Papá, ¿por qué somos fascistas?

filofascismo
Filofascismo.

Tras intentos desesperados de reavivar los rescoldos de la “Leyenda Negra” y convertir a M. Rajoy en la temida y odiada reencarnación del Duque de Alba, que todavía disuade a los peques belgas traviesos, la Pica en Flandes que pretendía reponer Puigdemont se desafila y desprogresa adecuadamente. Mis sinceras condolencias al masoquismo ancestral genuinamente español.

Papá, ¿por qué somos fascistas?

¡Cómo se agradece la desinteresada contribución que está haciendo Carles Puigdemont a reavivar los rescoldos de la Leyenda Negra, oye!. ¡Qué altura de miras, qué honorabilidad está demostrando con su negocio de exportación de la rabieta independentista a Bruselas, esa ciudad donde la hispanofobia llueve sobre mojado. Mismamente, no es por establecer odiosas comparaciones, pero el orgasmo de los belgas con el fichaje del exHonorable para su secular causa contra España, viene siendo homologable al orgasmo de la hinchada madridista con el fichaje de Figo, no sé si te acuerdas, como oscuro objeto del deseo contra la hinchada blaugrana. Ahí tienes pues al exPresident convertido en candidato a “Pichichi” en el deporte nacional belga de meterle goles a la vieja y cansada Piel de Toro.

Ahí tienes pues al exPresident convertido en candidato a Pichichi en el deporte nacional belga de meterle goles a la vieja y cansada Piel de Toro

Durante el día, ya ves, echa espuma de odio por la boca ante la prensa, ante los tribunales, ante las cámaras de TV. Y, luego, al ponerse el sol, se mete en una de esas tabernas de la Grande Place para seguir aplacando su insaciable sed de venganza entre espuma alternativa de cerveza. Porque algunas cervecerías de Bruselas es que son talmente terapia de choque para el odio en las entrañas que produce en una parte del personal la dichosa palabra España. Llegas a la barra, pides una birra y, cuando miras al techo, como caídos del cielo, contemplas anónimos soldados de trapo, a imagen y semejanza de sus antepasados de carne y hueso en los Tercios de Flandes, colgados por el cuello como placebo ancestral para escocidos lugareños y akelarres de guiris cocidos a la caza y captura de un selfie. O sea, vienen siendo lugares de “ambiente”, como las Herriko tabernas, a ver si me entiendes, con la peculiaridad de que la nostálgica clientela abertzale flamenca se lía simplemente a cervezas, y no como sus nostálgicos homólogos vascos, oye, que últimamente, tras haber renunciado de liarse a tiros con las parejas de la Guadia Civil, han decidido liarse a hostias, con perdón, con los guardias civiles y sus parejas, asunto que puede parecer lo mismo, pero no es igual.

¡Llora por mí, Cataluña!

De manera que menos elucubraciones de naturaleza maquiavélica con el destino elegido estratégicamente por el exPresident para instalarse con su miniexgobierno en el exilio, hombre. No, de verdad, es que oías últimamente a tertulianos, leías a sesudos columnistas, y parecía que estábamos talmente ante el hallazgo de otro príncipe catalán convertido de repente en un astuto y sagaz estadista, ¡menos lobos, caperucita!, tras haberse leído el manoseado libro de instrucciones de Don Nicolás de la cosa. Los “Austristas”, como in illo témpore los Austrias, es que siempre caen en la tentación de intentar poner una pica en Flandes. Sobre todo si van todos a una tras un señor que se llama Carlos o Carles, ¿qué mas da?, y quieren proyectar y expandir su vasto imperio o su embrionaria República por Europa.

Quiero decir que es tan natural, tan vulgar que el soberanismo catalán tire a Bruselas como que la cabra tire al monte. Vamos, que es igual de evidente que un Proces que pretende ser algo más que una autonomía juega en casa en Bélgica, como que el Barça, algo más que un club, juega en casa en el Camp Nou. Eso, el factor campo y la lacrimógena táctica de intentar que llore por él Cataluña, es lo que puede darle votos el 21-D al políticamente agónico Carles Puigdemot. Pero que nadie olvide que, en la historia, con sus luces y sus sombras, solo prevalecen las agónicas Evitas que le recomiendan a sus pueblos: ¡no llores por mí, Argentina!

