la mayoría de senadores y representantes no están dispuestos a llegar. "La permanencia sostenida en el puesto no es la razón para presentarse a un cargo. Y hay momentos en que debemos arriesgar nuestras carreras para defender nuestros principios”, explicó.

Lo cierto es que el discurso de Flake fue una catarsis para el sector al que representa dentro del honorable Gran Viejo Partido (GOP, por sus siglas en inglés). "Lamento el estado de nuestra desunión, lamento el carácter destructivo de nuestra política, la indecencia de nuestro discurso, la vulgaridad de nuestro liderazgo, lamento que se ceda en nuestra autoridad moral", explicó para luego lanzar un revés al partido por su "complicidad en este alarmante y peligroso estado de las cosas".

“Debemos dejar de hacer como si la degradación de nuestra política y las acciones de algunos en nuestro Ejecutivo fueran normales. No lo son. Cuando ese comportamiento emana desde lo más alto de nuestro Gobierno, es peligroso para nuestra democracia. Proyecta una corrupción del espíritu y debilidad. Los jóvenes están mirando. Qué haremos cuando nos pregunten ¿por qué no hicisteis nada? Yo hoy me alzo para decir: ya basta”, dijo como punto culminante de su comparecencia.

“El comportamiento temerario, escandaloso e indigno se excusa y se matiza como ‘decir las cosas como son’, cuando en realidad es simplemente temerario, escandaloso e indigno”, prosiguió para luego sacar la carta de la familia. "Tengo hijos y nietos ante los que responder, señor presidente, y por tanto no seré cómplice”, cargó.

Dinamita en el seno del partido

El frente abierto entre Trump y Flake es solo uno más de esta guerra civil que amenaza con dejar en ruinas al partido conservador. A poco más de 10 meses de haber tomado posesión, el presidente ha sido incapaz de tomar al elefante por los colmillos y lo ha convertido en una bestia fuera de control. Sus discrepancias con los altos mandos y con los legisladores más respetados de su partido han condicionado su reforma sanitaria, esa con la que prometió desmantelar el Obamacare.

Estos pleitos podrían condicionar también el éxito de su reforma fiscal, para la cual cuenta con el apoyo de Paul Ryan, su principal bastón en el Capitolio pese a que entre ambos hubo roces en la campaña que le llevó a la Casa Blanca. De poco servirá la bendición del portavoz de la Cámara de Representantes si el presidente no es capaz de calmar su temperamento, rebajar su tono y encontrar alguna forma de volver a unir al partido, que controla las dos cámaras con mayoría absoluta. Las próximas elecciones legislativas son en 2018, para las que ni Flake ni Corker se presentarán para su reelección, y el dominio conservador está en juego. Perder el control del Congreso es un lujo que no puede permitirse un mandatario que tiene de espaldas a una buena parte de los suyos y al pleno del Partido Demócrata.

El presidente tendrá que hacer algo para detener la hemorragia, pues ésta amenaza con volver a ponerlo en ridículo como sucedió con sus dos fallidos intentos de impulsar una reforma al sistema sanitario. Si su proyecto fiscal fracasa, su imagen y la de todo su partido será no menos que ruinosa y, en un escenario dramático pero posible, podría perder el control del Organismo Legislativo en los comicios de 2018.

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