Este país necesita un buen chute de dignidad (y de calma)

Pablo Casado y Pedro Sánchez. / RR SS
Pedro Sánchez y Pablo Casado. / RR SS
La gestión de la época post-covid19 requerirá grandes dosis de dignidad y responsabilidad. Ceses y dimisiones habrán de ser el primer paso para una nueva forma de hacer política en España.
Este país necesita un buen chute de dignidad (y de calma)

No puede ser que, después de una crisis de estas dimensiones, la vida siga igual. Van a cambiar muchas cosas. Deben cambiar muchas cosas. Sería absurdo especular con las posibles transformaciones que provocará la pandemia. No estamos ni mucho menos en condiciones de analizar lo que deparará el futuro. Hubo un momento durante la crisis económica de 2008 en que los dirigentes mundiales debatieron sobre la imprescindible refundación del capitalismo y ya ven: apenas nada cambió desde entonces.

Esta vez ha de ser distinto. El mundo se la juega en los próximos meses; al menos Europa, el continente, de lejos, más castigado por el SARS-CoV-2. Las repercusiones de carácter sanitario y económico, y también social y anímico, son tan fuertes que la sociedad reclamará un revulsivo ético de suficiente dimensión. Esto solo puede llegar a través de ceses, dimisiones y una profunda reflexión, individual y colectiva.

El protagonismo de España

Resulta dificilísimo extraer conclusiones cuando la crisis está lejos de su punto final y las cifras se computan con criterios distintos y fuentes no siempre fiables. El número de casos de covid-19 por países se revela una cifra poco menos que aleatoria teniendo en cuenta que la mayoría de asintomáticos no se registran y la diferente aplicación de tests en cada territorio.

Quizás las hospitalizaciones serían un dato más fiable pero no se realiza un registro comparativo riguroso. Quedan los fallecimientos pero de nuevo nos topamos con las diferencias de criterio: en el Reino Unido, por ejemplo, solo se registran las muertes en hospital; Alemania solo computa las defunciones provocadas por la covid-19 sin la interferencia de otra patología grave anterior. En España el cálculo se realiza por suma de los datos de las CC AA y ni siquiera éstas siguen un mismo método.

A pesar de las relevantes divergencias, algunas afirmaciones se pueden hacer a día de hoy 15 de Abril. Por ejemplo, Estados Unidos es el país con más afectados confirmados (609 mil, 1.848 por millón de habitantes) aunque suponen la mitad de España en términos relativos (3.779 por millón aquí). Por defunciones, Europa se lleva la palma: Bélgica es el país con un mayor índice de “luctuosidad registrada” (411 muertes por millón de habitantes), seguido por España (398), Italia (351), Francia (242) y Reino Unido (193).

Aun introduciendo en el somero análisis el efecto “aleatoriedad” (el “azar pandémico” podríamos llamarlo), las cifras castigan demasiado a España como para que los principales dirigentes salgan indemnes. Es cierto que otros países tardaron más en reaccionar y lo han hecho con menor determinación. Quizás haya motivos para exonerar de culpa a los gestores de la crisis en España; pero de ninguna manera hay razones que les eximan de su responsabilidad como dirigentes. Han de asumirla.

Ceses y dimisiones clave

Los científicos al mando de las unidades especializadas en epidemias han de ser cesados. Tanto el Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias como el Laboratorio de Coronavirus en el Centro Nacional de Biotecnología existen para acertar en los momentos críticos. Y han fallado de manera lamentable. No se entendería que continuaran en sus puestos una vez se supere la crisis.

Pedro Sánchez debe dimitir. No es el culpable de la crisis pero es el primer responsable de su gestión, que ha estado salpicada de demasiados errores de bulto. El primero resulta obvio: se ha actuado tarde. Es cierto que ningún representante político (salvo Torra, por cierto) reclamó medidas drásticas antes de que éstas se aplicaran pero también es verdad que nadie disponía de la información que le llegaba al presidente del Gobierno. ¿Cualquier otro en su lugar habría procedido de manera similar? Posiblemente. Pero fue a él a quien le tocó en suerte estar en la Moncloa en estos momentos críticos; debe asumir su responsabilidad.

Pedro Sánchez se equivocó al centralizar la dirección de los servicios sanitarios, demostrando además que no cree en el modelo español de Estado. La descentralización de la Administración implica mayor cercanía a los administrados, mayor conocimiento del contexto y mayor agilidad en la toma y ejecución de las decisiones. Todas esas circunstancias eran valores útiles para enfrentar al covid19, que él despreció erigiéndose en superhéroe al auxilio del ciudadano en peligro. La infraestructura, los medios, las dinámicas, etc., sanitarias están en manos de las Comunidades Autónomas. La decisión de crear de la noche a la mañana una superestructura de dirección no auguraba nada bueno.

