Los políticos practican con vehemencia el refranero, a veces de baratija

Congreso de los Diputados. / change.org
Congreso de los Diputados. / change.org

Los partidos sacan brillo a sus abalorios refulgentes. El alegato con que seducir al ciudadano, la magia para salir de la crisis..., los han encontrado en tiendas de baratijas.

Los políticos practican con vehemencia el refranero, a veces de baratija

"Los perros no molestan hasta que ladran y los necios hasta que hablan".

Bernard Shaw

 

Los partidos sacan brillo a sus abalorios refulgentes. El alegato con que seducir al ciudadano, la magia para salir de la crisis..., los han encontrado en tiendas de baratijas.

El recoveco de la Historia se muestra incisivo, inequívoco-probablemente pedagógico- a través de los dichos populares. Desde siempre las propias experiencias sentaron cátedra. Tanto que nadie osa poner en cuestión tan heterodoxas enseñanzas. Suele decirse que “los refranes cantan” en el sentido de ajustarse cual aro al anular (en palabras parecidas de mi amigo, corrector y maestro, Ángel). Sin embargo, algunos de ellos flagelan sin piedad a sus hipotéticos autores. “Afanes y refranes, herencia de segadores y gañanes” define, creo yo, más bien oficios que encarnaduras peyorativas. Los autores, gente juiciosa -avispada al menos- rechaza tirar “cantos a su tejado” que es propio de tontos. Indican con total contundencia el origen popular, escaso de ataduras academicistas, del aforismo. Así gana en viveza, operatividad y comprensión. Cumple, a su vez, con el objetivo previsto: dar pautas para conducir vida y milagros del individuo.

Refractario a conquistar el grado de excelsitud que indica el proverbio “hombre refranero, medido y certero”, me propongo interrelacionar manifestaciones y refranes. Conocidos son los desbarres frecuentes, casi endémicos, que notorios políticos coleccionan con asombrosa profusión y frenesí. Exceden a cualquier sigla porque “en abundancia de agua, el tonto tiene sed”. Resulta difícil encontrar un hábitat con tan excepcional fauna. Lo condensamos en la élite política, pero el ciudadano de a pie le va a la zaga. Ignoro si tal marco viene potenciado por una sana o insana competencia. Es indudable, al mismo tiempo, que la osadía del ignorante es ilimitada. Aunque la epidemia es vasta, amén de virulenta, hay personajes que su inmoderación les hace rebosar las alforjas. Incluso, como apuntaba Fernández Flórez, hay políglotas que dicen sandeces en varios idiomas.

Un caso de los más inmediatos, si no el último, fue protagonizado -¿cómo no?- por el jerarca de Podemos Juan Carlos Monedero. Tocado por esa aura de complacencia que confiere su brillo discursivo, a punto de alcanzar el nirvana –si se me apura, y con la misma cata con que muestra su brillantez mental, el éxtasis- dicho preboste podemita comparó a los nazis con el PP. Aplicándole un parche poroso (aun por oso) para mitigar ocultas dolencias y tratando injustamente al partido que gobierna, merece el: “le dijo la sartén al cazo …”. Considero inadmisible eximir o excusar tal barbaridad a la sombra del forcejeo electoral. Hay líneas que un demócrata no debe trasponer. Tildar al rival de extremista para redimir nuestra conciencia del mismo lastre, cae dentro de la estrategia sombría realizada por Goebbels; como se sabe, un demócrata de toda la vida. Constituye la materialización del famoso dicho, quizás exabrupto: los pájaros (por favor, no apliquen doble lectura) tiran a las escopetas. ¿Creen ustedes que si gobernara Podemos, Cospedal -verbigracia- hubiera podido referir impunemente algo parecido? Las cosas son como son, a pesar de Monedero y sus afirmaciones gravísimas para la convivencia democrática.

A veces, la anécdota sustituye a la categoría. El Parlamento andaluz, su constitución, dejó un rastro de luz clarificadora. Prurito aparte, regatear un miembro más o menos en la mesa me parece, además de pugna bizantina, discutir por algo que salva el espacio andaluz. Acaso tenga imbricaciones que exceden a la mera contingencia electoral y autonómica. Las pasiones, esa supeditación al ADN personal o doctrinal, descubren de manera incontestable virtudes y defectos. “Mira de qué presumes y te diré de qué careces” quiebra el intento de la señora Díez por aparentar aptitudes (léase con rigor) y talante. Santa Lucía guarde la vista a aquellos analistas que adivinaban en la presidenta andaluza el relevo de Pedro Sánchez. La oportunidad del adelanto electoral, los dos debates televisivos y la actitud tras su pírrica victoria, revelan una competencia encogida, mísera.

Que estamos en plena campaña electoral se nota a la legua. Los partidos, sin excepción, sacan brillo a sus abalorios refulgentes. Ninguno, ya por impoluta inexperiencia ya por herrumbrosas realizaciones, ha cosechado méritos concluyentes. El alegato con que seducir al ciudadano, la piedra filosofal que permita salir de la crisis, los han encontrado en tiendas de baratijas. Al PP, con mayoría absoluta, corresponde dar cuenta de su cosecha. A lo largo de tres años, incumplió -sin paliativos- programa y compromisos. Ahora pretende convencernos de que los aparentes avances institucionales, económicos, asimismo logros laborales y sociales, no tienen parangón en el periodo democrático. Al fin completa su plan. Perfecto, exitoso. Parados, familias en peligro de exclusión social, deuda impagable y, sobre todo, depauperación de la clase media, protagonizan un olvido fraudulento, ignominioso. Dice el refrán que “para hilar una mentira siempre hace falta madeja”. El PP se quedó sin rueca. Ha calcinado el telar.

Las postreras elecciones generales las perdió el PSOE. Las venideras, Rajoy. En 2011, el PP se topó con una desesperanza general. Obtuvo mayoría absoluta a la manera de quien gasta el último cartucho con poca fe. Expedito de alternativas, disfrutó de un paseo providencial; inmerecido, cómodo, gratificante. Hoy ya no queda munición, se ha gastado en salvas. El PSOE cree tocar la victoria porque su postiza metamorfosis lo convierte nuevamente en tierra de promisión. Finge ignorar a Podemos y Ciudadanos que buscan, a dentelladas, su lugar al sol. “Antes que acabes no te alabes” debería ser el axioma de referencia para Pedro Sánchez. Con inteligencia y tino, sustitutivos de pan y vino, iniciará mejor camino. Estimo que mil refranes con el mensaje anterior no harían mella en la cargante, osada e ilusa prepotencia de Pablo Iglesias.

Bernard Shaw, astuto observador, aseguraba que “los perros no molestan hasta que ladran y los necios hasta que hablan”. Estoy seguro de que el ilustre escritor conocía bien a los perros. Me asombra, no obstante, que caracterizara tan acertadamente a ciertos políticos españoles.

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