Objetivos políticos difusos para unos, muy claros para otros

Congreso de los Diputados. / FB Congreso
Congreso de los Diputados. / FB Congreso

En el ajedrez político, entre palabras gruesas –que no diálogo- ni las torres están firmes: caen peones, mientras caballos y alfiles se impacientan.

Objetivos políticos difusos para unos, muy claros para otros

El pastor luterano alemán, Martín Niemöller (1892-1984), escribió  en los años cincuenta un poema sobre la cobardía y la responsabilidad que afloraron con las purgas nazis. Pronto se haría famoso y tendría muchas versiones, de las que la primera tal vez puede ser esta:

 

                 Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada,
                                    porque yo no era socialista.

                  Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada,
                                    porque yo no era sindicalista.
                  Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada,
                                    porque yo no era judío.
                  Luego vinieron por mí,

                                    y no quedó nadie para hablar por mí.

"Primero vinieron..."

La irrupción de Vox en los parlamentos autonómicos, en los ayuntamientos y en el Congreso ha empezado a señalar unos cuantos objetivos grupales estratégicos. De momento, la destinataria ha sido la ministra de Justicia, aprovechando un hábito muy extendido en redes sociales y en medios de prensa. La mezcla de ironía con ingredientes de poca educación e injurias directas es moneda habitual para contaminadores de la libertad de expresión. Van de creativos provocadores desde un feroz narcisismo y, en línea con el arte de tener siempre razón, pasan al griterío  más agresivo  imponiendo el desprecio, el odio y la violencia para anular al otro. En el manejo de estas artes hay voces prestigiosas, como certifica Schopenhauer en sendos tratados, pero en el segundo se refiere más a la sátira. Ese campo, de gloriosos ejemplos literarios, a estos escribidores les es extraño aunque se crean émulos de Quevedo por saber teclear un twit.

En este caso, tres palabras se han unido para atacar a las mujeres: “tiparraca”, “embustera” y, sobre todo, “pu**”, muy socorrida entre quienes suelen emplearla como sinónimo para hablar de todas ellas. El mensaje y la actitud machista son evidentes, y el afán de propagarlos como estilo en esta España que dicen querer reconquistar constituye todo un programa político. Valoraciones que han hecho a la sentencia del Supremo sobre la “manada” lo confirman.  Pronto seguirán otros casos, con asuntos propicios para que crezca ese partidismo que acoja a todo descontento con quienes  cuiden la convivencia colectiva. En el Ayuntamiento de Madrid –en colaboración con sus socios-  ya han puesto en el foco el Madrid Centro-Centro, cuestiones de la fiesta del orgullo gay y, cómo no, los programas culturales del anterior Gobierno municipal. Y seguirán arañando para no perder atención mediática, mientras cargan la sintaxis frentista de rancias simbologías..

También vuelve la pureza de sangre

El ventajismo politiquero tiene mucho de taimado juego de cartas en que, ante todo, se ha ser el más cauto a la espera del fallo del otro. Como en los naipes, también aquí hay niveles. Entre los más discutibles, está el juego que, desde febrero, viene practicando Rivera. Quiere sorprender a todos con su “cordón sanitario” al PSOE, mientras asiste a la desbanda de de sus íntimos, alertados de que haya abandonado la zona para la que se había diseñado su hábitat político. Tiene prisa por llegar a donde no menciona, se enfada con cuanto pueda entorpecer su ansiedad y, en la aventura de encontrar compañeros de viaje, se ha enrocado en una especie de pureza de sangre que le ata a la derecha y a la derecha de la derecha.  Esa sería -según su actual modo de ver- la auténtica vox populi. Otros intentos asociativos no pasan de dejación de las esencias y “pactos de la infamia”, como ha llamado a los efectuados por el PSOE.

El PP de Casado e Isabel Díaz Ayuso –ahora investigada por la prensa- está eufórico, aunque ha  perdido buena parte de su electorado y se ha quedado en la cuerda floja en Madrid, a cuenta de aliarse con CS y con Vox, a quien Aguirre, experta en elegir talentos –y en educación de calidad-, ha acogido en el seno de la constitucionalidad fetén. En cuanto el PSOE, anda indeciso consigo mismo. Como izquierda que quiere ser liberal y socialista a un tiempo, lo tiene complicado para jugar unas u otras cartas; todas juntas no puede y duda con quién “ajuntarse”. Lo que reste para la posible investidura se irá en deshojar la margarita de las conveniencias. La pureza de sangre, en este caso, puede rastrearse por las añoranzas de unos componentes que no todos comparten. A Niemöller, autor del poema del comienzo, le sería complicado situar a muchos de estos socialistas en alguno de los grupos perseguidos por el nazismo.

