Pablo Casado en los infiernos, Pedro Sánchez en el purgatorio y Arrimadas en el limbo

Santiago Abascal líder de Vox y Pablo Casado del PP. / RRSS
Santiago Abascal líder de Vox y Pablo Casado del PP. / RRSS
Si el Partido Popular no da un importante golpe democrático de timón, va a terminar desarrollando unas políticas cada vez más al borde de nuestro sistema democrático, y haciendo un seguidismo político de la ultraderecha.
Pablo Casado en los infiernos, Pedro Sánchez en el purgatorio y Arrimadas en el limbo

Lo malo para el Partido Popular es que igual tiene razón cuando afirma que ahora comienza un nuevo ciclo político. Porque la realidad desmiente el sentido que los dirigentes de ese partido quieren darle a la afirmación, y más bien ese ciclo se convierta en una mayor dependencia de la ultraderecha en aquellos lugares en donde tenga opción de gobernar.

Pablo Casado se proponía un triple objetivo con la arbitraria convocatoria de las elecciones de Castilla y León: echar un pulso con Ayuso en su lucha interna por el poder en Génova; convertir de una vez por todas al PP en el partido hegemónico y autosuficiente en el ámbito de las derechas; y celebrar una especie de plebiscito frente a Pedro Sánchez, para iniciar ese nuevo ciclo político del que hablan los suyos y él, que supusiera el paulatino declive de Sánchez para sacarlo de la Moncloa.

Y la ambición de esa triple apuesta le ha llevado a caer en los infiernos. Porque, aunque Fernández Mañueco y el PP de Castilla y León han tenido una victoria pírrica, se han dejado 53.000 votos en la gatera, y ha quedado sólo 16.000 votos por encima del PSOE.

Casado ha perdido su plebiscito contra Sánchez, y ha desalojado a su partido en Castilla y León de la estabilidad en que estaba, para llevarlo a una inestabilidad que le va a generar muchos quebraderos de cabeza desde el momento en el que se ponga a intentar organizar su investidura para gobernar. Porque, aunque negocie con los grupos provincialistas, si no pacta de una u otra forma con Vox, no va a poder gobernar: aritmética pura.

No hay mal que por bien no venga

A no ser que quiera convertirse en un partido realmente de gobierno y de Estado, y aproveche la mala coyuntura de su insuficiente victoria para negociar el apoyo de los partidos provincialistas, pero negociando a la vez una abstención del PSOE, que tendría que implicar, como contrapartida -además de importantes mejoras en las políticas sociales de la región, y el inevitable cordón sanitario respecto a la ultraderecha- un auténtico pacto de Estado, con un abandono de las hostilidades en las que está enfrascado Casado; y con el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales con la designación del Consejo General del Poder Judicial, amén de un decidido apoyo a la política internacional del Gobierno. De alguna manera, por ejemplo, el alcalde socialista de Valladolid se ha pronunciado a favor de una opción de este tipo. 

Ya sé que esta hipótesis va a parecer descabellada a tirios y a troyanos, pero digo yo que en algún momento tendremos que volvernos razonables y abrir el camino de la negociación política, para evitar que la derecha española se hunda en el fango ultra de quienes añoran la España de la dictadura. En este sentido habría que fijarse en algo de lo que está practicando tenuemente el candidato socialista en Andalucía, Juan Espadas. Demostrando, por cierto, más allá del propio sentido común, una visión estratégica de lo que nos estamos jugando en este país con la escalada de la ultraderecha.

Pero me temo que a Casado no le llegan las entendederas para estas estrategias, y seguirá emperrado en continuar hundido en el peor infierno que se ha ganado el 13 de febrero. Porque -por mucho que le preocupe su poder en Génova- lo peor tampoco ha sido que tenga que seguir su agónico pulso con Ayuso: pulso que va perdiendo por goleada.

Heraldo de Vox

El peor infierno de Casado -y la Historia se lo demandará- ha sido generar una perversa estrategia cuyo fruto ha sido darle alas a la extrema derecha populista de Vox, que ya está reclamando en Castilla y León desde formar parte del gobierno hasta derogar la ley autonómica de violencia de género y el decreto de memoria histórica. Y que para apoyar a gobiernos del PP cada vez va a ser más exigente en escorar hacia posiciones antidemocráticas las políticas de las derechas.