La tentación filoindependentista, filoasimetrica y filoinconstitucional

Hombre, a lo mejor tenía razón Jan Jambon, el Viceministro flamenco del Gobierno Belga que hace unos días salió por peteneras: ¡hay que vigilar a España! Tras las anecdóticas irrupciones de Marine Le Pen en Francia, Geert Wilders en Holanda, Heinz-Christian Strache en Austria, Kristian Thulesen en Dinamarca, Jörg Meuthen en Alemania, Blocher en Suiza, Akersson en Suecia, Kaczynski en Polonia, Gábor Vona en Hungría y otras porcelanas de esas en plena fiebre de salvaguardar sus respectivas “razas arias”, ha sido una suerte que ese señor haya caído en la cuenta de que el gran peligro de Europa es un tal M. Rajoy, ese despótico y fanático gallego que, desde su hermético Führerbunker de La Moncloa, se ha empeñado en salvaguardar una Constitución, un Estatuto de Autonomía y demás coñas marineras de esas que, como se sabe, no tienen la mínima importancia en el desarrollo de una democracia homologada u homologable. La verdad es que es un escándalo, en pleno siglo XXI, que un gobierno que se precie de demócrata cumpla la Ley y haga cumplir la Ley, oye.

Si además moviliza a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para tan absurdo cometido, es inevitable que la opinión pública y publicada se rasgue las vestiduras. Y, bueno, lo que roza ya el filofascismo es que deje en manos de la Justicia, al libre albedrío de eso que llaman El Poder Judicial, una travesura de tan poca relevancia como que un Govern periférico, un Parlament autonómico, la mitad más uno o menos uno de habitantes de Cataluña con derecho a voto, haga de su capa un sayo, se ponga el Proces por montera y adopte la cívica y ecológica costumbre de reciclar los dictámenes del Tribunal Constitucional como desechable papel higiénico.

Entre fantasmas y fantasmadas

Una vez que desde ahí fuera y aquí dentro nos hemos puesto de acuerdo para dejar bajo sospecha la democracia española, en un nuevo y familiar rebrote de “leyenda negra” con la ancestral colaboración necesaria del masoquismo sociológico nacional, ¡que nos va la marcha, que os lo tengo dicho!, estamos en condiciones de ofrecer a la historia, en una especie de Black Friday, un dos por el precio de uno. O sea, un viejo 14 de abril con su dichoso 18 de julio incorporado, en un único pack fechado un flipante 27 de octubre de 2017 en el que, por lo visto y oído, se produjo simultáneamente una proclamación republicana en el Parlament y un alzamiento nacional en el Senado, el DUI contra el 155, el viejo y enquistado asunto de las dos Españas que llevan siglos y siglas helándonos el corazón. ¡Hele mi pueblo y mi gente!

¡Niño, si te portas mal llamo a M. Rajoy!

Ahora, verás, cualquier día de estos los niños españoles empezarán a preguntarle a sus padres: “papá, ¿por qué somos fascistas?”, con la misma perplejidad con la que aquellos inocentes y conmovedores hijos de padres colchoneros, no se si te acuerdas, les preguntaban a sus cariacontecidos progenitores: “papá, ¿por qué somos del atleti? Y, claro, como el mundo se ha convertido en una aldea global, incluso es posible que el aleteo de las mariposas en España acabe provocando un terremoto sociológico en los hogares belgas.

Cualquier día de estos los niños españoles empezarán a preguntarle a sus padres: “papá, ¿por qué somos fascistas?”

Que en Flandes y alrededores, por ejemplo, deje de escucharse la infalible amenaza doméstica que hacia volver al buen redil a los niños descarriados. ¡mira que llamo al Duque de Alba! y, gracias al Proces, a la brillante intermediación de Puigdemont y los palmeros flamencos, imprescindibles en cualquier sarao, naturalmente, irrumpa una nueva táctica disuasoria para meter a los peques de la casa en cintura: “¡niño, o te tomas la sopa o viene Mariano Rajoy!

Ladran...Ahora falta averiguar si cabalgamos.

Tanto quejarnos del Proces y resulta que ha puesto a España de nuevo en el mapa. El de Europa, el del mundo que gira alrededor del dogma universal de la publicidad: que hablen de uno, aunque sea bien. Si encima echan pestes, como lleva semanas haciendo el generoso exPresident, ya es la leche, tío. Es aquello que había dicho Goethe hace mucho tiempo, hombre: ¡ladran, señal de que cabalgamos! @mundiario

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