El Parlament Balear tiene vacante a fecha de hoy su presidencia

Parlament balear. / Mundiario
Parlament Balear. / Mundiario

Los del PP pensaron que podían sacar oro líquido del agujero que se había abierto en el pacto de izquierdas y solo han regresado a un sentido común que les pudiera salvar del estrépito...

El Parlament Balear tiene vacante a fecha de hoy su presidencia

Como sus habitantes viven felices en las playas de unas islas perdidas en el mar, sus líos no llaman la atención de portadas ni pantallas en tierra firme, también llamada Madrid. Incluso aunque afecten de lleno a los antes peligrosos de Podemos, un partido que se hace tanto daño a sí mismo que está consiguiendo que sus rivales ni lo mencionen. Quien se atrevería a imaginarlo en esas fechas, no tan lejanas, en las que Venezuela era el pan de cada día para alimentar la política interior de España. Recordaremos pues, al respetable, de que va esta faena.

Resulta que en 2016 a las diputadas Huertas y Seijas, pertenecientes hasta su expulsión al partido de Iglesias y la primera de ellas presidenta del Parlament en virtud de los mismos pactos que concedieron al PSOE la del Govern Balear, se les ocurrió jugárselo todo, durante la negociación de los presupuestos de la Comunidad para 2017, a la carta de que se subvencionara con dinero público el laboratorio de Daniel Bachiller, científico del CSIC especialista en terapias génicas y también expulsado de Podemos tras el lío. Lo cierto es que sus investigaciones estaban siendo cuestionadas por algunos influyentes y, a la vista de lo que ocurre con el I+D en España, y sin mayor criterio por mi parte para opinar sobre el fondo del asunto, si diré que circulan las maldades de que quizás el citado había perdido parte de su encanto y no supo venderse, o buscó los apoyos equivocados, o acabó con la paciencia de muchos, o un poco de todo al mismo tiempo.

El resultado de todo ello es que el Parlament Balear tiene vacante a fecha de hoy su presidencia, y desde el pasado 25 de enero. En realidad, este vacío tenía que haberse producido automáticamente el 22 de diciembre, cuando Huertas fue expulsada de Podemos. Pero los del PP pensaron que podían sacar oro líquido del agujero que se había abierto en el pacto de izquierdas y solo han regresado a un sentido común que les pudiera salvar del estrépito, y de cosas peores, tras un informe firmado con la unanimidad de todos los letrados de la Cámara sobre la interpretación del artículo 39.C de su Reglamento, una norma tan diáfana y evidente en su redactado que no crearía ni una sola duda entre los alumnos de cualquier aula de cuarto curso de Primaria… en cualquier colegio de La Tierra. De hecho, en los términos que ahora rigen se modificó por parte de los diputados baleares, y no hace tanto tiempo e incluyendo también a los del PP, para evitar que volviera a llover sobre mojado tras el escándalo Munar, hoy en la cárcel y sin expectativas de libertad ni a corto ni a largo plazo. Me temo que lo de que el PP es el partido del “sentido común” solo servía durante esos años de mayoría absoluta en los que, en lugar de pensar, bastaba con seguir las órdenes de los acreedores para hacer “lo que hubiera que hacer”. 

El caso es que durante los meses que ya dura el contencioso la gente de Les Illes está viendo alterada su tranquilidad playera por una oleada que no para de romper con noticias, imágenes, debates, opiniones, chistes y burlas, informes, votaciones, grabaciones ocultas pero desveladas y expulsiones, cotilleos, amenazas y toda clase de miradas, comidas entre contrarios a escondidas o filtradas a los medios, charlas de bar y de esquina y, además, con todo lo que no he mencionado y pueda caber en cabeza humana en tiempos de paz, al ritmo de un conflicto cuya influencia real en la vida de la sociedad a la que se deben todos sus protagonistas, los diputados del Parlament, parece ínfima. Si a lo dicho añadimos, porque es verdad, que el cargo en disputa, por lo mucho que inmoviliza, ha sido y sigue siendo rechazado por los líderes que realmente cortan el bacalao en los partidos decisivos y que el lío principal se ha disuelto como azucarillo en cuanto el fantasma del delito se ha cernido sobre los filibusteros adalides del menos común de todos los sentidos, “dime de qué presumes…”, no es extraño que la sorpresa por el motivo originario haya sido superada con creces por el estupor ante el comportamiento de unos políticos que, con tal de aprovechar la desgracia ajena, se han jugado la poca credibilidad que les quedaba apostando a una carta marcada, pero más que reconocible para el resto de los jugadores.

Pero, como siempre he defendido, no me parece bien escribir en vano. Teniendo en cuenta  que ni decadentes ni emergentes se atreven a las osadías necesarias que permitan cambiar las normas de un escenario ya caduco, es obligación de los espectadores proponer ideas para que las lean y conseguir que, para no llorar, al menos rían. Aquí van dos.

La primera puede consistir en que la mayoría que gobierne cada vez decida ceder ese puesto, el de la presidencia del legislativo, a la minoría opositora y ésta, con generosidad, lo acepte. Aunque soy de los que sostienen que en España no habrá una democracia decente hasta que, bien sea por la acción de la Justicia o gracias a un ataque de vergüenza propia, el PP se disuelva o salga huyendo a Suiza, tampoco me duelen prendas al plantear esta propuesta, aunque la presidencia del Parlament Balear le pueda tocar a algún representante del franquismo sociológico, de momento desarmado, que es lo que procedería en este momento si tanta elegancia se aplicara. En cualquier caso, los de abajo veríamos con sumo agrado que el buen rollo no implicara mayor coste, siempre para nosotros, del que pueda corresponder a un diputado raso.

No caben en un libro las virtudes que le veo a esta simpatía y, para justificarla, afirmo también que el cinismo deja de serlo cuando se convierte en ley mediante acuerdo entre distintos porque, a fin de cuentas, qué son las normas que obligan a todos sino acuerdos asumidos por aquellos que en público necesitan diferenciarse, pero en los reservados se entienden, por ser este el único camino de la supervivencia. Excepto en las dictaduras, donde una de las partes siempre muere.

De no aceptarse tal entente propongo que, para el desempeño de ese cargo, en lugar de a un ser humano se nombre a un robot animado al que vayan cargando en su cerebro artificial las leyes y protocolos que deba cumplir durante las presidencias de los plenos y otros actos institucionales, porque ya está bien de aguantar máquinas que solo envían al paro a trabajadores inocentes. No obstante, y ya que es la idea es mía y regalada, ruego que durante el diseño de tan innovador parlamentario se tenga el mayor de los cuidados para no insertar en él los virus de la mentira, la corruptela y la ambición sin medida. De momento, no se me ocurren más propuestas.

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