En efecto. Si el Partido Popular no da un importante golpe democrático de timón, va a terminar desarrollando unas políticas cada vez más al borde de nuestro sistema democrático, con la mirada puesta en la nostalgia atávica de un pasado no deseable, haciendo un seguidismo político de la ultraderecha que lo que pretende es pulverizar la España democrática y moderna que entre muchos (incluido el PP) hemos logrado poner en pie. Porque lo que nos jugamos es el Estado Social y Democrático de Derecho, como muy bien han sabido entender las derechas de las principales potencias europeas.

Y ése es el purgatorio que le espera a Pedro Sánchez tras el 13 de febrero. De no haber perdido los votos que le arrebataron UPL y Soria Ya (incluso menos: con 16.000 votos más) el PSOE habría ganado las elecciones, y podría estar incluso en mejores condiciones que el PP para construir gobernabilidad. A nivel de unas elecciones generales, el PSOE se mantiene en Castilla y León con un empate técnico con el PP, y con una masa de votos que no tiene por qué generarle inquietud de cara a su correlación de fuerzas en las Cortes. Pero le espera un resto de legislatura con un Casado mirando de reojo a Abascal, en su carrera por la confrontación y por la construcción de una ideología reaccionarla. Y con un Abascal crecido en su escalada en un concepto retrógrado de España y de la convivencia cívica.

La difícil lucha contra el simplismo

Y es ese punto el que más ha de preocupar a Pedro Sánchez, y ése va a ser su purgatorio: que mientras trata de liderar una salida estratégica de la crisis, con la construcción de un futuro no carente de complejidad y matices, va a tener enfrente la ideología del simplismo, que llega más fácilmente a las tripas de los españoles. Que les releva de pensar en matices y de complicarse la vida para tratar de entender. Porque es más barata, y hasta más inmediatamente eficaz, la propaganda que la pedagogía; la demagogia que los razonamientos. Y porque Sánchez, para desarrollar su programa tiene que contar con un aparato administrativo que no está suficientemente modernizado, ni es suficientemente ágil, ni está suficientemente motivado (aunque razones tiene para estarlo), para trasladar de manera diligente y eficaz la acción de gobierno a la vida concreta de los ciudadanos. Y ejemplos hay de lo que estoy diciendo.

Por ello necesita multiplicar todos sus esfuerzos y los de sus aliados, y los de las gentes de su partido, para realizar esa pedagogía, para que la gente entienda que el simplismo sólo nos lleva a un pasado sin salida, a un suicidio como país. Y que el esfuerzo que se está haciendo lleva a un futuro de convivencia, lleva a construir España. No le va a resultar fácil: de ahí lo del purgatorio. Pero ya que está a mitad del río no tiene más remedio que esforzarse en cruzarlo. La mayoría de este país necesitamos que lo cruce con decisión. Pero la mayoría también deberíamos comprender que no se le puede dejar solo.

Y, por último, el limbo de Arrimadas. Está en él desde el último batacazo electoral de Ciudadanos, cuando Rivera -después de haberla liado parda- echó a correr hacia pastos que consideraba más fáciles y lucrativos, aunque se esté demostrando que no lo eran tanto. En ese momento, que constituía la última oportunidad de hacer de Ciudadanos un partido de centro y progresista, Arrimadas se aferró al fracaso del pasado, y se negó a jugar un papel que ahora le daría la gloria de haber ayudado a llevar por otros derroteros a Madrid, a Andalucía, a Castilla y León, a Murcia… Que de otra manera más positiva nos habría ayudado a pasar la crisis.

Pero eligió el limbo en el que aguarda un final sin pena ni gloria, como el que acaba de experimentar en Castilla y León, con la convicción de que ni siquiera pasará a formar parte de la historia democrática de España. Aunque podría intentar salir de esa parálisis en los dos años que quedan de legislatura. Y volver a hacer lo correcto para España, como logró hacerlo con la reforma laboral. Siempre hay tiempo para aprender de la vida. Y las elecciones de Castilla y León seguro que -si quiere- le van a dar muchos elementos para pensar sobre lo que es correcto y necesario.@Mundiario

Comentarios