Pablo Casado logra un apoyo rotundo al combinar renovación y continuidad

Pablo Casado junto a su mujer. / Mundiario
Pablo Casado junto a su mujer. / Mundiario

Los principales dirigentes parecen haberse alineado con quien más claramente representaba las esencias del partido. También los dirigentes jóvenes lo han hecho, reforzando la idea de cambio generacional.

Pablo Casado logra un apoyo rotundo al combinar renovación y continuidad

Pablo Casado, 37 años, Albert Rivera y Pablo Iglesias, 39 cada uno, Pedro Sánchez, 46. Representan una efebocracia política en comparación con muchos otros países. También la asunción del poder por una generación muy joven, curtida en la crisis económica y totalmente ajena a los momentos peores de la historia de España, guerra, posguerra y dictadura, que han marcado la trayectoria vital de casi todos los gobernantes anteriores.

Casado ha ganado contundentemente a su rival por más que el procedimiento alambicado de doble vuelta con censos electorales distintos fuese muy criticado. Y lo ha hecho con una apelación a la unidad, tan fuerte y reiterada que no cabe sino pensar que lo intentará. En su discurso final ha reivindicado la posición clásica de los conservadores españoles con una apelación a ocupar el espacio del centro, es decir, la lucha contra Ciudadanos va a ser frontal. Mensajes para marcar su territorio en forma opuesta al Gobierno socialista: bajada de impuestos, defensa de la Constitución y de la monarquía, enseñanza concertada, etc. Antes que un programa electoral o de gobierno, se ha escenificado el reencuentro del PP consigo mismo bajo la dirección de un líder suficientemente joven y sin pasado como poder aguardar su oportunidad electoral. Frente a lo que se había venido diciendo, los principales dirigentes parecen haberse alineado con quien más claramente representaba las esencias del Partido. También los dirigentes jóvenes lo han hecho, reforzando la idea de cambio generacional.

Casado tiene ante sí algunos desafíos urgentes que exigirán algo más que discursos conciliadores. Debe decidir si apoya el techo de gasto, aprobado el pasado viernes por el Consejo de Ministros, paso inicial para la tramitación de los Presupuestos Generales de 2019. Deberá afrontar los varios frentes judiciales por presuntos delitos de corrupción. Posiblemente las elecciones andaluzas anticipadas y principalmente las elecciones autonómicas y municipales así como europeas en 2019, las cuales determinarán en gran medida el resultado de las elecciones generales siguientes. Mucha tarea en un contexto difícil, administrando las crisis territoriales abiertas por la división de las primarias y desde la oposición política.

Los resultados del cónclave popular reabren el debate siempre aplazado de la conveniencia de elecciones a doble vuelta, especialmente para las Corporaciones Locales. Una fórmula que permite agrupar en dos únicas candidaturas la dispersión inicial de la primera vuelta, facilitando la formación de coaliciones previas a la segunda. En el PP se ha visto que la alianza de quienes en primera vuelta quedaron en segunda y tercera posición, se ha impuesto a quien tuvo la primera posición. Ciertamente en esa ocasión el colegio electoral era diferente para cada proceso electoral, votando en primera vuelta los afiliados y en segunda vuelta los delegados al Congreso. Pero el mecanismo es sustancialmente el mismo: favorecer la integración de posturas y corrientes en dos únicas candidaturas facilitando al ganador una base de apoyo normalmente superior al 50% de los votos emitidos.

Se ha discutido con frecuencia que trasladar ese sencillo mecanismo, vigente por ejemplo en Francia, lograría Alcaldías más estables con mayorías reforzadas. Es sólo relativamente cierto, salvo que además se impida la moción de censura y se acometan otros cambios en la distribución de competencias entre Alcaldía y Pleno. El camino hacia Ayuntamientos más presidencialistas, con Alcaldías reforzadas mejoraría la gobernación y evitaría los episodios de parálisis tan frecuentes en la vida municipal española cuando las mayorías son insuficientes o cuando quienes ejercen la Alcaldía no logran formar una coalición de apoyo suficiente. En Galicia, por citar algunos ejemplos, las Alcaldías de Lugo, Ourense o Ferrol se encuentran en esa situación. Casado ha hecho una mención directa a ese cambio pero la ley electoral requiere un consenso difícil de lograr con los partidos emergentes.

La rápida y ordenada sustitución de Rajoy y la reacomodación del PP al papel de oposición, ha concluido sin excesivo desgaste. Por el camino quedarán muchos dirigentes, Rajoy, Cospedal y Soraya los más evidentes, pero en eso consisten los partidos: una lucha encarnizada por la supervivencia o, siendo más suaves, una selección de los más aptos por medio de procedimientos de choque. Se abre un nuevo capítulo de la democracia española con los cuatro dirigentes citados a quienes hace un lustro nadie imaginaba en sus actuales responsabilidades. Y aún hay quien dice que en la política están siempre los mismos. @mundiario

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