¿Vendrán las golondrinas?

Antes del cambio climático eran constantes en sus migraciones. Ahora, hay lugares donde ya no es fácil verlas. Su vuelo, sin embargo, sigue en nuestra retina, juguetón y previsible. No nos parecían “oscuras” como proclamó Bécquer y nos han valido para metaforizar las intermitentes migraciones humanas, cortas de duración pero reiteradas. En el tiempo que corre, tan paralítico y tenso como en la Legislatura pasada, pueden ejemplificar cómo, en cuestiones que atañen a la ciudadanía, regresan conceptos y términos que muchas otras veces hemos visto manipular y abandonar, para que se repitiera la misma letanía

Estamos en riesgo, por tanto, de que, cual tupidas madreselvas –que también decía Bécquer en su rima-, de nuevo escalen esas palabras nuestros oídos pretendiendo arreglar  carencias de nuestra educación. Contradictorias entre sí, olvidan unos y otros que solo con palabras no florecerá hermosa. Los déficits que tiene pendientes no son cosa de florituras verbales, sino de arremangarse de cuidadosa constancia durante bastantes legislaturas. En Portugal -cuya política educativa se está alabando mucho-, es un trabajo de más de 30 años en acciones tan concretas como  “confianza en los centros y sus profesores”, “disminución de las ratios de aula”, “gratuidad de los libros de texto”, y ”apuesta por la educación pública”. Entienden que esta es una “buena inversión” -por encima de la media europea, con el 5,5% del PIB-,  con la han mejorado sustantivamente los resultados: hace 45 años, tenían un 45% de analfabetos.

¿Olvidadizos?

La desmemoria trae banalidad. Sucede en las primeras fases de alzhéimer. Sus enfermos replican a sus interlocutores como quien reinicia una grabación antigua, una y otra vez con los mismos términos aprendidos en algún momento. Sus palabras, automáticas, no dicen nada nuevo. Al no aprender, suenan a vacío. Cuando en el Congreso se oiga “educación”, no hará falta adivinar qué quieran decir los grupos que puedan modificar algo. Viejo y estrecho, su discurso no modificará nada, mostrando así que les gusta el sistema educativo como está. Incluso el del PSOE, cuya historia –desde los años 80- se reitera diciendo cosas en la oposición que, cuando toca poder, quedan pacatas y exiguas. Da lo mismo que hable de conciertos educativos que de Acuerdos con el Vaticano, de formación del profesorado que de Educación Infantil, de libros de texto o de innovación; abren  algunas líneas al voluntarismo, pero no entran a consolidarlas en la estructura del sistema.

Como las golondrinas de antaño, son previsibles en sus idas y venidas.  También ahora, cuando se debaten entre dejar muy aparente la redacción de la LOMLOE o -como preferirían sus bases-, hacer una nueva ley que, además de jubilar de una vez la LOMCE, expresara una sólida voluntad reformista en las cuestiones pendientes de siempre. Es verdad que el contexto no es propicio, pero probablemente nunca lo será. Tampoco lo era el 09.12.1931, cuando aconteció el único momento de la Historia de España en que el Estado apostó decididamente por una ciudadanía bien educada. A veces, se rinden homenajes historicistas a aquellos defensores de la escuela pública, pero aquellas golondrinas no han vuelto. Gómez Llorente las invocó reiteradas veces; sobre todo, en aquella “alternativa para una enseñanza de calidad” que, en 1976,  suscribió en el Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid; sería la base del programa educativo de las elecciones en 1982, pero enseguida se impuso un regateo semántico al alcance real de aquellas propuestas. Después, se acomodaron a que nada significara lo mismo, y a la fragilidad programada en las antitéticas leyes orgánicas que han interpretado el art. 27 de la CE78 hasta hoy.

No se han de confundir las gráciles golondrinas con las gaviotas, de apariencia casi tan delicada como aquel Juan Salvador de Richard Bach pregonaba en 1972. No ha lugar a engaño si se advierte que la gaviota es el “nuevo depredador urbano”, que ya carroñea en los vertederos de muchas ciudades del interior. ¡Atentos, pues, con lo que venga! @mundiario

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