Nombrar el franquismo sin saña, todavía hoy provoca fuertes reacciones de ira

Han pasado 80 años desde el fallido golpe de Estado de Franco, que degeneró en la guerra civil y en una dura posguerra, pero aún queda odio por disipar.
Han pasado 80 años desde el fallido golpe de Estado de Franco, que degeneró en la guerra civil y en una dura posguerra, pero aún queda odio por disipar.
Si yo dijese que durante el franquismo había más seguridad en el trabajo, que era para siempre como lo eran los alquileres de pisos o incluso el matrimonio, que durante ese período pasamos de ser un país de alpargata a ser la octava potencia mundial, muchos me tildarían de franquista y me odiarían, y por supuesto me llamarían fascista o cosas similares. La realidad es que en aquellos cuarenta años el mundo avanzó y España también, y por ese motivo y por la lucha que desarrolló la clase trabajadora, hubo muchos logros sociales que ahora no queremos perder. Otros añoran aquel régimen porque no había divorcio, no había aborto o porque todos eran católicos.
Queda gente nostálgica de aquellos tiempos en que había orden y seguridad o incluso de la moral imperante, de hecho las dictaduras necesitan una base social para sobrevivir, pero hay mucha más gente que queremos y defendemos la democracia, lo que no da pie a que se pierdan los logros de aquella época. Es similar a las condiciones que ponía Fidel Castro para hacer una apertura, que no se perdieran los logros en cuanto a sanidad, educación y otras cosas que no abundan en el Caribe. Precisamente por ser demócratas queremos que los dirigentes lo sean, que respeten la soberanía popular, la independencia judicial, y que la corrupción y el fraude desaparezcan.
Cualquier tiempo pasado tuvo cosas buenas y malas. La gracia es quedarse solo con las buenas e ir siempre hacia adelante aprendiendo las lecciones que nos da la historia. Frente a intentos de ir socialmente hacia atrás, debemos revelarnos, y si circunstancialmente hay un paso atrás como pasó durante esta longeva crisis, luego tenemos que dar dos adelante pero en la dirección correcta, la que recupera los derechos perdidos.