No es una crisis, es un fin de ciclo: estamos protagonizando un nuevo 'ancien régime'

Bolsa de valores. /
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Tal vez, como en el símil valleincllaniano, España lleve mucho, demasiado tiempo, espejándose en el Callejón del Gato y el esperpento no dé para más, comenta este experto.

No es una crisis, es un fin de ciclo: estamos protagonizando un nuevo 'ancien régime'

Tal vez, como en el símil valleincllaniano, España lleve mucho, demasiado tiempo, espejándose en el Callejón del Gato y el esperpento no dé para más, comenta este experto.

Iñaki Gabilondo, además de 71 años magnificamente llevados, tiene una lucidez de juicio que brilla resplandeciente en un firmamento público nublado de botarates y mamarrachos, endemicamente incapacitados para alguna idea o destello de autenticidad que vaya más allá de una docena de tópicos de flojo hilván. En una interviú de estos días, afirma el periodista que, contra la recentísima especie de que nuestra Transición fue una época estéril en la que quedaron muchas cuentas pendientes con el franquismo, en aquellos años había algo que, al presente, deja sentir su falta cada vez más violenta y tenazmente: había un proyecto de país. Entiendo yo, protagonista entusiasta de aquellos tiempos, que tal proyecto era, en efecto, colectivamente percibido y colectivamente ejecutado en una doble dirección: una clase política que supo estar a la altura de circunstancias tan difíciles y una sociedad que respondió con serenidad e ilusión a los muchos espejismos que provocaba el desierto de la reciente dictadura.

Hoy nos hartamos de endosar a una casta de políticos, en verdad difícilmente empeorables, todos los males del siglo, como si nuestros políticos fueran poco menos que extraterrestres llegados a esta vieja piel de toro con el designio de hacernos la puñeta, robar y vivir regaladamente a nuestra costa. Los políticos, en España hoy pero también en las polis griegas, en la Roma de Nerón y en la Alemania nazi, son el directo reflejo de la sociedad que los propicia, eventualmente elige y, al fin y a la postre, tolera. Mi opinión es que el cuerpo civil que, cada vez con menor propiedad, llamamos sociedad española, es apenas de mejor calidad que la clase política que, teóricamente, la representa. No es sólo que no crea que la Transición fue estéril, es que estoy convencido de que la decepcionante deriva del país ha frustrado con crueldad las esperanzas de futuro que aquellos años permitieron albergar. Tal vez, como en el símil valleinclaniano, España lleve mucho, demasiado tiempo espejándose en el Callejón del Gato y el esperpento no dé para más.

Frente al sebastianismo de algunos, convencidos de que un político auténtico nos sacará de esta postración a base del discurso de la sinceridad, de la vuelta al servicio público y la honradez, yo creo que el mal está muy adentro y es de todos, y no vale echar balones fuera: España no tiene proyecto y, como nave sin rumbo, bandea en un océano de desilusión y valores olvidados, enarbolando cada quien la bandera del sálvese quien pueda ante la certeza del inminente naufragio.Ya no hay ofertas, ni discursos posibles, ni siquiera ideologías, porque, por encima de estas, una oscura capa de corrupción lo iguala todo, de derecha a izquierda. Incluso puede que el mal, como la gran pestilencia del siglo XIV, esté extendiéndose sin posibilidad de detenerlo. Todo periclita en Occidente y, signo evidente de un cambio radical de ciclo, el viejo capitalismo y su más joven remake, este neoliberalismo donde toda impunidad tiene su asiento, no dan para más. No existen más valores que los de las pizarras de Wall Street. Estamos protagonizando, aunque todavía no lo sepamos, el nuevo ancien régime (y discúlpeme Vd. la contradictio).

Esto es lo que siento, pero no me hagan mucho caso. Serán los años.

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