El Partido Demócrata se rebalsa por su propia obsesión con Donald Trump

Hillary Clinton y Nancy Pelossi, líderes del Partido Demócrata.
Hillary Clinton y Nancy Pelossi, líderes del Partido Demócrata.

El partido se ha quedado casi sin plan de legislatura desde que Robert Mueller exculpó al presidente de haber consentido injerencia del Kremlin en las elecciones de 2016.

El Partido Demócrata se rebalsa por su propia obsesión con Donald Trump

Hubo una vez un famoso sitcom llamado Two and a half men en el que el personaje de Charlie Sheen tenía a una acosadora a quien nunca tomó enserio hasta que llegó un punto en que ella fingió darle la espalda y ahí, cuando era ya incapaz de controlarla, terminó obsesionándose con ella. Leía recientemente un artículo en Deutsche Welle (DW) sobre cómo el Partido Demócrata está empezando a agrietarse por no saber cómo controlar a Donald Trump y pensé que el guión de aquella serie quedaba perfecto para la comparación.

Cuando Trump inició su carrera con el Partido Republicano salvo sus férreos y casi rayando lo racistas seguidores nadie se lo tomaba como un candidato serio. Y por nadie se entiende también al Partido Demócrata, cuyos precandidatos presidenciales se burlaban de él en sus mitines y lo tomaban como ejemplo de todo lo malo que puede ser un político.

Cuatro años han pasado desde aquellas salidas de tono del empresario neoyorquino y dan estas alturas en que el partido progresista no ha encontrado la forma de detenerlo. Y lo que es más, no solo no lo ha detenido sino que su obsesión por hacerlo los ha condicionado desde sus entrañas.

No lograron ganarle en las elecciones pese a los constantes desdenes que le dirigió su examiga Hillary Clinton, candidata demócrata, y básicamente desde que inició su administración tampoco han podido darle un golpe desde el Organismo Legislativo (su más vergonzosa derrota, el no al desmantelamiento del Obamacare se lo dio su propio partido). Para cuando el Departamento de Justicia ordenó al fiscal especializado Robert Mueller una investigación sobre la injerencia y complicidad de Rusia con Donald Trump y su entorno en las elecciones de 2016, el Partido Demócrata se aferró a la misma como a un clavo ardiendo.

Obsesionado casi por completo, el partido pasó meses anticipando con indirectas que la pesquisa sería el final de su trayectoria. Parecía todo listo y hasta los estadounidenses les echaron la mano llevándolos a ganar la mayoría de asientos en la Cámara de Represenantes. La mesa estaba servida y la población lista para devorarse a su presidente. Pero en esas, y como al héroe de la película, y sin merecerlo probablemente, la investigación de Mueller resultó exculpando a Trump de las acusaciones. Aquello dejó a los demócratas sin plan de legislación, pues desde 2017 todos sus proyectos giran en torno a la figura del presidente.

El partido está mostrando una terrible desorganización desde la publicación de aquellos resultados, una absoluta falta de alternativas y un desgobierno para hacer frente a un hombre que de verdad parece tener más vidas que un gato. El partido ya se ha dado cuenta que Trump es para tomárselo enserio y su obsesión se ha convertido en su perdiciónn.

El mismo artículo de la DW remarcaba que una buena parte de la bancada demócrata insiste en llevar a Trump a un impeachment, como diciendo “es que de que cae, cae”. El problema es que a estas alturas aquello se vería más como un berrinche que como algo viable y justificable, sobre todo. Libre de la mayor acusación que tenía en su contra, Trump no tiene –de momento- nada que le amerite pasar por la guillotina del capitolio, y aun si pasara, lo más probable es que igual ganaría el proceso porque su partido mantiene el control del Senado, que toma la última palabra en un proceso como este. Y aun si el Partido Demócrata decide arriesgarse al tiro en el pie y fuerza el impeachment, éste solo alteraría sus bases, dejándole como mártir y sirviéndole la mesa para que en las elecciones del año entrante aparezca una segunda edición del empresario, tal y como teme Nancy Pelossi, líder demócrata en la Cámara Baja y portavoz de la misma.

El partido subestimó a Trump y sin querer lo ha terminado encumbrando para presentarse como víctima de una persecución política. Los demócratas se encerraron en su propia obsesión obsesión. Sus líderes han bajado la voz en las últimas semanas, conscientes de que Trump tiene la piel más sensible que nunca. La dirección y la estrategia política ha fallado rotundamente y salvo la financiación del muro con México, lo cierto es que Pelossi y sus chicos no tienen con qué amedrentar al presidente. Es ahora o nunca, o reinventan a la precipitada su estrategia o terminarán como el personaje Charlie Harper, rebalsado por quien tanto subestimaron. @mundiario

Comentarios