Las tres noticias positivas de la semana (y VIII)

Banderas de Europa. / AIREF
Banderas de Europa. / AIREF
Dentro de las informaciones catastróficas que nos abruman cada siete días, el autor ha intentado resaltar en su columna semanal noticias interesantes que le han llamado la atención. Esta vez se despide con unas reflexiones más bien personales.
Las tres noticias positivas de la semana (y VIII)

Escribo esta última columna en mi apartamento frente al Mediterráneo. Con vistas al mar esplendoroso al fondo y a un jardín con palmeras y flores en primer plano. Es nuestra primera salida de Madrid desde el confinamiento. Mantuvimos el contacto con nuestros seres queridos con charlas por vídeo y teléfono, como casi todos. Tuvimos que cancelar un viaje a Israel que nos apetecía mucho, además de una comunión en Inglaterra y una confirmación en Alemania. Ahora, en el Sur, nos hemos vuelto a encontrar con muchos amigos. Con nuestro hijo y su familia. Y lo haremos con nuestra hija y sus hijos en agosto. Siempre cuidándonos mucho, guardando distancias y con mascarillas en establecimientos cerrados. Porque han sido meses duros, para todos, y lo peor que podemos hacer ahora es bajar la guardia.

En un excelente artículo en El País Ideas del 28 de junio, Pablo de Llano escribía un primer párrafo digno de resaltar en honor de los fallecidos muy mayores: “A los que sufrieron la guerra; los que pasaron hambre durante la tísica postguerra; los que atravesaron la larga noche de piedra del franquismo, ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!; los que tuvieron que emigrar y luego volvieron y los que vieron emigrar a los que no volvieron; los que fueron obligados desde niños a creer en Dios; los que iban a misa a regañadientes y los que iban dichosos; los hombres que trabajaron y trabajaron y trabajaron y las mujeres que criaron – y trabajaron y trabajaron y trabajaron -; los que impulsaron el desarrollismo y pudieron comprarse un primer coche (un Simca 1200, un Renault 6, un Seat 850) y disfrutarlo, cuidarlo, venerarlo; las que necesitaron permiso paterno para independizarse antes de los 25 años y permiso de su marido para poder tener un empleo y, también las que después de todo eso se pudieron poner un biquini; los que nutrieron el movimiento sindical y, también, los que no lo hicieron; los que escucharon “Españoles, Franco a muerto” y los que escucharon “Puedo prometer y prometo; los que no pudieron estudiar pero un día vieron como a sus hijos y a sus nietos sacarse carreras y ser abogados, doctoras, arquitectas, ingenieros, profesores, científicas y tantas otras cosas que tanto los llenaron de orgullo; a los que votaron al PSOE y a los que votaron al PP; los que llegaron a comprarse una segunda vivienda en la costa; los que después de una vida de tanto curro pusieron los pies a remojo en las playas de Benidorm; los que después de que cayera Lehman Brothers abrieron la hucha para apoyar a sus hijos, a sus familias y a la economía nacional; los que vivían jubilados en sus casas; a los miles, miles, miles, miles de mayores que se tragó la bola de nieve del coronavirus. Descansen en paz.”

Nosotros también perdimos a algunos amigos muy queridos. Y nos costó el confinamiento, al principio más que al final. Descubrimos el teletrabajo, las videoconferencias, el entretenimiento a través de la Red. Y a nuevos artistas como Sheila Blanco. La escuché por primera vez en “Todo por la radio”, el programa de humor de Carles Francino en la Cadena SER. Cantando con su estupenda voz y mucha gracia textos ingeniosos creados por ella y acompañados por música clásica. Uno de los amigos de la tertulia mensual nos empezó a mandar pequeñas piezas de su ya famoso “Bioclassics”, que según El País Semanal son “biografías de grandes de la música al compás de sus obras”, que “condensan en 90 segundos el meollo de un perfil periodístico, con una prosodia y expresión oral de alta destreza y una técnica vocal intachable, todo el alcance del dedo del espectador: una ecuación de éxito en tiempos de ocio digital”.  Y en el artículo del semanario aprendí más sobre ella, su currículum, proceso de creación y versatilidad. Su cara y voz irradian optimismo y felicidad, dos cualidades más necesarias que nunca en los tiempos que corren. 

Las noticias que nos acompañan cada semana no son nunca ni del todo buenos ni del todo malos. Como demostró la cumbre de la UE los días 17 y 18 de julio.

En la línea de la famosa frase del primer presidente del Gobierno en Democracia Adolfo Suárez, “Puedo prometer y prometo” seguir apoyando a través de MUNDIARIO todas las iniciativas políticas, económicas, sociales y culturales que incidan positivamente en el desarrollo de la Unión Europea, de la democracia, de la economía social de mercado y del Estado de bienestar. Son las coordenadas que me inculcaron valorar cuando era joven, que han guiado mi vida personal y profesional y que deseo sigan vigentes en el futuro, por el bien de mis hijos y nietos. ¡Hasta septiembre, lector! @mundiario

   

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