La obsesión de Puigdemont en emular a Companys y proclamar la República, difícil de parar

Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, en una de sus intervenciones en el Parlamento de Cataluña. / Facebook Carles Puigdemont
Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, en una de sus intervenciones en el Parlamento de Cataluña. / Facebook Carles Puigdemont

Lo que no parece estar en la agenda del Gobierno de Mariano Rajoy es la postura del día siguiente para abrir una nueva etapa en Cataluña. Salvo que se quiera alimentar indefinidamente la estrategia de confrontación. Sería un error de largo alcance.

La obsesión de Puigdemont en emular a Companys y proclamar la República, difícil de parar

La semana pasada Pedro Sánchez y Pablo Iglesias escenificaban un nuevo tiempo de relaciones políticas. El primero tras haberse autoproclamado ganador de la pugna en el seno de la izquierda. El segundo luego de meses de descalificaciones hacia su nuevo interlocutor. Entre los acuerdos que fraguaron figuran varios grupos de trabajo que aproximarán posturas frente al enemigo común, Mariano Rajoy. Les une también la voluntad de reformar la Constitución.

Este miércoles Pablo Iglesias proponía, para someter a votación, una reforma de las pensiones con trazos muy gratos para el gran público, jubilación a partir de los 61, obligatoria a los 65, subida de cuantías, menores requisitos para el reconocimiento y financiación con cargo al presupuesto, sin especificar los aumentos fiscales necesarios o los recortes de gasto. Al tiempo, y es lo principal de su mensaje, anunciaba que su grupo podría abandonar el Pacto de Toledo, mecanismo parlamentario que desde hace dos décadas trata de pactar entre los grupos políticos y los agentes sociales las reformas en el sistema de pensiones. Dicho pacto viene trabajando desde febrero, ha escuchado a diversos comparecientes y debate ahora las conclusiones.

Podemos se desmarca anticipadamente de cualquier acuerdo en pensiones mientras propone su reforma simplista

Fiel a su estrategia de evitar costes electorales, Podemos se desmarca anticipadamente de cualquier acuerdo mientras propone su reforma simplista, destinada fundamentalmente a obligar a los socialistas al voto en contra, destrozando así la imagen de la pasada semana.

Ese juego de imposturas es el que ha venido presidiendo la relación entre las dos fuerzas de la izquierda. Posiblemente no cabe otro. Lo nuevo ha venido para sustituir a lo viejo y éste se resiste a morir que diría Gramsci y parece seguir Iglesias. Lamentablemente la realidad no se corresponde con las citas históricas. Lo viejo está demasiado anclado en la historia y en la sociedad como para pronosticarle corta vida y lo nuevo tendrá que convivir con su rival. Hasta que esa realidad sea aceptada seguiremos viendo sobreactuaciones, escenificaciones y momentos solemnes de efímera duración. Será en las próximas elecciones donde se dilucidarán las respectivas posiciones electorales. Hasta que ese juego tramposo evolucione hacia unas relaciones políticas normales, no será posible pensar seriamente en coaliciones electorales.

La posición de Rajoy es fácilmente atacable. Tiene una mayoría parlamentaria limitada al presupuesto, un acuerdo difícil con Ciudadanos, el lastre de la corrupción que no quiere abordar y otros flancos de fácil ataque como el ministro de Hacienda. Éste, principal ejecutor del Gobierno, intenta aprobar el presupuesto de 2018. Si lo consigue, la legislatura quedará encauzada y él mismo será prescindible. La incapacidad de la oposición para pactar y lograr otros apoyos en asuntos relevantes, la reduce al desgaste del Gobierno, incesante en lo grande y en lo nimio.

Lluis Companys.

Lluis Companys.

En el asunto de Cataluña Rajoy, aparentemente, quiere estar solo y los demás grupos políticos no quieren estar con él

Y todavía queda Cataluña. La obsesión de Puigdemont en emular a Companys y proclamar de nuevo la República catalana, será difícil de parar. Será su manera de pasar a la historia. La huida de la realidad es irreversible: normas que no se conocen y que no se debatirán normalmente, discursos cada vez más alejados de cualquier atisbo de racionalidad, la CUP pidiendo expropiar la catedral barcelonesa, cualquier dislate es posible cuando se abandona el sentido común. En este asunto Rajoy, aparentemente, quiere estar solo y los demás grupos políticos no quieren estar con él.

Suponiendo que los mecanismos de respuesta estén definidos, lo que no parece estar en la agenda es la postura del día siguiente para abrir una nueva etapa. Salvo que se quiera alimentar indefinidamente la estrategia de confrontación. Sería un error de largo alcance.

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