Pedro Sánchez se equivocó al no cerrar Madrid, que actuó como potente centrifugador del virus. Durante bastantes días, la mayor parte de los afectados en varias CC AA procedían de Madrid. Con Madrid cerrado, los efectos de la epidemia habrán sido menores en el resto de España. Se equivocó también al no prohibir las manifestaciones del 8-M. Había ya motivo para la alarma. De buen dirigente habría sido tomar la posición más prudente, cosa que no hizo.

Y Pedro Sánchez se equivocó, y se sigue equivocando, en el talante. Como ya demostró en anteriores ocasiones, el presidente del Gobierno es un político de hechos consumados. “Aquí tenéis lo que vamos a hacer; espero que os suméis”. La estrategia y decisiones principales tendrían que haber sido consensuadas previamente con la oposición y las CC AA. Peor aún es que a día de hoy, no haya reconocido ni el más mínimo error. La humildad, cualidad siempre de agradecer, se revela indispensable en situaciones como la que estamos viviendo.

Aplicando la misma vara de medir, Díaz Ayuso debe dimitir. Si el gobierno central fue lento, el ejecutivo de la Comunidad de Madrid resultó parsimonioso. Sus mensajes, tanto orales como escritos, animaban antes a relajarse que a tomar cartas en el asunto. Apenas adoptó ninguna medida relevante antes de decretarse el estado de alarma. Es co-responsable de no cerrar Madrid (de hecho, declaró que no sabría cómo hacerlo) y tuvo que tragarse sus críticas respecto al aprovisionamiento del material cuando su administración se topó con las mismas dificultades que había padecido el gobierno central. El mercado estaba fuera de control y las operaciones, realizadas a toda prisa, no permitían respetar los procesos habituales.

Al igual que Pedro Sánchez, Díaz Ayuso demostró un talante de político poco fiable. Fue la voz discordante entre los presidentes autonómicos, se empeñó en un enfrentamiento estéril contra el presidente del gobierno y adoptó una política populista de negación de la realidad evidente (Madrid era el foco principal de contagios) y de gestos para la galería; su fotografía a los pies de un avión con material sanitario será recordada como una de las imágenes más ridículas de la política española actual.

Y Díaz Ayuso tiene que dimitir, sobre todo, por los escalofriantes resultados que muestra la Comunidad de Madrid cuya infraestructura, medios y estrategia ella determina desde la presidencia. A 15 de Abril, el número de fallecimientos con covid-19 en Madrid era de 1.016 por millón, casi cuatriplicando la cifra del resto de España (dato de Esp sin Madrid: 297). Por dignidad, por responsabilidad, por coherencia, Díaz Ayuso debe dejar de ser la Presidenta de la Comunidad de Madrid.

La reflexión de Casado

Pablo Casado ha de reflexionar qué tipo de político quiere ser y qué tipo de política quiere proponer. Esta crisis ha demostrado que el neoliberalismo es una poderosa arma de destrucción masiva. Sus continuas apelaciones a la bajada de impuestos (¡en un país con déficit estructural de ingresos públicos!), su apego por las privatizaciones también en el sector sanitario, su apoyo a los recortes incluyendo I+D, educación y sanidad, y su resistencia a políticas de reducción de las desigualdades sociales, lo incapacitan para liderar la nueva era post-covid. Europa ha de apostar por el fortalecimiento del Estado, no por su desmantelamiento. ¿Está Casado dispuesto a cambiar?

Pablo Casado debe reflexionar también sobre la relación de dependencia respecto a la extrema derecha. Debe manifestar si pretende continuar su sociedad con una fuerza que ha alentado al derrocamiento del gobierno legítimo para sustituirlo por un ejecutivo de amiguetes y afines, entre otras iniciativas digamos pintorescas.

Y Pablo Casado debe reflexionar sobre el ambiente social que crean las políticas agresivas de comunicación. Entre las cuatro cabeceras de “tirada nacional” existentes, dos de ellas son incondicionalmente afines al Partido Popular y una tercera se muestra abiertamente afín a posiciones conservadoras. La mayoría de medios online con mayor difusión en España han sido creados y/o están dirigidos por personas vinculadas al PP. La estrategia de comunicación del Partido Popular inspira buena parte de la información que llega al ciudadano español y ésta con frecuencia busca la crispación y estimula la confrontación.

Acostumbrado a la contienda en el fango, el Partido Popular se muestra encantado ante las líneas editoriales que escrutan cada decisión del contrario con el objetivo de exprimir la más mínima opción de escarnio y vapuleo, aun cuando el parecido entre noticia y realidad sea pura coincidencia; o aun cuando más que información, lo que se transmita sea simple opinión tendenciosa. Después resulta que grupos próximos al PP crean cientos de cuentas falsas en las redes sociales para multiplicar el eco y el efecto de tales noticias insidiosas. Pablo Casado debe decidir si estas son las prácticas que valora y encomienda. Si quiere actuar como político de honor o como mercenario en posición de constante asalto al poder.

Pues eso: como reza el titular, este país necesita un buen chute de dignidad; también de sosiego y concordia. En sus manos queda. @mundiario

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